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viernes, 22 septiembre, 2023

Antolín Pulido: “Soy uno de esos que morirá en un accidente”

Antolín ha sido partícipe de varios conflictos bélicos como brigadista internacional y es autor de varios libros

Obligado a huir de España por la dictadura siendo solo un niño, Antolín Pulido guarda una interesante historia tras vivir gran parte de su vida en Cuba y luchar en diferentes conflictos internacionales como brigadista. Actualmente está retirado y se dedica a escribir libros en los que cuenta sus hazañas y memorias.

Pregunta: Para alguien que no te conozca, ¿quién es Antolín Pulido?

Respuesta: He tenido varios nombres, sobre todo por los pasaportes azules de la ONU. Antolín Pulido es alguien que ha hecho en su vida siempre lo que le ha dado la gana y lo ha pagado muy caro, porque las buenas acciones tienen su correspondiente castigo. La verdad es que he sido muy libre, pero he viajado tanto que no he podido disfrutar de esas cosas cotidianas de las que disfruta la gente. Sigo siendo el mismo chaval que sigue teniendo las mismas aspiraciones, no sé si es que no he evolucionado o qué será.

P: Cuentas que a los ocho años un policía te pegó una paliza en Talavera de la Reina que te quitó el miedo a morir y te enseñó quién era el enemigo. ¿Qué impacto tuvo en ti?

R: Me impactó, pero no fue para tanto. Yo tenía ocho años y llevaba material y propaganda de la CNT en una bolsa de las olimpiadas porque todo eso se lo daban a los niños, no se podía sospechar. Pero me pillaron, me llevaban persiguiendo bastante tiempo, me metieron en un cuatro latas de la guardia civil y me llevaron al cuartel. Ya en el cuartel me metieron en las caballerizas y me empezaron a pegar, a cada golpe que me daban me mandaban dos metros atrás, de hecho, me hicieron dos derrames internos. Yo pensaba que me iban a matar. Después llamaron a mi padre para que viniera a buscarme y ya en casa la cosa se quedó entre él y yo, no le dijimos nada a mi madre.

Cuando volví a España tras el fin de la dictadura en 1978 me volvieron a pegar. Llegué a conocer a Billy el Niño en la Puerta del Sol, pero al final me bajaron a los calabozos. Si te bajaban a los calabozos tenías suerte. Lo peor era que te subieran a la cuarta planta, dejaban las ventanas abiertas y de los golpes de las palizas te caías. Luego decían que te habías suicidado. Estuve encerrado dos días sin comer y sin beber y cuando salí decidí irme de España.

P: Emigraste muy joven huyendo de la dictadura. ¿Cómo fue tu juventud en Cuba?

R: Mi juventud fue la que desea cualquier persona: ser libre, libros gratuitos, grupos musicales, incluso podías conocer a cualquier persona que a ti te interesase, como por ejemplo a Silvio Rodríguez y hablar con él; también tuve de profesor a Mario Benedetti, un conocido escritor uruguayo. Estuve viviendo en la isla de la juventud y luego en La Habana, la verdad es que lo pasé muy bien.

Aunque también lloré mucho. Con 16 años me puse muy enfermo y me enamoré de mi médica, se llamaba Jimena. Se quedó embarazada, ella tenía a su madre en Chile y fue al país a comentárselo. En esa época estaba vigente el régimen de Pinochet y acabaron tirando a mi mujer de un helicóptero, los famosos viajes de la muerte. Yo creía que le habían dejado parir, pero hace dos años me enteré de que un piloto de helicóptero puma confirmó que habían tirado a una mujer embarazada. A partir de ahí me dediqué a estudiar como un loco para tener una buena formación y utilizarla para luchar contra el enemigo.

Antolín en un homenaje| Fuente: Instagram @pulido.antolin

P: Fuiste brigadista internacional y participaste en distintos conflictos. ¿Cómo fue tu experiencia?

R: Primero estuve en Angola con el ejército cubano como voluntario, no como brigadista. Como yo tenía tres licenciaturas empecé con el grado de teniente, esto también pasa en España, si alguien con una licenciatura o grado se incorpora al ejército se le da el grado de oficial directamente. Hicimos una misión contra el ejército de Angola y el de Sudáfrica, que estaban muy preparados y contaban con el apoyo de Inglaterra y Estados Unidos, pero nosotros teníamos gente muy buena poniendo minas anticarro, fue una cuestión más de logística.

Yo ayudé conduciendo. Nos acabamos metiendo en un edificio que estaba guardado por un centinela sudafricano, al que esposamos. Resulta que dentro había presos y detenidos que deducimos que eran de nuestro bando y los rescatamos. Finalmente, sí que lo eran y a mí me dieron el rango de mayor, que en España sería similar al de comandante, aunque ya me llamaban comandante de antes.

Sin embargo, la experiencia como voluntario en un ejército no me gustó. Posteriormente hicimos una agrupación de brigadistas con base en Canadá. No dependíamos de nadie y además teníamos mucho dinero porque algunos artistas nos apoyaban para evacuar niños y esclavos en zonas de guerra. Eso me gustó más.

