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Céline Sciamma, la directora que nos regala historias que nadie más cuenta

La directora francesa ha dejado huella en Madrid tras un fin de semana de coloquios, proyecciones y una master class en el marco del Festival Lesgaincinemad

El martes pasado salí del Cine Doré tras la proyección de Retrato de una mujer en llamas (Sciamma, 2019) y me puse a llorar desconsoladamente. Era la tercera vez que la veía, pero la primera vez que lo hacía en la gran pantalla. Y ese sentimiento de emoción ensalzado por El Verano de Vivaldi, que pone música a la escena final, me persigue aún días después. 

Hay algo en el cine de la directora francesa que te atrapa el corazón y lo hechiza para siempre. Cualquiera que se considere un cinéfilo debería ver las películas de Céline Sciamma, una filmografía no muy extensa que ha marcado este siglo y que seguramente se recuerde como alguna de las mejores de la historia.

Céline Sciamma | Fuente: LESGAICINEMAD
Céline Sciamma | Fuente: Fundación Triángulo

Y es que en una industria en la que predominan las grandes producciones de millones de dólares, elencos de renombre y narrativas repetitivas, Sciamma elige hacer películas sobre mujeres que se aman, niños que buscan su identidad y amigas que se defienden entre sí. «Amamos películas que nos odian, y yo quiero hacer películas que nos quieran», explicó la directora en una master class que ofreció en la Academia del Cine junto a Elena López Riera, a la que asistieron 200 personas, según informa la organización del festival.

«Los hombres que hacen películas sobre nosotras nos conocen, pero eligen representarnos desde un punto de vista patriarcal» lamentó Sciamma en esa misma charla, y reclamó que la mujer debe dejar de ser el objeto de deseo en el cine para pasar a ser la que desea. «Yo no muestro el patriarcado. Existe, pero yo decido no mostrarlo en mis películas», afirmó, y explicó que «la ficción no es un lugar seguro para las mujeres» porque su pasado y su destino no lo escriben ellas.

«El cine es mi lenguaje, el que me va bien»

Antes de hacer películas, la directora ya encontraba en el cine «un refugio social». Veía toda la programación del cine de su ciudad, pasando horas en la sala, en la que se sentía a gusto. «Vivía en el cine», explica, aunque asegura que hace muchos años que no va con regularidad.

Sciamma compartió con los asistentes de la master class su forma de entender el cine: un lenguaje. Un lenguaje que ella reclama como el suyo, el que le va bien y con el que le gusta expresarse, tanto para sí como con el resto del mundo. Escribe a través del deseo de realizar ciertas escenas. Piensa una o varias escenas que desea hacer y después escribe las películas.

También compartió ciertos procesos de creación en alguna de sus películas, y comparó el cine con hacer música y su papel como directora con dirigir una orquesta. Además, explicó que se encuentra en una «crisis», pero una «crisis buena» que le está ayudando a escribir más y de forma diferente. Está experimentando con salir delante de la cámara, como en su último corto (del que hablo más adelante), que ha producido sola, como le gustaría hacerlo a partir de ahora.

Reclama que no hay que buscarle significado a todo, que ella hace cine para transmitirlo y que se entienda, «sin metáforas», solo con elementos que le gustan y que crean una armonía.

A raíz de una pregunta, hizo especial hincapié en el erotismo, en el cine en general y en sus películas. Para ella, la representación del erotismo viene dada por la piel, la respiración y las miradas, pero sobre todo por el sonido, en el que trabaja arduamente en la postproducción y que tiene gran protagonismo en su cine. Justifica su carencia de escenas explícitamente sexuales con que no le parece correcto hacer a los actores interpretar ese tipo de escenas, ya que es algo que no se puede recrear de forma realista. Por eso recurre a otros mecanismos para mostrar la sensualidad.

Retrato de una mujer en llamas
Fotograma de Retrato de una mujer en llamas | Fuente: Lillies Films

Céline Sciamma en el Festival Lesgaicinemad

La inauguración del ciclo de Céline Sciamma en el marco de este festival, que ha celebrado este año su 28ª edición, fue el jueves 16 con Naissance des pieuvres (2007), su primer largometraje, que aborda el descubrimiento de la orientación sexual en la adolescencia con todas las adversidades que esta edad conlleva de por sí. 

El viernes 17 se proyectó Bande de Filles (2014), otro filme que habla de la adolescencia pero en un contexto diferente: un suburbio parisino predominantemente de jóvenes negros cuyo futuro les es arrebatado por el sistema educativo. Una película que trata la amistad femenina de una forma realista, resistiendo a las circunstancias de la vida y las dificultades con las que deben de vivir el grupo de chicas que lo protagonizan.

