Ayer saltaba la noticia de que el mundial de 2034 se celebrará en Arabia Saudí, y esto no es más que un nuevo síntoma de lo que es el «fútbol moderno»
Está bastante claro que desde hace ya muchos (demasiados) años el fútbol es otra cosa que nada tiene que ver con los valores del deporte ni con aquellos trabajadores británicos que comenzaron a dar patadas a un balón hace más de un siglo. ¿O sí?
Quizás hoy en día el fútbol se parece más a ese deporte que en sus inicios no era otra cosa que el pasatiempo de aquellos ricos que tenían tiempo para invertir jugando con un balón de cuero. Ahora el balompié no es otra cosa que ese “juego de caballeros”, de nuevo, con la diferencia de que ahora los señores no dan patadas a un balón si no que negocian el futuro de este juego con el único y exclusivo objetivo de ganar dinero, y cuanto más mejor.
La noticia de que la FIFA había concedido el mundial de 2034 a Arabia Saudí no me sorprendió, ni siquiera un poco. Mi reacción fue tan fría como aquel que espera pacientemente a que ocurra algo que es evidente que va a suceder. Solo esperas, en silencio, expectante. Y, lo peor de todo, es que dudo que a ningún aficionado a este deporte le pillara por sorpresa el anuncio.
Es muy sencillo, “era la única opción”. Con un golpe maestro, Infantino se quitó de encima tres confederaciones con el mundial de 2030: la UEFA (España y Portugal), la CAF (Marruecos) y la CONMEBOL (Uruguay, Paraguay y Argentina). Y, teniendo en cuenta que el mundial de 2026 correrá a cargo de la CONCACAF (EE.UU, México y Canadá), las únicas opciones que quedaban para 2038 eran la AFC y la OFC, o lo que es lo mismo: Asia y Oceanía, respectivamente. Pero todos sabemos que Infantino no da puntada sin hilo y menos cuando el dinero manda.
Es aquí cuando la vergüenza vuelve a salpicar al mundo del fútbol por culpa de su presidente y junta directiva. Pese a todas las denuncias que se hicieron por parte de organismos como Amnistía Internacional, se vuelve a llevar un evento de las dimensiones de un mundial de fútbol a un país en el que el respeto a los derechos humanos es algo que ni se conoce ni se quiere conocer.
Después de ver las escandalosas cifras de trabajadores muertos durante las obras de construcción de los estadios en Qatar que a nadie le pille por sorpresa si la historia se vuelve a repetir. Seguramente vayamos a vivir otro despropósito de mundial de invierno que trastoque todas las ligas europeas y que sea sofocantemente agotador.
El mundo no aprende, mejor dicho, los poderosos no aprenden. No se han enterado de que el sportwashing es una práctica deleznable que lo único que hace es manchar la imagen del deporte que tantas personas aman en todo el mundo. La gente que tiene capacidad de decisión se escuda en que “esto es una oportunidad de desarrollar el deporte en otras zonas del mundo”. Sin embargo, esta mentira hace mucho tiempo que nadie se la traga ya.
Regalar eventos como este a países donde las mujeres no son libres, los homosexuales no pueden expresarse, los obreros trabajan en condiciones de semiesclavitud… solo sirve para desarrollar una cosa y una cosa nada más: la riqueza de aquellos que hacen negocio con el fútbol.
Mucho se habla de lo que se llevó Rubiales regalando la Supercopa de España a este mismo país pero, me temo, que nunca llegaremos a saber qué es lo que se lleva Infantino de todo esto. Por mucha reforma que se hiciera de la FIFA sigue siendo el mismo nido de oscuridad e intereses individuales que era antes de que saltaran todos los escándalos de Joseph Blatter, y de Joao Havelange antes que él.
El fútbol hace mucho tiempo que no es de los aficionados, de los niños que jugaban en las calles con cualquier cosa a la que poder dar una patada, de los que se reúnen en los bares desde hace décadas. El fútbol es un negocio más, así de claro. Y uno muy rentable si se juegan bien las cartas que hay en la baraja (o si se hace trampas).
Los jugadores ya no fichan por pasión, por emoción de crecer como profesionales, por la ilusión de vestir los colores que desde pequeños soñaron con lucir. Los jugadores ya solo fichan por los ceros en sus contratos.
Se han cargado el fútbol de una manera tan sádica y sucia que han hecho cómplices de todo eso a los aficionados. A todos aquellos que fueron a Qatar y a todos aquellos que irán a Arabia Saudí. A todos los que llevan una camiseta con un patrocinio como Fly Emirates o Qatar Airway.
Nos han hecho cómplices de sus delitos. Nos han robado el fútbol.