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viernes, 22 septiembre, 2023

Jóvenes a contrarreloj

La productividad se ha convertido en una necesidad para las nuevas generaciones, rodeadas de mensajes que condenan el sedentarismo. Ya sea por necesidad económica o mental, los jóvenes llenan sus agendas con estudios, trabajos y entrenamientos, reduciendo el tiempo de ocio a la mínima expresión. Gabriel Ródenas, psicólogo y vocal de la Asociación Nacional de Psicólogos y Residentes: “Para consumir tenemos que producir, y así se basa todo nuestro sistema actualmente”.

Levantarse. Media hora de gimnasio. Una hora hasta el trabajo. 12 horas de consultas. Otra hora de vuelta a casa. Estudiar las lecciones atrasadas del doble máster. Cenar. Dormir. Es un día como otro cualquiera en la vida de Beatriz Martín. A sus 27 años, compagina tres trabajos como psicóloga en la Clínica Despertares, en el Centro Médico Boadilla y en el centro Tejiendo Redes, a la vez que cursa online los másteres de Psicología Infantojuvenil y de Psicología General, junto con un curso de inglés. Mientras, saca tiempo para escribir un libro guía para la prevención contra el acoso sexual en la infancia. “Hago todo esto, pero, paradójicamente, siento que no es suficiente”, explica Martín, durante la única hora de la tarde en la que no tiene citado a ningún paciente. “Siempre sientes que te gustaría hacer más cosas”, admite.

Su ejemplo se enmarca en la “dismorfia de la productividad”, un término establecido por la periodista Anna Codrea-Rado, con experiencia en medios como la “BBC” o “The Guardian”, y que consiste en la sensación de no dar lo suficiente a pesar de trabajar en exceso.

Al igual que ella, miles de jóvenes llenan diariamente sus agendas con tareas ineludibles que reducen el tiempo de ocio a su mínima expresión. Según Gabriel Ródenas, psicólogo especialista en psicología clínica y vocal de la Asociación Nacional de Psicólogos y Residentes, “Desde hace unos años, con unos modelos más sociales, basados en el neoliberalismo, se nos transmite que hay que ser productivos para conseguir alcanzar la felicidad”.

El movimiento Slow anima a ralentizar los ritmos de vida

Productivos. Un adjetivo cada vez más elogiado en los últimos tiempos. Si consultamos la RAE, la segunda acepción de la palabra nos da la pista del papel que tiene en el funcionamiento del mundo actual. “Que es útil o provechoso”. “Todos estamos envueltos en una misma cultura y lo primero es ser consciente de ello. Somos consumidores, al fin y al cabo. Para consumir tenemos que producir, y así se basa todo nuestro sistema actualmente”, comenta Ródenas, quien, aunque admite que la productividad es necesaria, advierte de no llevarla al extremo. “Hay que rentabilizar el tiempo de trabajo con el tiempo de descanso”, afirma.

Saber frenar

Para Beatriz Martín, ese descanso viene de la mano de algún fin de semana en familia, en el que aparca sus estudios online por unos días, o de media hora de gimnasio cuando tiene tiempo. “He aprendido a estructurar y negociar”, afirma. “Al final, he tenido que soltar”. Carl Honoré, escritor y defensor del movimiento Slow, que consiste en ralentizar los ritmos de vida cuando sea necesario, opinó en una charla de BBVA sobre la reducción del tiempo dedicado al ocio: “Estamos corriendo por la vida en lugar de vivirla”. Según él, “en un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder”.

Algunos jóvenes trabajando en un proyecto | Fuente: Pixabay

Muchos jóvenes, sumidos en la dinámica de la productividad, encuentran en esta rutina de tareas constantes una forma de sentirse bien consigo mismos. “No me siento bien cuando estoy vagueando”, afirma Diego Salete, cofundador de la marca de ropa vintage Lifelong Trends. Recién graduado en el doble grado de Estudios Internacionales y Administración y Dirección de Empresas de la Universidad Carlos III de Madrid, ha compaginado sus estudios con su trabajo en la marca desde 2019.

Una marca que, a estas alturas, ya acumula casi 55 mil seguidores en Instagram, red social desde donde promocionan sus productos. Ahora, meses después de dejar las aulas, dedica la mayor parte de su vida a la empresa.

Pero, como alentaba Ródenas, Salete ha sabido imponerse su momento de descanso diario al final de cada jornada: “Termino de trabajar a las siete de la tarde, y a esa hora hago hobbys o actividades de baja intensidad. Y, si puedo descansar o quedar con mis amigos, mejor aún”. Además, Salete encuentra tiempo cada día a las siete y media de la mañana para ir al gimnasio.

