Dedicado a todos aquellos con psoriasis y problemas dermatológicos
Vivimos en un mundo donde los prejuicios, las miradas inquisitorias están a la orden del día y son provocadas por desconocimiento, por lástima o por aversión. Por eso, para que los niños no llamen «niño varicela» a niños con psoriasis o te miren mal por quitarte la camiseta en la playa, es necesario dar a conocer, normalizar y saber en qué consiste esta piel camaleónica. Para ello, es conveniente explicar primero las dos preguntas que siempre nos hace la gente al vernos: ¿Qué te ocurre? ¿En qué consiste la psoriasis?
La psoriasis es una enfermedad cutánea producida por la aceleración del ciclo de vida de nuestras células causando que se acumulen unas encima de otras, formando así las famosas escamas o manchas rojas.
Esta patología genética no tiene cura, aunque sí existen decenas de tratamientos que, dependiendo de la persona, son más o menos eficaces en unos que otros. Desde el sol hasta los corticoides con efecto rebote. Cada uno debe conocer su enfermedad y ver qué le hace mejor (a mí me va bien el mar mediterráneo, el sol y la crema de karité, pero eso en este artículo no es importante).
En mi caso, llevo una década con esta montaña rusa y aún no la conozco en su totalidad, pero sé donde se sitúan las bajadas más pronunciadas de esta montaña rusa y, además, por mi experiencia, diría que eso es lo más importante. Durante estas bajadas de vértigo, tenemos picores, calmados habitualmente presionando con la uña en la escama rebelde o a través de cremas hidratantes; irritaciones provocadas por los cambios bruscos de temperatura como ocurre cuando entras en un autobús de Madrid en el mes de agosto donde una vez dentro, no sabes si te has teletransportado a los fiordos noruegos; pero sobre todo tenemos problemas de autoestima que pueden ser vistos como ir en la vagoneta de esta montaña rusa sin cinturón, cuesta abajo y sin frenos complicando enormemente el control durante el descenso.
La psoriasis, como muchas otras enfermedades dermatológicas, crea una sensación de inseguridad constante. Piensas que eres el centro de todas las miradas en todo momento e incluso muchas veces cuestionas si tus allegados más cercanos no te quieran o no quieran quedar contigo por sentir cierto rechazo visual a tus montañitas generadas por el ansia de vivir de nuestra piel.
Por si eso no fuera suficiente, en muchas ocasiones evitas cualquier tipo de contacto físico por el qué dirán o simplemente porque te causa molestia debido a la sensibilidad de nuestra piel. Y en otras muchas ocasiones, intentas tapar a toda costa las imperfecciones que dejas a la luz cuando vas a darte un chapuzón en el mar. Tras el baño, nuestras manchas se tiñen de un color rojizo mostrando lo que hay. Un color positivo ya que significa que está habiendo un proceso de curación gracias al salitre. Estos ejemplos son algunos de los miles que podría señalar como rasgos de esta enfermedad.
Por ello, puedo decir que la psoriasis genera fantasmas con los que debes combatir sin olvidar que es algo con lo que vas a convivir (de momento) hasta el resto de tus días. Unos fantasmas o monstruos como los que encontramos en el libro La Piel de Sergio del Molino, donde el autor analiza distintos personajes históricos que han tenido psoriasis como puede ser la cantante Cindy Lauper y cuenta cómo afecta este mal de dermis en su vida cotidiana y en sus decisiones.
«Tendrá que hacer como yo: mirar a los demás para evitar mirarse a sí mismo», decía Sergio del Molino en La Piel. En ciertos momentos, esos fantasmas condicionan nuestras acciones provocando la irrupción de una coraza por temor a no ser comprendido o incluso, a que se rían de ti. Además, en muchas situaciones «miramos a los demás para evitar mirarnos a nosotros mismos».
Somos lo que somos y no por eso debemos infravalorarnos que suficiente tenemos con lo que tenemos y aprender a gestionarlo. Es más, la psoriasis, a largo plazo, nos ayuda a desarrollar una gran fortaleza mental y permite que nos conozcamos mejor.