El triunfo de la película Unicorn Wars de Alberto Vázquez demuestra que hay otra forma de hacer animación en occidente
Unicorn Wars, de Alberto Vázquez, se alzó hace unas semanas con el Premio Goya a la Mejor Película de Animación en la gala de más reconocida del cine español. Después de tres años consecutivos con polémicas sucesivas en torno al vencedor en esta categoría, el cabezón fue entregado finalmente a la película favorita del sector más cinéfilo. Así, se evitó la agria controversia que podría haber surgido de haberse impuesto una película con una temática como la de Black is Beltza 2: Ainhoa, y además, se reconoció una apuesta original y de alta calidad. Unicorn Wars consolida en España una forma diferente de concebir la animación, que se aleja del “Paradigma Disney” al que estamos tan acostumbrados.
Y es que, ante las pocas posibilidades reales de triunfo de la cinta de Muguruza, el duelo más interesante de la velada fue el vivido entre el filme de unicornios y el del simpático explorador Tadeo Jones, que no recibió el distinguido mérito de la Academia en esta ocasión, al imponerse a él un relato bélico y gore protagonizado por sádicos osos amorosos y majestuosos unicornios. El triunfo del filme de la productora bilbaína Uniko – responsable de la también aclamada Psiconautas: los niños olvidados (2018) – sobre una de las franquicias estrella de Mediaset en España puede leerse bien bajo el prisma del desgastado relato del “arte contra el producto” (siempre discutible), aunque prefiero entender lo sucedido como una victoria del “menos” frente al “más”.
Y es que, si el hambre agudiza el ingenio, en el cine la falta de recursos (y de las presiones del mainstream más feroz) puede “invitar” a los realizadores a explorar otros lenguajes, a eliminar la “paja” para contar historias que, partiendo de su (falta) de posibilidades, difieran de los relatos de las omnipotentes Disney o Dreamworks , por poner solo dos ejemplos.
¿Menos es más?
No se trata de romantizar la precariedad o la falta de recursos, pues todo artista debería poder ejercer su profesión sin sufrir estrecheces o limitaciones. Sin embargo, en una industria como la cinematográfica, tan dada a producir relatos “bigger than life“, en muchas ocasiones nos vemos seducidos para idear historias espectaculares y grandilocuentes. Todos soñamos con desarrollar increíbles despliegues técnicos que, por más que nos empeñemos, no pueden competir con los espectáculos que ofrecen los gigantes de la animación.
Si bien Tadeo Jones ha sido un éxito en taquilla – por eso, la derrota en los Goya no se les habrá hecho muy amarga a sus responsables-, la película, a nivel técnico, se ve muy deslucida frente a sus influencias (y aspiraciones directas) de las factorías americanas de animación. Seamos honestos: Tadeo Jones no puede competir contra Mundo Extraño o hacer frente a la última entrega de El Gato con Botas, y siempre será percibido como un sucedáneo barato de este tipo de blockbusters, pese a contar también con numerosas virtudes.
Sin embargo, Unicorn Wars, con cuatro veces menos presupuesto que Tadeo, sí que puede mirar cara a cara estos films, pues la película de Vázquez ha sabido jugar sus cartas y participar en otra liga, negándose a competir con colosos que ya poseen la hegemonía en su campo artístico. ¿Se puede aspirar a crear una animación 3D más hermosa y técnicamente perfecta que la esgrimida por Toy Story 4? Probablemente no, si bien es posible explorar otras sendas ante esta derrota anticipada: este es el caso, por ejemplo, de Sony Pictures Animation, que dio un golpe en la mesa con su Spiderman: un nuevo universo (2018), poniendo de moda el nuevo estilo “3D con elementos 2D” que están adoptando tantas películas de animación recientemente.
David contra Goliath
¿Existe una correlación entre el presupuesto de una obra y las expectativas que genera? ¿Se puede hacer cine de regusto “underground” con el respaldo de grandes productoras? Aunque en ocasiones todos lamentamos que muchos proyectos e ideas originales no cuenten con el presupuesto, la atención y las oportunidades que quizá merecen, puede que sea esta marginalidad la que caracterice y defina la naturaleza de proyectos como Unicorn Wars que, para ser justos, no cuenta con un presupuesto desdeñable (3 millones de euros), pero tampoco comparable al de Tadeo Jones y la Tabla Esmeralda, que se produjo con 11 millones.
A lo largo de la historia, han sido numerosos los artistas que, expulsados de la industria, han desarrollado su actividad en los márgenes. Esta actitud y esta perspectiva outsider cuenta con sus evidentes desventajas, pero también ofrece perspectivas que, desde posiciones más privilegiadas, jamás podríamos imaginar. En el caso de la animación, tras la explosión del anime, parece que una nueva hornada de artistas está enfrentándose al “paradigma Disney” precisamente evitando la batalla, y transitando por otros caminos.
La victoria de Unicorn Wars no encaja exactamente en el marco del David derrotando a Goliath, sino más bien en el del David que, aburrido del imperio de Goliath, ha querido crear una nueva ciudad conforme a sus reglas.