El artista catalán vuelve a demostrar en el Príncipe Felipe frente a 6.500 personas que su música se vive y se celebra por todo lo alto
Antonio Orozco y el Príncipe Felipe, una bonita historia de unión. Todavía con la resaca emocional que dejó las Fiestas del Pilar, el recinto maño se volvió a vestir de gala para recibir a uno de los artistas más queridos del país.
La Gira De Mi Vida no era un solo nombre llamativo, por algo lo decía. Las puertas se abrieron a las 19:30 y en el ambiente ya se respiraba algo especial. Merchandising afuera y en el interior, y dos horas después, una silueta infantil proyectada aparecía para que Antonio Orozco diera el primer paso a una noche de diez.

Un inicio que despertó al recinto
El concierto arrancó con El Tiempo No Es Oro, Hoy y Que Me Queda, tres temas que funcionaron muy bien de inicio. Con una energía serena pero firme, el artista y su banda dejaron claro que el día 14 de noviembre iba a ser único.
Sobre el escenario, la formación era justa y necesaria: batería, dos guitarras eléctricas, bajo y teclado. Nada sobraba y nada faltaba. La calidad del sonido acompañaba, y el público no tardó mucho en moverse hacia la euforia.
El verdadero punto de giro llegó con Ya Lo Sabes, uno de esos himnos de su repertorio. El recinto respondió con las manos arriba, marcando el pulso y elevando un ambiente que anticipaba que lo mejor aún está por llegar.

El viaje emocional que todo el mundo esperaba
Sin pausa y con una naturalidad que solo los grandes dominan, Antonio Orozco siguió el viaje con Devuélveme La Vida, El Viaje, Te Estaba Esperando y Lo Inevitable. Temas que han acompañado a diferentes generaciones y anoche encontraron un eco poderoso en Zaragoza.
Uno de los momentos más sorprendentes llegó con El Problema Fue La Solución, que desató una ola de palmadas que retumbó en todo el Príncipe Felipe. Demostración de cómo la interacción natural entre Orozco y su gente lo puede conseguir todo.
Si hubo un instante que terminó de romper cualquier barrera, fue Llegará. La energía se disparó por completo, la gente levantándose de las butacas, se multiplicaban las escenas de padres abrazando a hijos y toda una ciudad cantando a pleno pulmón.
El desenlace de una noche preciosa
La recta final se construyó sobre algunos de los temas más icónicos de su carrera. Te Esperaré y Mi Héroe generaron uno de los aplausos más sonoros de la noche, especialmente este último, que siempre actúa como una herida y una caricia a la vez.
Se abría paso a Estoy Hecho De Pedacitos De Ti, una interpretación delicada, íntima y muy humana. Un h¡mno del país se convirtió en un paréntesis de calma que permitió al público respirar antes del final.
La celebración volvió con Temblando, Hoy Será y Lo Que Tú Quieras Soy, tres temas impecables. Y como cierre inevitable, Entre Sobras y Sobras Me Faltas, canción en la que Antonio Orozco terminó de abrazarse a sí mismo y a todo Aragón.
La música tiene ese extraño poder de explicar lo inexplicable, de ponerle nombres a emociones que muchos sienten pero pocos saben expresar. El Príncipe Felipe lo hace de nuevo con La Gira De Mi Vida, haciendo honor a su nombre y a la propia capital. Hay artistas que hacen show y luego los que hacen hogar, y Antonio Orozco fue ambas cosas.

