Kelly Reinhardt da la vuelta al convencional género hollywoodiense con una película emotiva y estética que se saborea poco a poco
First Cow no es el tipo de película que acostumbramos a ver en el cine. En general, al igual que el resto de películas de A24, no todos los espectadores pueden apreciar o entender por qué es una obra de arte. Kelly Reinhardt nos transporta a los inicios del capitalismo, en la primera mitad del siglo XIX en Estados Unidos.
La trama es simple: Cookie es un cocinero que se deja llevar por el vaivén de la vida y termina viviendo en un poblado de Oregón. Un día llega la primera vaca, perteneciente al gobernador, a la que todos quieren poseer y ordeñar. Cookie (John Magaro) y su amigo, un inmigrante chino (Orion Lee), se las apañan para ordeñarla a escondidas por la noche, y con su leche comienzan a hacer unas galletas que comercializan. El negocio rápidamente roza el éxito y se adapta al sistema de la oferta y la demanda, del trueque y del mercado de valores.
Este filme, un tipo de western poco convencional, está basado en la novela The Half Type, de Jonathan Raymond. La manera en la que trata a los personajes con cada uno de sus planos crea una relación de amistad tierna y melancólica, que se verá afectada por las adversidades del sistema en el que entran. Lejos de los estereotipos del género masculino, la actitud de ambos personajes rechaza los arquetipos propios de los westerns que acostumbramos a ver. La película comienza mostrando dos esqueletos enterrados juntos, lo que nos da a entender que ambos protagonistas vivieron juntos hasta el fin de sus vidas (fin que queda abierto a la opinión del espectador). La relación de ambos rompe también con los estereotipos de la masculinidad en las relaciones de amistad.
Un ritmo ‘al paso’
Lento, pausado y paciente. Así es el ritmo de First Cow. Reinhardt dedica mucho tiempo y delicadeza a cada uno de sus planos, guardando perfectamente el estilo de sus películas. La fotografía es probablemente lo que más llama la atención del filme, pues los colores, la luz, la posición de los actores y las escalas de plano, hacen de cada una de las imágenes una obra de arte. La duración de los planos representa la velocidad de la vida en aquellas circunstancias, contradictoria al ritmo al que crecía el sistema capitalista. Una inteligente metáfora que reduce el comienzo de los Estados Unidos a los pequeños poblados en los que convivían indios nativos y las primeras generaciones de blancos.
En definitiva, First Cow es otra perspectiva hacia un género clásico de Hollywood, con una sensibilidad única y un punto de vista más personal. Una película especial que va a su propio ritmo y cuida mucho su estética. Una delicada puesta en escena y una magnífica interpretación por parte de Magaro y Lee. Un filme que estará en el top de los de este año y que conmoverá a muchos en la gran pantalla.