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Milwaukee Bucks, campeón de la NBA 50 años después

Los Bucks se imponen a los Phoenix Suns liderados por un Giannis Antetokounmpo de leyenda

Los Milwaukee Bucks se proclamaron campeones de la NBA la pasada madrugada tras imponerse en el sexto partido de las finales a los Phoenix Suns por 98-105, cerrando así la serie con un resultado de 4-2. El equipo dirigido por Mike Budenholzer, cuestionado en varios momentos de la temporada, fue capaz de darle la vuelta a la final tras perder los dos primeros partidos y lograron el anillo venciendo cuatro encuentros de manera consecutiva, dejando a los Suns de Chris Paul, Devin Booker y compañía a las puertas de la gloria.

A pesar de la falta de atractivo que presentaba esta final para el público casual, lo cierto es que hemos visto posiblemente las mejores finales de los últimos años. O al menos unas muy, muy dignas. Dos equipos que si bien carecían del cartel con el que si contaban otros finalistas en años previos (los Warriors de Stephen Curry o Los Ángeles Lakers de LeBron James, por ejemplo), demostraron ser los mejores de sus respectivas conferencias, demostraron mayor capacidad de supervivencia que el resto de sus rivales y durante los seis partidos de estas finales, hicieron que mereciese la pena trasnochar para verlos en acción.

Phoenix Suns arrancó las finales al mismo ritmo que habían llevado durante todos los playoffs: un ritmo de apisonadora. El combo Paul-Booker jugó sus primeros partidos en unas finales como si fuese su pan de cada día y fueron capaces de marcar la pauta a su antojo. Pusieron a la defensa de Milwaukee en las situaciones que les interesaban y castigaron sin piedad cada debilidad que exponían.

Debilidades que por otro lado, eran las que ya se podían esperar en la previa. La capacidad de los Suns para explotar el pick and roll en todas sus variantes, sobre todo cuando Brook Lopez estaba en cancha, fue demasiado para Milwaukee en los dos primeros partidos. Si Lopez se hundía tras el bloqueo, ‘CP3’ y Booker los fundían desde la media distancia. Si salía a defender el tiro, DeAndre Ayton se colgaba del aro una y otra vez. Y si cambiaban en el bloqueo y Lopez se quedaba defendiendo a Paul o a Booker, cualquiera de los dos le superaba fácilmente por velocidad y suponía una canasta de manera casi automática. Tampoco sería justo reducir los problemas defensivos de los Bucks a la presencia del pívot, pero es cierto que desde el inicio de la serie fue la víctima predilecta de los Suns para generar ventajas.

En el otro lado de la cancha, la merma física que arrastraba Antetokounmpo tras la lesión sufrida en finales de conferencia y la buena defensa de Suns (muy pegajosa, muy versátil) fueron argumentos suficientes para que Milwaukee apenas superase los 100 puntos en los dos primeros partidos. Como resultado de todo esto, el 8 de julio el marcador de las finales reflejaba un 2-0 a favor de Phoenix Suns, y la serie viajó a Wisconsin para la disputa del tercer y cuarto partido. Y allí cambió todo.

Y es que no hay nada como volver a casa para sanar las heridas y empezar a ver las cosas de otra manera. En ese momento, a dos partidos del abismo y con la alargada sombra de experiencias pasadas en playoffs detrás, en las que Budenholzer se ganó la fama de ser un entrenador con poca cintura, con pocos recursos para cambiar la deriva de una eliminatoria adversa, el entrenador de los Bucks movió las piezas que necesitaba, especialmente en defensa, y cambió la cara de su equipo por completo. Lo que en los primeros partidos era un agujero en el centro de la defensa de Milwaukee se convirtió en una máquina de forzar pérdidas de balón y generar dudas en el ataque de los Suns. Todo a partir de las figuras de Jrue Holiday y de Giannis Antetokoumpo.

Comenzando por el base, a partir del tercer partido Jrue dejó de ser una pieza más en defensa y se hizo cargo de la defensa individual del líder en cancha de Phoenix. Dio igual si el que dirigía el juego era Paul o Booker, Holiday se encargó de hacerles la vida imposible y logró cambiar radicalmente la final a partir de su defensa. Su habilidad para pasar bloqueos, para mantenerse pegado al atacante y para meter la mano en el momento justo rompió el ritmo en ataque de los Suns, que aunque por momentos lograron llevar a cabo su idea de juego, nunca recuperaron la producción ofensiva de la que hicieron gala ya no solo en los dos primeros partidos, si no en todos los playoffs.

