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Escribir sobre dejar de escribir

Bartleby y Compañía de E. Vila – Matas. Editorial: Seix Barral

Se llama «escritor» a aquella persona que escribe, pero ¿cómo llamaríamos a aquellos que escriben sobre el hecho de dejar de escribir? Seguramente, uno de los autores que podría responder a esta pregunta o al menos intentarlo sería Herman Melville. Poeta, ensayista, novelista y escritor que nos ha dejado obras que han marcado un antes y un después dentro de la literatura universal como Moby Dick (1851). No obstante, para responder a la pregunta formulada anteriormente podríamos recurrir a una de sus obras más laureadas por los críticos literarios: Bartleby, el escribiente. La novela narra la historia de un copista que trabaja en una oficina de Wall Street. De forma repentina un día deja de escribir y cuando le preguntan los porqués se esconde bajo su egregia fórmula: «Preferiría no hacerlo».

Antes de adentrarnos en escribir sobre el hecho de dejar de escribir, me gustaría aclarar un término. Concretamente: ¿A qué llamamos “Bartleby”? Para explicar dicha palabra debemos apelar a la emblemática figura de Borges, que menciona en el prólogo escrito para los cuentos de Melville en 1943: «Bartleby prefigura a Franz Kafka. Su desconcertante protagonista es un hombre oscuro que se niega tenazmente a la acción». Sin embargo, no estoy aquí para hablarles de la figura de Melville, Borges o Kafka. Estoy aquí para hablarles, como he dicho anteriormente, del simple hecho de escribir sobre dejar de escribir. Se me viene a la cabeza una de las mayores obras que he leído nunca. Esa de un tal Enrique Vila-Matas, al que (con todo el respeto hacia la Academia Sueca y Murakami) le daría mañana mismo el Nobel de Literatura si lo tuviese aquí conmigo. Cuando digo obra tendría que decir OBRA. Así, con letras mayúsculas. Se trata de Bartleby y Compañía.

En Bartleby y compañía, el hilo conductor que mueve el libro es rastrear Bartlebys. Es decir, seres que se niegan a escribir inspirados y amparados bajo el copista de la novela de Melville y siempre repitiendo su fórmula: «Preferiría no hacerlo». Mediante notas que se van exponiendo a lo largo del desarrollo encontramos a muchos autores que se han visto afectados de alguna forma. Destacan nombres como el de Rulfo, Rimbaud, Salinger o el propio Kafka. Todos ellos atormentados por sus fantasmas, y sobre todo, por el “No” y justamente así los llega a denominar Enrique “los del No”.

Hay que ser muy valiente para escribir, pero hay que ser el doble de valiente para escribir sobre dejar de escribir. Sin ir más lejos, Enrique no puede estar más acertado con el célebre pensamiento del escritor y moralista francés Jean de la Bruyère que da pie al comienzo del libro: «La gloria o el mérito de ciertos hombres consiste en escribir bien; el de otros consiste en no escribir». Se me vienen a la cabeza algunas cuestiones: ¿cuál es la tangente para escribir sobre dejar de escribir? O dicho de otra manera: ¿cuál es el límite de aquellos que escriben para que un día dejen de hacerlo? ¿Cuál es la línea que toca el escribiente para reunirse con los “autores del No” de los que habla Vila-Matas?

Uno de los curiosos casos que se cuentan en este libro. Desde mi punto de vista, uno de los más grandes de la literatura contemporánea es el de Rulfo y su tío Celerino. Enrique Vila-Matas explica que cuando se le preguntó en Caracas a Rulfo sobre por qué no escribía, este último respondió: «Pues porque se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias (…). Pero era muy mentiroso. Todo lo que me contaba eran puras mentiras, y entonces, naturalmente, lo que escribí eran puras mentiras».

Si cavilamos un poco, todos aquellos que escriben o han intentado escribir forman o han formado parte del grupo, aunque sea durante un tiempo determinado, de los “Escritores del No”. Vila-Matas rastrea Bartlebys en su obra y expone las situaciones de grandes autores de la literatura universal. No obstante, hoy en día muchos escritores se exponen a ese atormentado diálogo entre el No y el Sí a la escritura. Nunca se sabe. Sin ir más lejos, igual este artículo es consecuencia de un No. Del hecho de no querer escribir o pensar en dejarlo algún día y pasar a formar parte –como estoy haciendo ahora mismo– de aquellos que escriben sobre dejar de escribir.

Y si el autor de este artículo en algún momento se convierte en un Bartleby refugiado bajo la fórmula del: «Preferiría no hacerlo», recuerde, querido lector aquello que dijo Duchamp: «Las palabras no tienen absolutamente ninguna posibilidad de expresar nada. En cuanto empezamos a verter nuestros pensamientos en palabras y frases todo se va al garete». Nunca se sabe. Igual tanto usted como yo después de leer este artículo ya nos hemos convertido en un Bartleby sin compañía o como diría Toteking en su famosa canción Bartleby & Co., inspirada en el libro de Vila-Matas, podríamos empezar a: «Fantasear con la idea de no escribir más y dejar de ser una sombra de la realidad».

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