Desde hoy, el día 23 de agosto estará marcado en el calendario del Bayern de Múnich como el día que se coronó campeón de la Champions del coronavirus. La única final de esta competición que se ha disputado en agosto, debido a la crisis de la covid, ha convertido a los bávaros en hexacampeones de Europa, hito que ahora comparten con el Liverpool.
Una final sin público, aunque sí con cánticos desde los banquillos, que produce una sensación extraña. Quizá sea añoranza, al no ver cómo los hinchas enloquecen con un gol que no sonó todo lo que podría haber sonado. En el minuto 59, Coman se encargaba de marcar el tanto más importante de su vida, entrando en la historia del fútbol. Como prometió, Flick salió con un equipo similar al de cuartos y semifinal -el único cambio en la alineación fue Coman en lugar de Perisic- con el firme objetivo de hacer su juego y arriesgar. Le salió bien.
Por su parte, el PSG, equipo que nos tiene acostumbrados a una verticalidad apabullante y a un ataque muy peligroso, nos ofreció un juego sin centro del campo y sin puntería. Empezaron el encuentro con una fuerte presión sobre la zaga alemana, que poco a poco se fue apagando. Thiago trataba de ayudar a sacar el balón, sobre todo a Boateng, el menos hábil con los pies, quién se retiraba lesionado a los 25 minutos.
Aunque quizá, la principal sensación que deja el partido, más allá del dominio de posesión del Bayern y, en general, su superioridad, fue la ausencia de las dos estrellas del PSG: Neymar y Mbappé. El brasileño, que optó por jugar en una posición mucho más adelantada que en las rondas previas, no consiguió lucirse con sus regates, ni con sus arrancadas, ni con sus jugadas trenzadas a base de paredes, ni mucho menos con sus goles -ha estado negado de cara al gol en esta fase final-. Fruto de esto fue un semblante de desesperación tras el gol del Bayern y un amargo llanto tras ver cómo se le escapaba la orejona. Mbappé, que sí protagonizó varias carreras con esa potencia que tanto le caracteriza, falló la ocasión más clara del partido. Un tiro sin potencia ni puntería que fue a las manos de Neuer, sin duda uno de los hombres del partido. Haciéndose grande, hizo paradas que dan títulos.
En definitiva, una final emocionante que mostró que ganar la Champions es muy complicado. Y más si no la has ganado antes. El resultado reflejó que la vieja escuela del fútbol europeo se impone a los petrodólares, que a base de gastar miles de millones buscan imponerse, sin éxito, al modelo clásico. Porque, para acceder a ese pequeño club que componen unos pocos equipos europeos, no basta con comprar la entrada.