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Yukio Mishima, el sublime artista tras la máscara

Hoy me siento inspirado. Y cuando yo me siento inspirado, vienen a mi cabeza nombres. No imágenes, ni sonidos, ni texturas. Nombres. Uno de los nombres que ronda mi cabeza con mayor frecuencia es el de Kimitake Hiraoka. Claro que, como soy un poco purista, el personaje al que dedicaré estas líneas no pasó a la historia por este nombre, sino por el de Yukio Mishima. Un autor polifacético e impredecible, conocido por sus novelas, ensayos, obras de teatro, declaraciones, y sobre todo, por su poético final.

Mishima nació en el barrio de Shinjuku, en Tokio, el 14 de enero de 1925. Su nombre original, Kimitake, significa “príncipe guerrero”. Pasó la mayor parte de su infancia a la sombra de su abuela, Natsu, quien separó al joven de sus progenitores. Natsu fue una anciana viciada, violenta y delirante que tenía antepasados lejanos en el clan Tokugawa, uno de los más poderosos de Japón durante numerosos siglos y la última familia que controló el país antes de la Restauración Meiji. La influencia que los valores de la abuela ejercieron sobre la personalidad de Mishima, cuyos pilares fueron la defensa del tradicionalismo y el carácter guerrero, explica la afinidad del joven por el nacionalismo japonés, uno de los tópicos que estarían presentes durante toda su obra.

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Yukio Mishima en su niñez. Abril de 1931

Fue un ferviente defensor de la estructura política que imperaba en Japón a su nacimiento. El emperador, que no hacía demasiado, había recuperado su verdadero poder desterrando a los Tokugawa, era el símbolo de la unidad de la nación. Era una figura venerada y respetada por los ciudadanos japoneses. A su vez, el emperador descendía directamente del linaje divino sintoísta. Estoy seguro de que podré explicar este tema con mayor claridad en otra ocasión, por lo que sigamos con Mishima.

Toda su vida lo atormentaron varios acontecimientos, tanto políticos como personales, pero sin duda el más determinante fue la Segunda Guerra Mundial. Yukio no pudo participar en ella por culpa de una enfermedad, lo que él percibió como una verdadera humillación. Unos síntomas de posible tuberculosis habían frustrado su sueño de convertirse en piloto kamikaze, literalmente “viento de los dioses”, los soldados que realizaban ataques suicidas. Su orgullo había quedado manchado al no haber podido participar en la contienda y ser recompensado con una muerte heroica en nombre del emperador. Tras la derrota japonesa y la reforma del sistema político, derribando al emperador Hirohito del pedestal que le mantenía unido a la divinidad, Yukio Mishima, con su nacionalismo exacerbado, se sintió profundamente humillado como ciudadano japonés. Esta derrota marcaría toda su vida y sería uno de las razones por las que decidió acabar con ella.

En cuanto a su vida privada, cabe recalcar que el escritor fue un aficionado al culturismo, pasando a la posteridad numerosas fotografías en las que posaba semidesnudo. Estas prácticas chocaban de lleno con la mentalidad tradicional japonesa, pero el autor puso su empeño en el ejercicio físico y se entregó a las artes marciales, destacando en el kenpō. Además, Yukio exhibía sin pudor sus ideas ultraderechistas, y disfrutaba dando charlas en las universidades japonesas, debatiendo con los estudiantes vinculados al Partido Comunista Japonés. Las personas que lo conocieron a fondo no dudan en afirmar que fue un personaje extrovertido y sofisticado, con una alta cultura literaria, y que atesoraba muy buenas amistades entre los estadounidenses, lo cual resulta cuanto menos irónico.

La calidad de su obra literaria es inmensa, además de su diversidad. Mishima escribió novelas como El rumor del oleaje (1954), El marino que perdió la gracia del mar (1963) o Confesiones de una máscara (1949), por las que es mundialmente reconocido. Sin embargo, también cultivó el relato, el teatro y el ensayo. Además de la creación literaria, antes de su muerte participó en ciertas representaciones cinematográficas, entre las que destaca Yûkoku (Patriotismo), corto que escribió, dirigió y en el que interpretó su propio suicidio.

Toda su vida le unió la amistad con numerosos personajes célebres de la historia de Japón. Cabe destacar a Shintarō Ishihara, autor y político nacionalista japonés, que posteriormente se convirtió en el Gobernador del Área Metropolitana de Tokio. Ishihara es conocido por sus posiciones políticas, abiertamente nacionalistas y en ocasiones racistas, pero también por sus obras literarias, entre las que destaca La estación del sol, un relato de 1956.

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Yukio Mishima (abajo) y Shintarō Ishihara (arriba) en 1956.

