El suicidio es un grave problema social que cada dos horas y media se cobra una víctima
Según los últimos datos que ha recogido el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 en España se suicidaron 3.671 personas, cifra que tras la pandemia se ha incrementado de forma alarmante. Depresiones a tempranas edades, falta de apoyo social, dificultades a la hora de encontrar ayuda profesional y un difícil ambiente familiar son solo unas pocas de las razones por las que cada vez más adolescentes no consiguen llegar a la edad adulta. Un problema que pese a ser tan grave y estar tan extendido apenas se trata en medios.
En todas las redes sociales y entre todos los jóvenes es cada vez más habitual encontrar expresiones relacionadas con la muerte. Desde estar cansados por las expectativas que tratan de alcanzar, la desilusión con su presente y el pesimismo de un futuro incierto, los adolescentes cada vez integran con más naturalidad frases como “me quiero morir” “si me atropellan me hacen un favor” y multitud de vídeos en los que aparecen todo tipo de construcciones con el verbo morir. Cada vez más jóvenes caen en depresión y no es extraño que medicamentos como el lorazepam para la ansiedad y la paroxetina para la depresión se encuentren entre el recetario de chicos entre 15 y 24 años.
Los antidepresivos son el medicamento más buscado en internet, única vía para millones de adolescentes ante el bajo estado de ánimo, el sentimiento de vacío, los trastornos del sueño y la pérdida de interés por la vida. El acoso y el abuso de sustancias como el alcohol y las drogas acrecienta el problema del suicidio entre las personas de este rango de edad. La falta de apoyo en muchas escuelas hacia los grupos afectados por esta situación agrava la sensación de vacío y de abandono que sienten las víctimas de tales sucesos.
También se suman a estas cifras de muertes muchos jóvenes que pertenecen al colectivo LGTBI que acaban quitándose la vida por la fuerte discriminación que sufren en las aulas o bien por el hecho de no poder mostrarse tal y como son debido a un entorno intolerante. Este problema no solo existe en Europa, en países como Cuba existe desde 1898 un Programa de Prevención de la Conducta Suicida que tiene como objetivos: evitar el primer intento suicida, que se repita ese primer intento y que acabe realizándose el acto.

Los factores de riesgo del suicidio en niños se deben en primer lugar al entrono familiar. Ser un hijo no deseado, con el rechazo que ello supone, en mayor o en menor medida afectara psicológicamente al menor. Si los padres poseen algún tipo de trastorno mental también es más probable que estos rasgos determinen la crianza de los niños que mostrarán mayor predisposición al suicidio. Las enfermedades psiquiátricas graves como los trastornos del humor y la esquizofrenia, trastornos de conducta, los de adaptación y ansiedad toman un gran protagonismo como mayor riesgo a la hora de considerar el suicidio.
Es importante considerar que muy pocas veces el primer paso es la consumación de este acto, se empieza con cambios en la actitud, en expresiones relacionadas con la muerte que a menudo camuflan en humor. Cambios en la alimentación, trastornos de sueño, de carácter y la dificultad en el desarrollo de actividades cotidianas son algunos de los indicativos de que el adolescente esta pasando por una depresión que podría derivar en suicidio.

Prestar atención a estos signos es el primer paso para poder ayudar a una persona que se encuentre en esta situación. El suicidio ya supera en muertes a los accidentes de tráfico. Cada día se suicidan al menos diez personas y son datos alarmantes que habría que tener en consideración. Datos que se han incrementado debito a la pandemia en la que muchos jóvenes se vieron forzados a convivir con su familia y a aislarse socialmente. Existen números habilitados las veinticuatro horas del día para aquellas personas que necesiten ayuda.
Hablar sobre el suicidio no conlleva que las personas que sufren depresión acaben realizándolo si no que, por el contrario, evita que esos pensamientos suicidas lleguen a desembocar en muerte. Escuchar a la persona en esta situación, apoyarla y buscar ayuda profesional es la clave para evitar que más adolescentes pierdan la oportunidad de vivir una vida satisfactoria.