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Pepe Rodríguez: «Hago tres oficios totalmente distintos, me siento un afortunado»

El dueño y cocinero del restaurante El Bohío, con una estrella Michelín y jurado de Masterchef, debuta doblando Gardfield

Tenía 17 años cuando dejó de estudiar para ayudar en el negocio familiar. Lo que empezó siendo una obligación, ha resultado ser su vocación.

Con apenas la mayoría de edad cumplida, Pepe Rodríguez (Illescas, 56 años), comenzó a hacerse cargo, junto con su hermano, del pequeño mesón familiar en el que se había criado. Soñaba con ser un gran cantante de rock. La cocina para él fue una vocación tardía, pero quién le iba a decir casi 40 años más tarde, que se convertiría en uno de los grandes chefs españoles. 

Pepe entra en su restaurante El Bohío, sonriente, saludando a todo el personal. Transmite simpatía y sinceridad, alguien campechano que se ha criado en un pueblo de Castilla La Mancha. Curtido en mil batallas, pero con la inquietud de alguien que quiere realizar nuevos desafíos.

Como él mismo confiesa, su ritmo es frenético, “hago mil millones de cosas”. Polivalente, dispuesto a aprovechar las oportunidades que se le presentan. Chef y dueño de un restaurante, jurado de Masterchef y recientemente actor de doblaje, son las facetas más conocidas del personaje.

Empezó como camarero, quería ser cantante… ¿Cómo llega a la cocina?

Era una forma natural de llegar, porque yo me había criado en un pequeño mesón en la carretera Madrid – Toledo, se llamaba El Bohío, igual que ahora. He visto a mi madre cocinar, a mi abuela (hace una pausa). Es verdad que en aquella época ser cocinero tampoco era un valor y yo no pensaba serlo, no estaba en mis planes. Cuando mi hermano y yo dejamos de estudiar nos metimos de camareros y al caer enferma mi madre, empezamos a contratar cocineros, pero apenas duraban un año. Entre mi hermano y yo decidimos hacernos cargo de la cocina hasta que tome la decisión de ocuparme yo sólo, por no estar cambiando, y hasta ahora.

Antiguamente no había escuelas de alta cocina como en la actualidad, ¿Dónde aprende a cocinar?

Empecé aprendiendo de lo poco que me podía enseñar mi madre, pero yo tenía esa inquietud de querer seguir formándome. Me leía todos los libros posibles e iba a comer a grandes restaurantes, y luego me di cuenta que tenía que salir a prepararme con alguien. Todos los veranos que yo libraba, que era el mes de agosto cuando cerrábamos El Bohío, me iba a trabajar con gente. Un amiguete que me echó una mano, me llevó con Ignacio Muguruza, en Benalmádena, entonces era un chico joven vasco que venía de trabajar en grandes sitios de Madrid de la época. Este me descubrió a Martín Berasategui, con él se me abrieron otras perspectivas y empecé a codearme con la alta cocina española.

El Bohío encendió sus fogones en el 1934, por su abuela Valentina, ya son muchas vivencias, ¿Qué recuerdos tiene sobre su infancia en el restaurante?

Recuerdo una infancia normal, de pueblo. El restaurante era mucho más pequeño de lo que es ahora, mucho más tranquilo. Recuerdo venir del colegio y dejar la cartera e irme corriendo a jugar con mis amigos porque estaba a dos minutos andando de la plaza del pueblo. Tengo guardadas en la memoria miles de vivencias bonitas y sanas. Pero es verdad que no me gustaba tener que pasar por la barra del bar, llena de gente, para subir a mi casa. No tenía esa privacidad que hoy tienen mis hijos, pero entonces tampoco me daba cuenta, me parecía normal. Sólo lo envidiaba cuando iba a casa de algún otro amigo y me percataba de la suerte que tenía por no escuchar ruido o estar oliendo a humo todo el día.

Hablemos del Pepe cocinero, ¿Cómo es en la cocina? ¿Es una persona exigente, maniática?