Como culminación de este superlativo nivel defensivo, quedará en la memoria de los aficionados y en especial, de los seguidores de Milwaukee, el final del 5º partido. Con la eliminatoria empatada a 2 y a 20 segundos del final, los Bucks se encontraban tan solo un punto arriba tras haber perdido una ventaja cercana a los 10 puntos en los últimos minutos. Los Suns, liderados en ese momento liderados por un Devin Booker encendido (40 puntos) tenían la última posesión para darle la vuelta definitivamente al partido y viajar al 6º partido en Milwaukee con ventaja en el marcador global. En ese momento, Jrue Holiday decidió que, simplemente, eso no iba a ocurrir. Arrancó el balón de las manos de Devin Booker cuando este buscaba una penetración y en el contraataque, sirvió un balón perfecto para que Antetokounmpo cerrase el partido con un alley-oop espectacular. Historia de las finales.

Así las cosas, fueron finalmente los Bucks los que viajaron de vuelta a Milwaukee con ventaja en el marcador y con la oportunidad de cerrar la final en casa. Llegados a este punto, Giannis Antetokounmpo sentenció.

Una vez superadas sus molestias físicas, Giannis fue, simplemente, demasiado para los Suns. Sin importar quien le defendiese, a partir del tercer partido Antetokounmpo anotó y machacó por encima de todos en un lado; e intimidó y taponó a todo lo que pasaba a su alrededor en el otro. Y si no que se lo digan a Ayton, que cuando parecía tenerlo todo a favor para machacar y poner el empate en el marcador del 4º partido a poco más de un minuto para el final, se encontró con el griego a más de 3 metros de altura, en un tapón espectacular que a la postre, dio a Milwaukee la victoria en aquel decisivo cuarto partido, al que los Bucks llegaban 2-1 abajo.

Su confirmación definitiva como uno de los mejores jugadores de la actual NBA era ya palpable desde hace algunos años, más aún en estos playoffs, pero Giannis decidió grabar su nombre en la historia de la NBA con letras de oro en el sexto partido. Su actuación es histórica, inédita, el culmen de unas finales que quedarán en la retina de los aficionados por muchos años. Sus 50 puntos (50 puntos!), 14 rebotes y 5 tapones son cifras que nunca se habían registrado en un partido de las finales de la NBA. Decidió el partido desde el dominio de la pintura en ambos lados de la cancha como no se veía desde Shaquille O’Neal, y llevó en volandas a su equipo al anillo, el segundo de la franquicia tras el logrado en 1971 de la mano de Kareem Abdul Jabbar.

Además, esta actuación no solo le da a Giannis su primer anillo, si no que le eleva al siguiente nivel, hasta alcanzar el Olimpo de la actual NBA. Su nivel y su liderazgo han servido para resolver todas las dudas sobre su capacidad para ser el líder de un equipo potencialmente campeón y callar todas las voces que lo etiquetaban como jugador de temporada regular. Habrá tiempo para hablar de su historia, pero Giannis, a sus 26 años, ha llegado para quedarse y codearse con los mas grandes. Independientemente de lo que pase de ahora en adelante, su nombre y su dorsal colgarán del techo del Fiserv Forum, como afirmaba soñar la primera vez que pisó la cancha de los Milwaukee Bucks. Ha roto esa barrera que separa a los grandes jugadores de los mejores, cumpliendo por el camino con la última misión que Kobe Bryant le encomendó años atrás. Ha trascendido al siguiente nivel, ha comenzado su leyenda.

Honor para Phoenix Suns, que luchó hasta el final con todo lo que tenía. Un equipo cuya última presencia en playoffs fue hace más de diez años, que se ganó el corazón del mundo NBA con su actuación en la burbuja de Orlando y que encandiló a miles de aficionados, servidor incluido, por su juego y carácter durante esta temporada. Pese a Giannis, tuvieron sus oportunidades tanto en el quinto como en el sexto partido de estirar la serie hasta al menos el game 7, pero no estuvieron acertados en los tiros clave y cuando está todo en juego, cada error se paga. Si Chris Paul renueva como todo parece indicar, volverán el año que viene, eso sí, ya como candidatos al anillo y no como equipo revelación.

Así las cosas, los Milwaukee Bucks son los nuevos campeones de la NBA. Un campeonato justo y merecido, que sirve como consagración de un proyecto que por momentos se tambaleó. Volverán a ser candidatos el año que viene, aunque con un estatus renovado, un trofeo Larry O’Brien más en sus vitrinas y una exigencia aún mayor. Hasta entonces, hasta que la competición les vuelva a poner contra las cuerdas, pueden presumir de ser los campeones de la mejor liga del mundo.

 

 

 

 

 

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