Petite Maman (2021) es el último largometraje de Sciamma, que como ella misma aseguró en uno de los coloquios, será definitivamente la última gran producción que realizará dentro de la industria. Cuenta la historia de Nelly, una niña de ocho años que jugando en el bosque se encuentra con otra niña que es igual que ella. Entendemos durante la película que es su madre cuando era pequeña, y ambas comparten unos días en los que las acompañamos como espectadores de dos infancias separadas por una generación.

«Debemos reencontrarnos políticamente con nuestras madres para entender nuestra relación afectiva con ellas», reclamaba en la master class, y eso es lo que muestra esta película. Sciamma apareció por sorpresa a presentar la proyección, lo que causó una gran emoción entre los asistentes.

El domingo 19 se proyectó su segundo largometraje, Tomboy (2011), que tardó tres semanas en escribir, 20 días en rodar y está formada por tan solo 50 escenas. Tiempo récord en la industria del cine. Tomboy significa lo que en español se utilizaría como marimacho, las niñas que hacen «cosas de niño» y que, al no entender que esas cosas les pertenecen en la misma medida (porque la sociedad no se lo explica), pueden llegar a querer sentirse como tal. Para las niñas a las que nos gustaba el fútbol y que nos pasábamos el verano vistiendo el equipaje del Real Madrid, Tomboy es un auténtico homenaje, un guiño a nuestra infancia y un abrazo reconfortante.

Céline Sciamma en el coloquio de Tomboy
Céline Sciamma en el coloquio de Tomboy | Fuente: Elena Roecker

Tras la proyección de la película, la directora participó en un coloquio en el que contestó a preguntas del público, y en donde explicó que la película habla de su propia vivencia de una infancia queer de la que era consciente pero no entendía bien.

La misma tarde de ese domingo, Sciamma presentó el documental Not a Pretty Picture (1976), de Martha Coolidge, una proyección que ella misma propuso para el festival por lo que le gusta a nivel personal y porque directores como Scorsese y Lucas, compañeros de esta pionera en los 70, dieron la espalda a la película hasta ahora que «vende», lo que Sciamma criticó.

Por sorpresa, el lunes 20 se proyectó la última producción de la directora, un cortometraje a penas sacado del horno y titulado This is How a Child Becomes a Poet. Sciamma llevaba la película en un pendrive en el bolsillo, y los organizadores del festival improvisaron la presentación en la Sala Equis, a la que acudieron 80 personas (aforo completo). El corto ha sido escrito, producido y montado exclusivamente por la directora, que, como explicó en la presentación, es la forma en la que quiere afrontar la realización de películas en adelante. Es un ensayo-homenaje a la poetisa italiana Patrizia Cavalli, cuya casa fue el epicentro de la vida intelectual de Roma y que, tras su muerte en junio, Sciamma tuvo la oportunidad de ir a grabar antes de que se vaciara.

El Premio de Honor

El fin del paso de Céline Sciamma por Madrid, tras cinco intensas y enriquecedoras jornadas en la que ha compartido su forma de hacer películas y de ver el cine, llegó el martes 21, con la entrega del Premio de Honor del festival, que presentó la actriz Ana Castillo.

«He reflexionado sobre lo que es un premio: algo que alguien quiere darte y algo que tu quieres aceptar. He dicho ‘no’ a muchos premios -bueno, no tantos- para los que me tendría que vestir de traje, algo que me encanta, pero hay que elegir a quién querer y quién te quiere, y estoy muy feliz de poder estar aquí hoy, en este festival y recibiendo este premio». Así aceptaba la directora este premio, con una ovación de pié de varios minutos.

Céline Sciamma junto a Ana Castillo, Carolina Yuste y Afioco Gnecco | Fuente: Fundación Triángulo
Céline Sciamma junto a Ana Castillo, Carolina Yuste y Afioco Gnecco | Fuente: Fundación Triángulo

Termino el artículo donde lo empecé, en la puerta del Cine Doré tras la última proyección de su filmografía, probablemente la película más famosa, la que a más festivales ha viajado y la que ha entrado en la lista de mejores películas de la historia: Retrato de una mujer en llamas. El amor se puede representar de muchas formas, pero pocos directores lo han hecho como Céline Sciamma lo hace en este filme.

Y con este agridulce sabor de boca, nos despedíamos de ella, de una directora que sabe lo que hace, que sabe además explicarlo con elocuencia y humildad, que da ejemplo de lo que es o debería ser el cine y, sobre todo, que nos ha regalado historias que nadie más había contado.

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