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Opinión y militancia

La militancia en la actualidad se confunde con la fidelidad, y la fidelidad se pretende convertir en subordinación.

 

Alfonso Guerra presentó su nuevo libro de memorias La rosa y las espinas la pasada semana, acompañado de Felipe González, en el Ateneo de Madrid. La novedad era que ambos apareciesen juntos, pero más sorprendió que los dos exdirigentes socialistas se posicionaran de tal manera en contra de la amnistía a los políticos catalanes procesados por su acción en el procés. El exvicepresidente llegó a tildar a Pedro Sánchez de “desleal” y “disidente”, mientras que González secundó su indignación afirmando que no podía haber amnistía al no ser “políticamente aceptable” y “no entrar en la “Constitución”. “No podemos dejarnos chantajear”, sentenció el expresidente socialista. Por menos, el PSOE expulsó del partido al hijo del histórico sindicalista y exsecretario general del PSE, Nicolás Redondo Terreros, curiosamente una de las personalidades que acudió al evento, que pronto se despojó de su carácter literario inicial.

Ante los juicios de Alfonso Guerra y Felipe González, José Luis Ábalos se sumó a las críticas que se habían emitido desde el PSOE a los dos históricos socialistas, alegando la inconveniencia de sus opiniones en la tesitura política actual. “Hay que saber cuándo conviene expresarlas y a quién sirve”, adivirtió el exministro. El eufemismo de la inconveniencia no es más que eso, un eufemismo. Lo que se entiende de estas palabras de Ábalos es que la opinión debe estar condicionada al relato oficial que se emita desde el partido. Por desgracia, esta práctica es habitual en el resto de formaciones políticas. El cisma que protagonizó Vox este verano, tras la salida de su portavoz parlamentario y uno de sus fundadores, Iván Espinosa de los Monteros, tuvo mucho que ver con los recelos que despertaba la voz discordante del exportavoz parlamentario en la nueva cúpula de Santiago Abascal.

Jorge Buxadé, vicepresidente de Acción Política y una de las figuras que más peso ha cogido en la toma de decisiones en Vox en los últimos tiempos, publicó un artículo en el que defendía que no es necesario tener opinión de todo. “El posicionamiento no es personal, sino político, y por ello comunitario o colectivo, y debe ser adoptado en el partido y por el partido”, esgrimió Buxadé. La consigna es clara: tu opinión debe secundar la del partido. El hecho de tener un criterio propio que diste de la posición oficial atenta contra la integridad del partido. Normalmente, la posición de un partido en la actualidad la marca la directiva del mismo en ese momento; por tanto, uno no arremete contra el partido, sino contra la visión de los hechos que se imparte desde arriba.

Todo lo que no sea un discurso homogéneo se entiende como una debilidad, más que como un factor natural dentro de un organismo repleto de perspectivas sobre las que se debería fundamentar una posición política. La militancia en la actualidad se confunde con la fidelidad, y la fidelidad se pretende convertir en subordinación. Un partido debe acoger distintas sensibilidades que nutran un discurso político, y no cohibir o cortar directamente aquellas que no concuerden con lo que se quiere proclamar desde lo alto de la formación. En este caso, ni el bagaje político de sus figuras ha mantenido a Alfonso Guerra y Felipe González al margen de los reproches de sus compañeros de partido, por hacer visibles sus desavenencias con la estrategia que, parece, se pretende emprender desde la dirección actual del PSOE. De momento, el expresidente y exvicepresidente del Gobierno no correrán la misma suerte que Redondo, pese a que ya se acumulan los desencuentros entre los antiguos y los nuevos socialistas.

Esta práctica censora tan extendida, y normalizada, en los partidos políticos nacionales no hace más que mermar la opinión individual que cada militante pueda tener. Incita a un borreguismo que no debería invadir la política, pese a que se haya instalado de manera cotidiana en las Cortes Generales desde hace un tiempo. La militancia debe su compromiso a las siglas de un partido, no al secretario general o presidente de turno. Se debe tener el derecho a opinar, o posicionarse como diría Buxadé, de manera distinta a la dirección del partido sin que eso merezca crítica o censura alguna. La adulación sustituye a las ideas y evita que éstas florezcan en la política, que debe regirse por el debate de las ideas, en vez de por la conveniencia de las mismas.

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