Cada año mueren 4.000 personas en España por infecciones con resistencia a los antibióticos, cuatro veces más que las muertes provocadas por accidentes de tráfico
En nuestra cruzada contra las bacterias y sus infecciones, no hay duda de que los antibióticos han sido un gran aliado, pero debemos recordar que son un arma de doble filo.
Un uso indebido de los antibióticos ha llevado a una creciente resistencia de las bacterias hacia ellos, causando según datos de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, alrededor de 700.000 muertes cada año en el mundo, de las cuales unas 4.000 se producen en España. Esta es la llamada pandemia silenciosa y es una de las mayores amenazas para la salud mundial. Si no se toman medidas, en el año 2050 la resistencia a los antibióticos será la primera causa de muerte por enfermedad.
Los antibióticos son productos químicos que matan o inhiben el crecimiento de los microorganismos. Aquellos que destruyen el patógeno reciben el nombre de microbicidas mientras que los microbioestáticos, inhiben el crecimiento del patógeno de forma reversible.
¿Cómo se obtienen estos agentes antimicrobianos?
La mayoría de ellos provienen de metabolismos secundarios de procariotas o eucariotas (hongos). La famosa penicilina, descubierta por Fleming en 1928, es producida por el hongo Penicillium notatum y el género de bacterias Gram + Streptomyces produce un gran número de antibióticos como la estreptomicina, eritromicina, tetraciclina o el cloranfenicol. También se pueden obtener por modificación de antibióticos producidos naturalmente y sintetizarlos desde cero.
Los antibióticos pueden inhibir el crecimiento de los patógenos de varias maneras:
- Inhibiendo la síntesis de paredes celulares: penicilinas.
- Inhibiendo la síntesis de proteínas: estreptomicina, tetraciclina.
- Inhibiendo la síntesis de ácido ribonucleico (ARN) o ácido desoxirribonucleico (ADN): Rifampicina, isoniazida.
- Inhibiendo vías metabólicas: sulfamidas.
Las penicilinas, por ejemplo, actúan inhibiendo la síntesis de peptidoglicano, un componente esencial de la pared celular en las bacterias.
Enfermedades infecciosas que suenan a problemas del pasado como la tuberculosis siguen causando estragos, sobre todo en países en proceso de desarrollo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 enfermaron de tuberculosis cerca 10 millones de personas en todo el mundo de las cuales murieron 1,5 millones (entre ellas 214.000 personas con VIH). A nivel mundial, la tuberculosis es la decimotercera causa de muerte y la enfermedad infecciosa más mortífera por detrás de la COVID-19 (por encima del VIH/Sida).
Esta enfermedad se trata principalmente con dos antibióticos que inhiben el proceso de transcripción (la síntesis de RNA a partir de DNA): Rifampicina e isoniacida.
La resistencia de las bacterias Mycobacterium tuberculosis ha crecido vertiginosamente. La OMS estima que, en 2018, se detectó en todo el mundo aproximadamente medio millón de nuevos casos de tuberculosis resistente a la rifampicina (RRTB) y de estos el 78% era multirresistente (MDRTB), esto quiere decir que además de resistente a la rifampicina lo son a la isoniacida. Un 3,4% de los nuevos casos de tuberculosis tenían MDRTB o RRTB. Otra categoría de cepas de tuberculosis resistentes a antibióticos son las extremadamente resistentes (XXDRTB), las cuales son resistentes no solo a la rifampicina e isoniacida (medicamentos de primera línea) si no también a todas las fluoroquinolonas y a por lo menos uno de tres medicamentos inyectables de segunda línea como la capreomicina. Esta resistencia hace imposible tratar muchos casos.
- Mutaciones. Las bacterias pueden hacerse resistentes a un determinado antibiótico mediante mutaciones en genes que codifican la síntesis de proteínas importantes para que el antibiótico actúe.
- Adquisición y transferencia de genes de resistencia. Algunas bacterias pueden captar genes de resistencia a antibióticos del medio en el que se encuentran y acumularlos. Además, las bacterias son capaces de pasar estos genes a otras por transferencia horizontal.
- No tomarlos a menos que sean necesarios. La mayoría de los resfriados, dolor de garganta, infecciones de oído y sinusitis son causadas por virus. Los antibióticos no funcionan contra los virus. Si tomas un antibiótico cuando tienes una infección viral, este atacará las bacterias presentes en tu cuerpo, incluso las bacterias beneficiosas o las que no están causando la enfermedad. Este tratamiento mal dirigido puede hacer que las bacterias inofensivas desarrollen propiedades resistentes a los antibióticos que pueden traspasar a otras bacterias, o que sean reemplazadas por bacterias potencialmente dañinas.
- Seguir la receta. Es necesario tomar las dosis necesarias y el tiempo suficiente para acabar con la infección. Si se interrumpe el tratamiento demasiado pronto, algunas bacterias pueden sobrevivir y volverse resistentes al antibiótico.
- Los profesionales de la salud deben asegurarse de recetar el antibiótico y las dosis adecuadas al paciente.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, está en nuestras manos no empeorar la situación.
Artículo de Carmen Gil