“Creo que nunca he sido tan productivo como este año”, asegura. Y es que, según calcula, entre las nueve horas diarias entre semana y el tiempo dedicado a actualizar las redes sociales durante el fin de semana, puede llegar a las cincuenta horas semanales dedicadas a su proyecto. Para él, este modo de vida le produce “satisfacción”, y le hace estar “orgulloso de sí mismo”.

Cuenta de Instagram de Lifelong Trends, marca de ropa de Diego Salete | Fuente: Instagram

¿La productividad da la felicidad?

Lo mismo piensa Adrián Pérez, director del medio universitario El Generacional, un proyecto que lleva en pie desde 2018, mientras cursaba primero de Periodismo y Comunicación Audiovisual. “Si no tengo cosas que hacer, me afecta a nivel mental. Estoy más triste”, confiesa el joven de 22 años, que compagina su labor en el medio con su último año de carrera. Para él, cada día comienza revisando toda la información que se publicará en el día en El Generacional, continúa en la universidad, y se completa algunos días con sus entrenamientos de fútbol sala en el equipo municipal MV Chamartín. “Siempre he sido una persona que no quiere quedarse de brazos cruzados”, sentencia Pérez. Adrián es una de esas personas que necesita ser productivo para sentirse “pleno”.

Como él, muchos otros jóvenes buscan llenar la agenda para sentirse bien consigo mismos. “La mayoría de los chicos y las chicas están metidos en un sistema de consecución de logros, calificaciones y méritos, porque de alguna manera van generando currículum del que algún día dependerá su sustento y economía”, destaca Ródenas.

Esto último le toca muy de cerca a Isabel Celorio, estudiante de Diseño Gráfico en la Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología (ESNE), que se ha visto obligada a compaginar su último año de carrera con un trabajo a jornada completa tras trasladarse a Madrid desde su Asturias natal el pasado septiembre. “Si no trabajo, no puedo permitirme vivir aquí”, asegura. Para ella, la productividad supone una necesidad económica, pero también admite que estar ocupada le hace “sentirse bien”, debido al modelo de sociedad actual.

“Creo que nos estamos yendo al extremo de hiper exigencia”- Beatriz Martín

El mundo de las redes

Una sociedad muy marcada por las redes sociales. Las plataformas de Youtube, Spotify, Instagram o TikTok, muy frecuentadas por los jóvenes, están cada vez más repletas de publicaciones sobre aprender a ser más productivos. Como creadoras o como consumidoras, las nuevas generaciones están entrando cada vez más en contacto con este tipo de mensajes, y muchos de ellos los toman de referencia.

“Sigo a mucha gente en redes sociales que hablan sobre este estilo de vida, y la verdad es que me inspiran bastante”, afirma Claudia Varela, estudiante de quinto curso de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Para ella, tanto esas fuentes indirectas, como su círculo familiar y de amistades la han impulsado a tener un horario ocupado en el que compagina las clases con entrenamientos en el gimnasio cinco días a la semana, un trabajo como profesora particular y un nuevo proyecto de creación de contenido en TikTok.

“Mi padre es médico y, nada más terminar una guardia, venía a casa, dormía un poco y en seguida se iba a jugar al tenis. Además, cuidaba de mí. Le daba tiempo para todo, y de ahí aprendí yo el hecho de estar todo el rato ocupada”, afirma Varela, quien asegura que esa forma de vivir la mantiene “despejada a lo largo del día”.

“Cada vez se exige más a los estudiantes”, – Gabriel Ródenas

¿Seguir o parar?

Tanto ella como el resto de nombres de este reportaje, coinciden en algo: la productividad es una necesidad para ellos. Pero, ¿hasta qué punto es beneficiosa? Según Gabriel Ródenas, este modo de vida tiene sus riesgos: “Me han llegado casos de chicos y chicas de entre catorce y dieciséis años que tienen ataques de ansiedad o episodios depresivos, con dificultad de adaptarse a este sistema post-pandémico”, sentencia.

Según él, tras el “parón” del coronavirus, el sistema ha vuelto a una normalidad en la que “cada vez se les exige más” a los adolescentes. Uno de los factores que influyen en esto son, precisamente, las redes sociales: “Hay usuarios que mandan mensajes peligrosos del estilo “Tienes que ser productivo y no te puedes quejar de ello”, lo que va creando una lluvia fina que cala en los jóvenes y se crean unas concepciones a las que, si no te ajustas, eres el apartado”.

Correr o parar. El debate de la actualidad. Pero, ¿qué ocurrirá en un futuro?. “Tengo la sensación de que por algún lado estallará, porque creo que nos estamos yendo al extremo de híper exigencia”, asegura Beatriz Martín. El psicólogo Gabriel Ródenas ofrece otro punto de vista: “Yo creo que los jóvenes se están dando cuenta de la situación y ellos son los encargados de devolver el péndulo hacia una sociedad un poco más equilibrada”. El tiempo lo dirá.

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