El otro autor al que Mishima estuvo vinculado hasta su muerte fue algo parecido a un mentor para él. Se trata de Yasunari Kawabata, uno de los escritores más sublimes de la historia de la literatura japonesa, que supo reconocer en Mishima el verdadero talento de un escritor, y no dudó en introducirlo en los herméticos círculos literarios japoneses en la década de los 40. Mishima le debía todo a Kawabata, aunque aún no quiero desvelar mucho. De este autor trataremos a fondo muy próximamente. Solo remarcaré el asunto del Nobel de Literatura.

Kawabata fue galardonado con él en 1968. Mishima no lo recibió, en parte por su temprano fallecimiento. Sin embargo, fue propuesto para el premio en más de tres ocasiones. Muestra es del respeto incondicional que Mishima sentía por su maestro que pretendía ofrecerle a este el premio en caso de ser galardonado con él. Sin embargo, Kawabata fue obsequiado con él más tarde, por lo que Yukio entendió que las posibilidades de que otro autor asiático ganara el premio eran escasas. Kawabata fue el segundo en lograrlo, después de Rabindranath Tagore, que lo ganó en 1913.

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Yukio Mishima (izquierda) junto a su maestro y colega, Yasunari Kawabata (derecha)

La vida de Yukio Mishima llegó a su fin como si se tratara de una obra de teatro escrita, dirigida y protagonizada por él mismo. Todas las incógnitas de su vida, todos sus tormentos confluyeron en un punto álgido y colmado de honor, que resultó ser el 25 de noviembre de 1970. Tres años antes, en 1967, Mishima se alistó en las Fuerzas de Autodefensa de Japón, el ejército que había quedado estipulado tras la ocupación estadounidense y la Constitución de 1946, que prohibe a Japón declarar la guerra y solo le permite defenderse de injerencias extranjeras. Dentro de las Fuerzas de Autodefensa, Mishima creó el Tatenokai (Sociedad del escudo), una milicia privada cuyo fin confidencial era restaurar el poder del emperador, que había quedado mancillado por los americanos.

Para alcanzar su fin, Mishima entrenó a esta milicia durante dos años, y antes del día de la verdad, dejó todos los asuntos de su vida cerrados. La frialdad con la que Yukio Mishima aceptó cuál sería su muerte lleva a pensar que realmente su vida fue, de principio a fin, una interpretación. El autor se aseguró de dejar dinero para que su esposa y sus dos hijos pudieran mantenerse. Además, la mañana del 25 de noviembre, envió a su editor la última parte de su tetralogía El mar de la fertilidad (1964-1970). Tras estos sucesos, Mishima se dirigió al campamento Ichigaya de las Fuerzas de Autodefensa Japonesas junto con cuatro miembros del Tatenokai.

Una vez se reunieron con el comandante del campamento, decidieron encerrarse en su despacho con barricadas y atar al comandante a una silla. El verdadero plan del Tatenokai había comenzado. Mishima, líder y cerebro de la milicia, había pasado cuatro años ideando a conciencia la estrategia que se encontraban a punto de llevar a cabo. El plan solo mostraba dos posibles resultados: la gloria o la muerte. Con un discurso previamente refinado, Yukio Mishima salió al balcón del campamento ataviado con el fastuoso uniforme de su milicia, y comenzó a entonar las palabras con las que pretendía inspirar a los soldados que le escuchaban a que se alzaran contra el orden político y restauraran el poder del emperador. Sin embargo, el autor no fue capaz de hacerse oír y sus proclamas fueron abiertamente rechazadas por los soldados. Al percatarse de esto, abandonó su propósito y regresó al interior del cuartel, donde se dispuso a terminar con su vida.

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Yukio Mishima el día de su muerte, durante su discurso a las tropas japonesas.

El método que escogió Yukio Mishima para suicidarse fue el seppuku, también conocido como harakiri, un ritual de suicidio tradicional utilizado por los samurai. Este representaba la forma más gloriosa de morir para un guerrero, y se encuentra recogido en el bushidō (camino del guerrero), el código ético samurai. Este consiste en clavar un arma corta en el estómago y realizar un corte de izquierda o derecha. Tras segundos de sufrimiento por desentrañamiento, se encarga a otro hombre que decapite al suicida, terminando con su sufrimiento. El hombre encargado de decapitar a Mishima fue Masakatsu Morita, otro miembro del Tatenokai. Sin embargo, Morita fue incapaz de hacerlo, por lo que otro miembro, Hiroyasu Koga, terminó el trabajo. Este posteriormente también decapitó a Morita.

Finalmente, sus restos fueron enterrados en el cementerio de Tama. Su muerte causó una enorme conmoción en la sociedad japonesa, así como en el mundo literario. Una de las personas que más sufrió por su muerte fue Yasunari Kawabata, su maestro y amigo. Aquel día, Japón perdió a un hombre extraordinariamente polifacético y talentoso. El alma de un verdadero artista alcanzó su fin en el escenario, brillando. Yukio Mishima fue un hombre complejo, atormentado y en ocasiones complicado, pero lo que se puede afirmar sin ningún tipo de duda es que vivió y murió con el honor intacto.

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