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Karmelo Iribarren: «Una vida sin amor es como una calle sin bares, falta algo ahí, algo esencial»

Karmelo: amor y desamor hacia la brevedad de la palabra

Karmelo C. Iribarren nació en San Sebastián en 1959. Ha escrito un sinnúmero de poemarios: Bares y noches (1993), La condición urbana (1995), Desde el fondo de la barra (1999), Otra ciudad, otra vida (2011), Haciendo planes (2016). También un libro de prosa poética: Diario de K de la editorial Renacimiento (2014 y 2016). Su obra ha sido plasmada en antologías como Un leve guiño de luz hacia la sombra (Ediciones 4 de agosto, Planeta Clandestino, 2011), No hay más (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2014) o Pequeños incidentes (Visor, 2017). Por último, cabe mencionar que la postrera antología del autor ha sido publicada en septiembre de 2020 también por Visor. Concretamente, se trata de su Poesía Completa (1993 – 2019). En dicha actualización se incluye su último libro: Un lugar difícil (XL Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla). 

En esta entrevista, el autor vasco, reflexiona sobre su poesía, el mundo de la hostelería que tanto ha marcado su mundo poético, influencias, literatura y más asuntos.

Pregunta: Los bares se ahogan y la mayoría de ellos optan por cerrar. ¿Qué opina al respecto, le apena esta situación?

Respuesta: El sector de la hostelería es uno de los más castigados por la pandemia. Claro que me apena. Los bares, las cafeterías… son los latidos del corazón de las ciudades. Una ciudad sin bares es imposible, o yo al menos no podría vivir en ella.

P: La referencia a los bares a lo largo de sus poemas es constante. ¿Karmelo Iribarren hubiese sido poeta en un mundo utópico en el que no existiesen los bares?  

R: Ese mundo utópico del que hablas yo lo veo más bien como una distopía, una palabreja que no me gusta nada, por cierto. El mundo utópico para mí sería aquel en el que no tuvieses ni que salir del bar, mientras llueve incesantemente en la calle. En cuanto a la poesía… Ni siquiera sé si soy poeta en esta realidad (esperemos que, mejor o peor, sí, porque le he dedicado tiempo y trabajo al asunto).

P: ¿Qué le diría el Karmelo Iribarren de ahora al joven solitario que entró en el orfelinato?

R: Le diría que dadas las circunstancias no lo hizo tan mal, que estoy orgulloso de él. Se trataba de seguir adelante, y eso hicimos, él y yo.

P: ¿Qué siente después de tantos años escribiendo? 

R: Son sensaciones encontradas. Por una parte, uno piensa que ha hecho algo, que tanto esfuerzo ha tenido su recompensa, por pequeña que sea. Pero también está ahí, al lado, la certidumbre que no eres, ni vas a ser ya nunca, el poeta que en algún momento creíste que llegarías a ser. Todo junto produce un cierto vértigo. En cualquier caso, son los lectores quienes tienen la última palabra. Más adelante, el tiempo dirá, aunque a mí me dará bastante lo mismo lo que pueda decir, claro.

P: ¿Qué ha significado el amor para usted a lo largo de su vida?  

R: El amor (y su reverso, el desamor) son sin duda la expresión máxima del sentir. Una vida sin amor es como una calle sin bares, falta algo ahí, algo esencial. Ciñéndonos a la poesía, el amor es uno de los grandes temas, con el paso del tiempo, o la pérdida de la juventud, la muerte y un par más.

P: ¿Consideraría que, algunos de sus poemas, son un reflejo de la percepción que tiene acerca del amor?  

R: Seguramente todos, mejores o peores, dicen algo sobre el tema. Pero el amor, como la poesía, es indefinible, solo permite que te acerques a él, con mayor o menor fortuna, pero él manda.

P: Hace 44 años publicaba su primer poema en la revista Barro. ¿Se imaginó en algún momento que su poesía sería disfrutada, leída y compartida por muchísimas personas? 

R: No pensaba en eso entonces. Ahora parece que tengo unos cuantos lectores. Supongo que es el resultado de mi insistencia, de no haberme dejado doblegar, de haber seguido escribiendo pese a todo. En cualquier caso, el olvido nos espera a todos allí delante, unos llegan antes, otros después, pero es la meta ineludible, como bien dijo Jorge Luis.

P: «Somos demasiados, no hay musas para todos». ¿El panorama poético está en auge o, como vociferan algunos críticos, el panorama no solo se está destruyendo, sino también renovando con rostros y voces jóvenes?

R: Mi percepción es que cada vez se lee más poesía. Y eso es bueno. Luego podríamos entrar en otro tipo de cuestiones, pero sería largo y tedioso. En cuanto a la cita irónica, parece que últimamente le ha dado a todo el mundo por escribir poemas, pero no veo ningún problema ahí, seguramente de la cantidad saldrá la calidad. Finalmente, este asunto de la poesía es algo demasiado “serio” como para dejarlo exclusivamente en manos de los críticos.

P: ¿Tiene alguna manía o manías a la hora de escribir?  

R: Ninguna digna de mención. Puedo escribir en cualquier parte y a cualquier hora. De hecho, escribo gran parte de los poemas mentalmente, cuando los paso al papel están casi resueltos, terminados. Pero solo escribo cuando el poema se pone pelma, cuando se convierte casi en una obsesión. Y lo hago, supongo, para quitármelo de encima y poder seguir tranquilamente con mi vida.

P: Aparte de Palabra sobre palabra de Ángel González. ¿Libro o libros que han marcado su vida? 

R: Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma. Canción sobre el asfalto, de Rafael Morales. Por citar solo dos.

P: ¿Qué poema, poemario o novela se le viene a la cabeza al pensar en el actual panorama político español?  

R: Cualquier novela policiaca, que me entretienen mucho, porque de lo que se trata es de que se me vaya cuanto antes de la cabeza ese tipo de pensamientos, que no conducen a ninguna parte.

P: ¿Publicará algún libro este 2021? 

R: Tengo poemas sueltos por ahí, pero últimamente apenas escribo. Igual ya es suficiente, para qué ampliar el desastre.

 

 

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