Julia se llama la niña elaborada por el escultor internacional Jaume Plensa, tiene una altura de doce metros y estará en la plaza de Colón durante un año
Fotografía: Yaiza Gallego.
La escultura del artista catalán ha llegado para quedarse durante todo un año en la plaza de Colón, después viajará por diferentes lugares del mundo. “A mí me encanta que la gente la considere suya y la piense, porque toca mucho las emociones pero cuando se retira crea un espacio un vacío enorme y eso también forma parte del arte, que cree vacío”.
Plensa, cuya voluntad desde hace años es sacar el arte a la calle, “de una forma democrática aunque la gente no te lo haya pedido”, asegura que quiere introducir belleza en el día a día, y así lo ha hecho con esta escultura inmensa en un sitio tan emblemático de la ciudad donde ha cambiado el paisaje.
“Creo que era fundamental introducir la ternura en el espacio público y que con esta pieza quiero que se produzca una relación humana, que forme parte de la comunidad, que sea una madrileña más que eso simplemente significa andar por la calle, porque cuando oigo la palabra extranjero me siento insultado”, expresa.
Con esta exposición se inicia un programa artístico organizado por el Ayuntamiento de Madrid, que consiste en mostrar durante un periodo de un año una obra de arte seleccionada por un concurso público en el antiguo pedestal de la estatua de Colón, que volvió al centro de la céntrica plaza. Un proyecto que contará con el mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson durante las tres primeras convocatorias.
Jaume, se considera principalmente escultor pero también destaca en otros ámbitos como en el de la poesía. Así describe a su niña:
«Nunca nadie ha visto directamente su propio rostro.
Creemos conocerlo gracias a la incierta imagen que nos devuelven los espejos.
Nuestro rostro es una duda que nos acompañará siempre.
Una duda que ofrecemos generosamente a los demás como el más fiel documento de lo que somos… de lo que creemos ser.
Cada rostro nos representa a todos.
Miles y miles de rostros entrelazados como palabras, como paisajes.
Como sueños.
Yo, tú, él, ella… El rostro nos pertenece a todos. Es el lugar común que nos convierte en comunidad, en el que hablamos todas las lenguas, en el que nos sentimos amados.
Julia está dirigida al corazón de nuestro ser.
Es un espejo poético y virtual en el que cada uno de nosotros pueda verse reflejado en sus preguntas más íntimas:
¿En qué y cómo podemos mejorar la vida de los que nos rodean? ¿De qué forma podríamos ayudar a los que pierden la casa o el trabajo?
¿Cómo ser útil a los que buscan un nuevo hogar huyendo de su país?
¿Habría alguna forma de frenar el hambre, la guerra o la violencia de cualquier género?¿En qué medida se debería educar a los niños para crear una sociedad más justa y tolerante?
Etc. Etc. Etc.
¡Tantos rostros, tantas preguntas…!».