Soy maniático sin estar en la cocina y me exijo mucho a mí mismo. Soy el primero que quiere intentar hacerlo siempre lo mejor posible. Me molesta cuando fallo y cometo errores, cuando me equivoco, pero también tengo esa capacidad de reacción de saber que ha sido un mal día y no he podido estar a la altura. Sé que tengo toda la vida para mejorar, me recompongo rápido. Además, en la cocina tengo un equipazo que funciona de maravilla. Yo doy cuatro órdenes y ellos las ejecutan perfectamente. Pero si es cierto que cuando tienes un oficio que te exige mucho, y ahora que salgo en la tele más aún, tienes esa exigencia de quedar bien con la gente que viene a comer a tu casa y están buscando algo que tú le debes dar, y tienes que estar a esa altura. No es un nivel de exigencia que me vuelva loco, pero está ahí.

Tiene una estrella Michelín que recibió en el año 99, ¿en su caso es algo que le obsesione? 

No, para nada. Hay cocineros que se obsesionan con la estrella Michelín. En mi caso no, yo lo miro de reojo. Ya tengo una edad y un estatus que me hace ver todo esto con mucha más calma. Pero claro que aspiro al máximo, aspiro a tener dos, tres y las que se puedan. Es el trabajo mismo de todos los días, ir mejorando para llegar a eso. Y no sé si lo conseguiré, pero en el camino ya intente disfrutar. Por suerte o por desgracia, he hecho tantas cosas en los últimos años, tan buenas, tan bonitas y tan premiadas que no necesito más reconocimiento. Por eso, más que por un reto personal, lo busco como negocio para el restaurante. Porque supone un poco más de consideración, te hace el negocio un poco más viable. 

¿Cómo definiría su cocina?

Yo siempre he hecho una cocina moderna y actualizada, porque he trabajado con gente que hacía ese tipo de cocina. Es verdad que los sabores son muy reconocibles porque están basados en una gastronomía que se identifica rápido, si es que has comido de tu abuela, de tus padres… Me inspiro mucho en la tradición y a veces eso parece que es menos moderno. Y no creo que sea mejor ni peor, es ponerte al lado de esa tradición que muchos cocineros no hacen porque no lo necesitan, porque se inspiran en lo exótico, en lo de fuera. Yo no, yo me inspiro en lo cercano.

Uno de los salones de El Bohío, Illescas. Fuente: María Pelayo López

Recientemente, también ha debutado en el mundo del doblaje, ¿Qué pensó cuando le llamaron para poner voz al perro Roland en la película de Garfield?

No lo sé, como con casi todo lo que hago, me tiro a la oportunidad, a seguir probando nuevos retos. Entré en la cocina por obligación, no era lo que me gustaba, pero había que salvar el negocio. Entré en la televisión un poco por obligación también, no era una cosa que me interesara. No lo había buscado, siendo yo el tío más tímido del mundo entero, aunque fíjate quien lo diría ahora, que soy uno de los más frikis seguro (se ríe). Y de pronto (hace una pausa), me llaman y me proponen grabar delante de un micrófono la voz del famoso perro Roland (cara de asombro). Salieron encantados, y yo también. Me pareció algo super bonito y un reto muy distinto a lo que yo había hecho hasta ahora. La verdad que lo tomo como una suerte, porque hago cosas complicadas. A día de hoy hago tres oficios totalmente distintos, me siento un afortunado. Hacer televisión y ejercer casi de presentador, cocinero y dueño de un restaurante y ahora poder doblar un animal y hacerlo bien, es una verdadera suerte.

Son ya 12 temporadas de Masterchef, ¿Qué le ha dado y que le sigue dando este programa? 

La tele te da mucho si la sabes utilizar. Sobre todo si caes como nosotros en un programa tan importante, que ha sido y sigue siendo historia de España. Me ha dado mucho, y sobre todo me ha dado reconocimiento de todo tipo. A nivel personal me ha brindado la capacidad de ver la cocina y el negocio de otra manera. Yo siempre estaba en El Bohío, no salía nunca de ahí y de pronto me encuentro con que tengo que hacer un programa de televisión. Entonces es cuando me doy cuenta de que tengo que ser más gestor que cocinero. Me ha ayudado también a analizar ciertas cosas y por desgracia, a personas, de otra manera. Porque los de la tele son terriblemente puñeteros. Son psicólogos, te analizan y psicoanalizan de arriba a abajo, a todos los personajes (muestra rabia). Yo nunca me he fijado en la gente, y ahora lo hago mucho más, con lo poco que me ha importado siempre la vida de los demás. He estado constantemente metido en mi mundo de la cocina, con mi equipo y los cuatro que tenía alrededor. Pero bueno, supongo que también eso te ayuda a abrir la mente. Además de que he crecido como cocinero, por todos los grandes maestros que han ido viniendo a la producción. Masterchef me ha dado mucho, es una suerte haber caído en un programa así.

