La ciencia detrás del corazón roto
Si sabemos que el amor, el odio o la tristeza son experiencias que se generan en el cerebro, ¿por qué hablamos entonces de corazones rotos? ¿Es posible que se rompa realmente un corazón? Descubrimos al síndrome de Takotsubo.
Desde la sexta semana en el vientre de nuestras madres hasta el día en el que fallecemos, el corazón se mantiene en continuo movimiento. Combina sístoles y diástoles (contracciones y dilataciones) para permitir un flujo ininterrumpido de sangre. Los latidos se enlentecen cuando dormimos y se aceleran cuando hacemos deporte; antes de un examen los notamos hasta en la garganta, y cuando recibimos una noticia inesperada parecen detenerse por completo.
La respuesta, en general, es que no. Por mucho que a veces nos llevemos las manos al pecho y el dolor parezca concentrarse justo detrás de las costillas, lo más normal es que el corazón siga palpitando. Incluso cuando sufrimos un infarto, dañándose realmente las paredes del corazón, la ruptura en el sentido físico de la palabra es una complicación desdeñable.
Sin embargo, aunque infrecuente, sí que es posible que el corazón se rompa, desgarrándose y provocando, por lo tanto, la muerte del individuo. Hablamos de un síndrome muy poco habitual, descrito por primera vez en Japón en la década de los noventa: el síndrome de Takotsubo.
Características de la enfermedad
La presentación de esta enfermedad es muy similar a la de un infarto. Los pacientes acuden a urgencias por un profundo dolor opresivo debajo del esternón, dificultad para respirar y angor mortis o angor animi; una convicción genuina y extremadamente angustiante de estar a punto de morir.

A diferencia del infarto, la enfermedad de estos pacientes no proviene de un daño en las arterias que alimentan al propio corazón. Lo que destaca es la forma anómala que este adquiere, contrayéndose de modo asíncrono e ineficaz. El Dr. Hikaru Sato y su equipo, del Hiroshima City Hospital, fueron los primeros en dar nombre a esta patología. Las imágenes que obtuvieron de sus pacientes les recordaron a una trampa para pulpos típica de Japón; una especie de vasija que en el idioma nipón se llama takotsubo (蛸壺), y así la bautizaron.

En esta imagen se muestra un tipo especial de radiografía que permite observar el corazón. Vemos el órgano perfilado en el centro, protegido por las costillas a la derecha de la imagen. En el momento de la sístole el corazón no se contrae como debería, se deforma como una vasija, provoca dolor y fracasa la irrigación sanguínea.
La causa del Takotsubo
Tras estudiarla a fondo y empezar a detectar casos en el resto del mundo (que hasta entonces recibían diagnósticos imprecisos equivalentes a infartos o espasmos vasculares) se vio que se trata de una patología que afecta principalmente a mujeres de edad avanzada, habitualmente tras haber sido expuestas a un evento particularmente estresante como la muerte inesperada de un familiar, abusos, peleas o condiciones laborales extenuantes.
El pronóstico es, no obstante, benigno. Es decir, en la gran mayoría de los casos se presenta como una condición reversible que, si bien puede presentar recurrencias, no suele ser la causa de la muerte de la paciente.
A pesar de los avances en la caracterización de esta enfermedad, no ha sido posible explicar todavía su causa. Aunque se sabe que el estrés es un importante detonante, no se ha podido dilucidar por qué a unas personas les sucede y a otras no. ¿Predisposición genética? ¿Estilo de vida y factores similares a los de un infarto? No se puede afirmar con certeza.
Un corazón roto
Como adelantábamos al principio, un porcentaje pequeño de estos pacientes puede presentar una complicación que le ha ganado a esta patología el sobrenombre de “enfermedad del corazón roto”. Porque, efectivamente, existen individuos en los que esta contracción anómala puede ser tan violenta que ocasiona la ruptura de las paredes del corazón con resultados catastróficos para quien la sufre.

En esta ecografía del corazón, podemos intuir de nuevo esa vasija y, a su lado, su complicación más temible: la ruptura de la pared libre del ventrículo izquierdo.
Cuando esto ocurre, la sangre que debería eyectarse hacia la cabeza, el tronco y las extremidades se dilapida a través de la herida. Se produce entonces la muerte del paciente, bien por hemorragia o por taponamiento cardíaco (la propia sangre que emana hacia el exterior del corazón se acumula contra sus paredes, “aplastándolo” e impidiendo así que vuelva a llenarse tras cada contracción).
En conclusión: sí, es posible que se nos rompa el corazón, pero las probabilidades son muy remotas. El dolor que sientas en el pecho tras tu próximo desengaño será real, pero lo más probable es que tu corazón siga latiendo, acompañándote diligente durante todo el proceso.
Para los más curiosos, en el siguiente enlace encontraréis un artículo médico con el desarrollo de un caso real de esta enfermedad.


