Es un pensamiento demasiado generalizado el de que el mal comportamiento de “nuestros políticos” es el reflejo de la “corrupción” de la sociedad española y de sus hábitos culturales y educativos.
Es cierto que la educación y filosofía de vida de una sociedad en concreto influye en el funcionamiento de un sistema político, teniendo a los países nórdicos o Suiza como modelos “ideales” de transparencia y pulcritud de la vida social y, por tanto, política. Sin embargo, achacar a la sociedad y al comportamiento de los ciudadanos españoles la existencia de una corrupción sistemática y endémica es hacer un ejercicio de reflexión, en mi opinión, un poco vago.
La culpa no es de los españoles, es de la clase política. La única responsabilidad que tenemos los ciudadanos sobre la corrupción es el análisis y sobre el tratamiento anecdótico de este “mal español” . Cuando sale a luz el Caso Gürtel o el recién Caso Mediador nos limitamos únicamente a atacar a los imputados y organizaciones políticas o sindicales implicadas, pero no nos damos cuenta de que la corrupción, así como la falta de la misma, tiene su causa en las instituciones y en las leyes que las rigen.
Con el hit mediático del recién Caso Mediador, los españoles tenemos dos opciones, o bien criticar la poca vergüenza de los políticos del PSOE y envidiar a los nórdicos por sus “honestos políticos”, como siempre hacemos, o bien conocer, desvelar y cambiar las deficiencias del propio sistema, que es donde se halla el origen del problema.
Y es que la falta de una real representación política, el escaso poder de control de los ciudadanos sobre las instituciones o las constantes injerencias partidistas de los órganos judiciales, así como conocer el buen funcionamiento de los Estados democráticos “ideales” son cuestiones mucho más relevantes y constructivas para cambiar la situación que limitarse a decir que la corrupción es intrínseca en los españoles y que, por tanto, no tiene ninguna solución.
El problema no está en la educación, y muchísimo menos es un reflejo de la cultura española. Ni si quiera se halla en la falta de decencia de algunos políticos. Es necesario entender que, tanto el origen como la solución del problema se halla en la ley, en el sistema y en el control democrático sobre la clase política.