A la espera del recuento de algunos estados clave, Joe Biden se sitúa en la cabeza de la carrera electoral, y con su posible victoria, deja atrás cuatro años de la era Trump. Desde que se celebraron las elecciones el pasado martes, el panorama estadounidense ha estado lleno de altibajos. El presidente Donald Trump se declaró ganador sin que hubiera terminado el recuento de votos y declaró las elecciones como “fraudulentas” porque “los votos no pueden ser emitidos tras el cierre de urnas”, declaró en su twitter haciendo referencia al recuento de votos emitidos por correo.
«Todo voto ha de ser contado”, anticipaba el político demócrata Bernie Sanders el pasado 24 de octubre en una entrevista con Jimmy Fallon. En ese momento, Sanders fue capaz de predecir la situación a la que se enfrentaría su país los días tras la cita electoral.
El mundo entero mira expectante hacia algunos estados clave, donde el recuento persigue y los resultados están muy reñidos. El voto popular no asegura la victoria, como se pudo apreciar en las elecciones presidenciales de 2017, donde Hillary Clinton ganó por voto popular. Ganar en cada estado es clave para asegurar una victoria.
Cuatro estados determinarán quién será el futuro presidente. Esta mañana, Biden lideraba en Arizona y Nevada; Trump, lideraba en Pensilvania y Georgia. Si Biden consigue mantener su liderazgo en estos dos estados, tiene la victoria asegurada con 270 votos electorales, el número justo para ganar. Ahora bien, si Trump le arrebata uno de esos dos, se hará él con la victoria. La situación está muy reñida y hay que seguir el recuento sin bajar la guardia.
Los cuatro años de la era Trump han puesto el mundo global patas arriba. Desde el principio, Trump se amparó en su emblemático logo proteccionista America First. A través de este logo ha justificado su salida del Acuerdo de París, su retirada del acuerdo nuclear con Irán y, en plena pandemia, el abandono de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son cuatro años en los que, también a nivel interno, ha sembrado el caos y la polarización de la sociedad norteamericana. Un mandato presidencial de constantes pugnas comerciales con China, el gigante asiático que se alza como potencia global. Hay que reconocer también que Trump ha sido capaz de acercarse al magnate norcoreano para la desnuclearización de Corea del Norte. Aunque el mes pasado, Biden consideró este acercamiento como el apaciguamiento que se hizo a Hitler durante la II Guerra Mundial.
La política exterior que se ha llevado a cabo estos años tiene un tono realista. Trump antepuso las relaciones bilaterales entre grandes potencias, bien sea por su peso económico- como China-, o porque tienen armas nucleares- como Irán o Corea del Norte-, a las relaciones multilaterales.
Trump llegó a la presidencia con un discurso incendiario que ataca importantes libertades sociales, como la libertad de prensa o, en este caso, ataques al propio sistema democrático negando la validez del recuento de votos. La era Trump deja una sociedad altamente polarizada y movilizada, con importantes alzamientos populares en contra del racismo institucionalizado, movilizaciones a favor del movimiento feminista #metoo o protestas negacionistas. Una vez pase la tormenta electoral y salgan los resultados finales, EE. UU. se queda con un legado volátil, donde las protestas y movilizaciones de ambos lados políticos tan solo acaban de empezar. El político que emerja como ganador tendrá que hacer frente a un mandato complicado, que además viene marcado por una pandemia altamente politizada.