P: ¿A qué te dedicabas como brigadista?

R: Cada uno se especializaba en algo, teníamos esa formula de trabajo y a mí por desgracia me tocó el tema del tráfico de órganos de niños. Investigué mucho el modus operandi, cómo funcionaba, las diferencias entre África y América Latina. Primero llegaba una ONG que los cuidaba y curaba y después, casualmente, algunos desaparecían. En América Latina llegaban con aviones, cogían a los niños, les quitaban las piezas que les interesaban y los dejaban muertos tirados por ahí.

En Marruecos estas prácticas se realizan en hospitales, que por cierto son de Estados Unidos e ilegales. El gobierno lo sabe, pero le da igual. Los principales clientes son los europeos con hijos con problemas de salud o que les falta algún órgano, viajan a Marruecos a los hospitales. A los niños, todavía vivos les quitan las piezas que necesiten y se las ponen a los que pagan. El precio mínimo de esto es de cuatro o cinco millones de euros. Me especialicé en esto, pero realmente hice de todo.

También rescatábamos esclavos. Desalojamos granjas de engorde de niñas, recibíamos chivatazos de gente que veía mal estas prácticas que nos decían dónde estaban los campamentos y granjas. Íbamos, los rescatábamos y los llevábamos a Senegal. También rescatamos niños de minas de oro y de coltán, de granjas de cacao e incluso salvándolos de las maras en Centroamérica. A veces hemos tenido que pegar a los niños porque se resistían.

Pulido trabajando como brigadista | Fuente: Web oficial de Antolín Pulido

P: ¿Cuál era vuestro método de actuación?

R: No reivindicábamos nada, no decíamos quiénes éramos, cuando nos íbamos de un sitio quemábamos las pruebas. No dejábamos rastro alguno. Esta estrategia se basa en una frase que escuché en Colombia que es “Las águilas no matan moscas”. Y es muy cierto, nosotros éramos esa mosca que siempre molestaba. Siempre teníamos buena información y logística.

P: ¿Los suministros los obteníais vosotros u os los proporcionaba alguien?

R: Nosotros teníamos mucho dinero, los coches por ejemplo los comprábamos directamente a Toyota. Una vez compramos 40 coches con los que podíamos ir fácilmente a 120-140 kilómetros por hora por el desierto, que es una barbaridad. El armamento también lo comprábamos. Sin embargo, la logística recaía en la gente local o de comandos que iban por delante de nosotros. Ellos preparaban todo y nosotros ejecutábamos. Estos colaboradores nunca supieron quiénes éramos, teníamos prohibido hacernos fotografías e incluso hacernos tatuajes para evitar que nos reconocieran.

P: Viviste nueve años con una bala incrustada en el cuello, ¿sigues teniéndola todavía?

R: Durante una misión me rebotó una bala en el cuello, la bala venía sin fuerza, pero se me quedó clavada justo en el cuello. Era una bala de calibre de siete milímetros más o menos. Las balas en la guerra están hechas para herir, porque sale más rentable herir a alguien que matarlo. Si lo hieres, esta persona necesita que la cuiden, lo que supone menos personas luchando.

Pero esta bala era diferente, entonces tuve mucho miedo, incluso pensamos que podía tener uranio. Seguí con la bala en el cuello hasta que en Malí pisamos una mina antipersonas con el coche, esto hizo que la bala se moviera. Entonces me puse muy mal de salud y vine a España para que un médico la extirpara. En este tiempo que estuve preparándome para que la sacaran empecé a escribir. La operación fue fácil, me quitaron la bala y la glándula paratiroides.

P: Los viernes vas a la Puerta del Sol a recriminar las acciones allí realizadas, ¿no?

R: Los viernes por las mañanas voy a la Puerta del Sol con un cartel que dice: “En este edificio la Guardia Civil y la Policía torturaba y mataba”. Normalmente me insultan, me llaman rojo e incluso han llegado a enseñarme una pistola. Ahora llevo una cámara con la que grabo todo y la coloco en el cartel, entonces si me pasa algo publicaré todo.

 

P: Te refieres a ti mismo como “uno de esos que morirá en un accidente”, ¿a qué te refieres con eso?

R: En un principio la frase iba a ser: “Soy de esos nadie que vale menos que la bala que los mata”. La frase es porque estoy amenazado de muerte desde hace muchos años por varias partes. El caso más duro fue cuando me secuestraron los Águilas Negros investigando el tráfico de órganos en Colombia. Son los criminales más salvajes, te trocean con motosierras. Estos Águilas Negros pusieron valor a mi cabeza, pero Cuba volvió a salvarme la vida.

En España me amenazó un antiguo miembro de la UIP, amigo de Billy el Niño. Le he denunciado varias veces, pero como era de los antidisturbios todo se queda en nada. Me la tiene jurada, me ha enseñado la pistola varias veces. No sé su nombre, pero sé su número y letra de placa, aunque dicen que no pueden encontrar ninguna información. Ya ha habido varios intentos de asesinato, es muy duro, aunque llegas a un punto en el que empieza a darte igual porque si vienen a pegarte dos tiros no importa que vayas armado, no te da tiempo a defenderte.

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