Un total de nueve piezas fueron sustraídas
Las imágenes que deja el robo en el Louvre de este domingo podrían servir como el tráiler idóneo para una nueva película de ladrones de guante blanco. Pero no: para las autoridades francesas se trata de la mayor actuación de un grupo organizado en una pinacoteca del siglo XXI.
Todo ocurría entre las 9:30 y las 9:40 de la mañana del domingo, 30 minutos después de la apertura de puertas. Según el recién nombrado ministro del Interior francés, Laurent Nuñez, la banda irrumpió en la Galería Apolo, situada en el primer piso del museo. Todo indica que se trataba de un grupo claramente profesional, ya que en tan solo siete minutos de reloj pudieron acceder a la sala y salir con el botín. En el exterior, un camión con una escalera extensible estaba aparcado en la calle, mientras los ladrones lograban entrar por una ventana con la ayuda de una cortadora de disco. Tras cumplir su cometido, abandonaron el lugar en moto. Así pusieron en jaque al museo más visitado del mundo, con cerca de 9 millones de visitantes durante el pasado año.
Hoy miércoles el museo de la capital parisina vuelve a abrir sus puertas a los visitantes para recuperar la normalidad, desde el domingo que se mantuvo cerrado tras el robo. La galería Apolo seguirá cerrada con carácter indefinido.
La ‘Joya de la Corona’
Los ladrones sabían perfectamente dónde entraban y qué iban a encontrar en el interior de la galería seleccionada: entraban en la Joya de la Corona. En la Galería Apolo se exhiben las vitrinas con las joyas de la monarquía francesa. Poco queda de aquella monarquía extinguida tras la Revolución de 1789, cuando se vendieron muchos de sus objetos más valiosos.
Más concretamente, lo que se encontraban en aquellas vitrinas databa del siglo XIX: piezas que pasaron por las manos las familias imperiales de Napoleón y su sobrino Napoleón III. Las joyas habían pertenecido a la emperatriz María Luisa, esposa de Napoleón; a su cuñada, la reina Hortensia de Holanda; a la reina María Amelia, esposa del último rey de Francia, Luis Felipe; y a la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III. De esta última también fue sustraída una corona, aunque fue recuperada, con daños, cerca del museo.
Seguridad en los museos franceses
La ministra de Cultura, Rachida Dati, sostiene que los protocolos funcionaron correctamente. La alarma sonó y los responsables de la galería, cinco empleados en ese momento, siguieron los pasos establecidos. Dieron aviso a las autoridades y desalojaron a los visitantes por precaución. Sin embargo, desde la fiscalía, señalan que, respecto al sistema de alarma, «o los agentes no las escucharon o no sonaron en la galería» pese a que se activaron, lo que podría haber retrasado la intervención policial.
El Louvre es uno de los museos que más tesoros alberga en su interior. Pudiendo robar pinturas mundialmente conocidas como la Mona Lisa, los ladrones decidieron actuar sobre las joyas. Las obras pictóricas nunca podrían ser vendidas ni expuestas, mientras que los artefactos son más fáciles de convertir en dinero dentro del mercado negro. Son objetos fáciles de romper, desmontar, fundir y de vender por partes, aunque perderían, eso sí, el valor original. En cualquier caso, su precio seguiría siendo suficientemente considerable. Las autoridades francesas califican el robo de «valor incalculable», tanto por su valor relevancia histórica como cultural.
Los museos franceses en ¿peligro?
Más allá ha ido el ministro de Justicia francés, Gérald Damanin, quien ha reconocido las deficientes condiciones en las que se encuentran las instituciones culturales en el país galo en términos de seguridad, catalogando la situación como «una imagen lamentable de Francia» y entiende que «todos los franceses se sientan robados».
Según el ministro Nuñez, los museos franceses se encuentran en una situación vulnerable ante el incremento de la audacia de las bandas dedicadas al robo de arte. El mes pasado en el Museo Natural de París, unos ladrones sustrajeron oro en estado mineral por valor de 600.000 euros, destinado al mercado negro. También en septiembre, una banda robó porcelana valorada en mas de 9 millones de euros de un museo de Limoges, en el sur de la capital.
Otros robos
En los 230 años de historia del Louvre son muy pocos los robos que se han registrado. El más reciente fue en 1998, cuando fue sustraído el paisaje del artista del siglo XIX Camille Corot Le Chemin de Sèvres (El Camino a Sèvres).
El más ambicioso, sin embargo, fue el robo de la Mona Lisa en 1911. Aquel año, un hombre, Vicenzo Peruggia, escondido toda la noche en un armario del museo sustrajo ‘La Gioconda’ de Leonardo da Vinci. Salió del museo a la mañana siguiente con el cuadro envuelto en su bata y oculto bajo el brazo. No fue hasta el día siguiente al robo cuando los responsables de sala del museo se percataron de la falta de la mirada más famosas del mundo. El ladrón, un nacionalista italiano, pretendía devolver la obra a su país de origen. Finalmente, en 1914, la pintura regresó al Louvre cuando las autoridades encontraron a Peruggia tratando de vender el cuadro en Florencia.
Ahora, la policía francesa intenta dar caza a los autores del robo. También la unidad de la Interpol encargada a los Delitos contra el Patrimonio Cultural podría actuar si existen lazos de criminalidad internacional. Puede que los capturen pronto, pero es probable que las piezas sustraídas ya se encuentren en paradero desconocido. Se ha abierto una investigación por robo en banda organizada. Un robo que vuelve a poner de manifiesto la vulnerable situación en la que se encuentra nuestro patrimonio cultural.