En ocasiones no deja de ser un reality, ¿Cómo maneja las críticas?

La verdad es que te acabas dando cuenta de que es más normal de lo que parece. Críticas y envidias van a existir siempre. En el restaurante también me pasa. Pero cuando entras en la tele y el programa se hace tan importante, todo va exponencialmente. Muchos ven el lado positivo, pero como es normal, también hay gente que ve el lado negativo. Si que me molesta cuando arden las redes sociales, cuando cuestionan y critican situaciones del programa, sobre todo gente que ni sabe lo que ha pasado. Evidentemente, nos habremos equivocado mil veces, en 12 años, con niños, celebrities… Yo jamás he hecho una crítica a nadie, quitando en el programa que para eso me pagan lógicamente. Pero trato de tener buen rollo con todos los concursantes, porque voy a divertirme. Es verdad que de una forma irónica, riéndome… te digo lo malo que tiene el plato, pero porque estoy juzgando los platos, no la vida de las personas. Pero por desgracia el mundo de la tele es un espectáculo y tienes que saber convivir con ello.

Es evidente que es un hombre polivalente, ¿hay algo que le gustaría hacer y que aún no haya tenido oportunidad?

Polivalente no, multidisciplinar como dijo Santiago Segura, sobre él (se ríe). No, yo creo que he hecho demasiadas cosas y todas sin saber prácticamente, lo que pasa que le he echado ganas de hacerlo bien y yo creo que eso es lo fundamental en la vida. Cuando empecé en la cocina, tenía muchas ganas de aprender. Me podía haber quedado haciendo la sopa de ajo de mi madre, los callos…, pero tenía capacidad e inquietud de hacer cosas nuevas. Cuando entré en la tele, entré como una chiva en un garaje perdido, pero lo acabé dominando. Intento involucrarme en el programa para fallar lo menos posible, ya no por mi sino por los profesionales de la tele y todo el equipo que conlleva, no les puedo fallar. Y como eso me pasa en todo, ahora me ofrecen esa oportunidad de hacer de doblador y me apunto también. 

En este punto, ¿Qué planes inmediatos tiene Pepe Rodríguez de cara al futuro? 

Ninguno, vivir la vida. Hago mil millones de cosas. El ritmo que llevo es frenético. Me dicen mucho de montar un restaurante en Madrid y no, no tengo ninguna necesidad. Ya tengo uno que me da mil problemas, no voy a montar otro. Soy dueño de un restaurante, hago un programa de televisión y ahora he doblado una película, es una suerte. Pero aún así no me da la vida para más, la tengo muy ocupada, que a su vez es algo que me gusta. Cuando te acostumbras a llevar ese ritmo frenético, y me encuentro con dos días de descanso, me acabo aburriendo y acabo subiéndome por las paredes o cocinando a mis hijos (sonríe).

Pepe Rodríguez en uno de los salones de El Bohío, Illescas. Fuente: María Pelayo López

¿Qué consejo le daría a los jóvenes cocineros que están empezando? 

Les diría que cojan este oficio con mucha pasión y con mucho gusto (muestra fuerza en la mirada). Que se diviertan y se entretengan siempre. Es un oficio muy bonito y muy duro a la vez, llena mucho. Es muy sacrificado, pero es una carrera de fondo. Quizás me pasaba a mí cuando era más joven, pero nos estresamos queriendo llegar rápido a todo y no, hay mucho tiempo, mucha vida. Que se equivoquen que no pasa nada, es bueno equivocarse para ser mejor pasado mañana. Si algo te entusiasma, sigue por ahí, pero si mañana dudas del camino, cambia.

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