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Alejandría: crónica de un conocimiento perdido

La historia, esplendor y caída de la ciudad que albergó la mayor biblioteca del mundo antiguo

Fundada por Alejandro Magno en el año 331 a. C. durante sus conquistas, Alejandría alcanzó su punto álgido como capital de Egipto, brotando como protagonista de tantos relatos y escrituras. Sin embargo, hoy en día, apenas la recordamos más allá de las películas, olvidando que esta ciudad fue en su momento el epicentro del conocimiento del mundo antiguo, hogar de la legendaria Biblioteca de Alejandría y cuna de algunos de los mayores avances científicos y culturales de la historia.

El nacimiento de una ciudad destinada al saber

Tras la muerte de Alejandro, dichas tierras fueron escogidas por Ptolomeo al repartir su imperio entre sus principales comandantes, sumiendo a la ciudad en la cultura helénica (como en todo Egipto) que asignaba un enfoque en el individualismo y la ética personal, con una visión del mundo más globalizada. Se comenzó a perder el interés por Atenas, donde se habría mantenido el empuje político principal hasta el momento, provocando un cambio en la mentalidad y expresión cultural que, hasta entonces, se había basado en el espectáculo.

Los textos escritos dejaron atrás la popularidad de las interpretaciones orales y tragedias, dando la mano a un nuevo tipo de literatura. Este cambio reflejaba no solo una nueva forma de transmitir conocimiento y entretenimiento, sino también una transformación en la manera en que la sociedad valoraba la reflexión, la memoria y el pensamiento crítico.

Construcción de un imperio del conocimiento

Esta nueva dinastía, proveniente de Grecia, y basada en las ciudades-estado, indujo la creación de la Biblioteca de Alejandría, la cuál estaba estrechamente ligada al poder real. Por ello mismo, se convirtió en un símbolo de poder y prestigio del Estado, además de por su ubicación: en la ciudad había dos grandes bibliotecas, pero esta formaba parte del Museion, un complejo de instalaciones dedicadas al saber, anexas al palacio real.

Así, se convirtió en un centro de reunión de intelectuales y de intercambio de conocimientos de todas las disciplinas. Reviel Netz, profesor de Historia Clásica y Filosofía de la Universidad de Stanford, explica que se llegó a producir una hibridación entre la ciencia y la literatura: “Había matemáticos que escribían en forma poética, y poetas que demostraban conocimientos científicos en sus versos”.

La extensa cantidad de libros que se almacenaban era especialmente excepcional para la época. Incluso siguiendo los escritos de los autores de la antigüedad, no se ha sabido descifrar una cifra real de documentos. No solo por esto se convirtió en un centro intelectual clave, sino también por la comunidad de famosos académicos que formaban su patronato real. El intercambio de ideas y el acceso a tan grandioso número de textos ayudó al surgimiento un gran número de descubrimientos notables.

Buscando el esplendor

La legendaria biblioteca se convirtió en lo que fue gracias a la ambiciosa política cultural impulsada por la dinastía ptolemaica, en especial Ptolomeo I Sóter y su hijo Ptolomeo II Filadelfo. Ambos tenían el propósito de transformar a Alejandría en el núcleo intelectual del mundo helenístico y en la capital del conocimiento universal.

Octodracma de oro con los bustos de los hermanos Ptolomeo II y Arsínoe II, drapeados y con diadema, en el anverso; Ptolomeo I y Berenice I como sus padres divinos en el reverso. | Fuente: British Museum

Por ello, con el tiempo, surgieron numerosas historias que ilustran el afán de los Ptolomeos por ampliar su colección. Una de las más conocidas relata que los inspectores del puerto revisaban cada embarcación que atracase en Alejandría en busca de libros. Todo ejemplar encontrado era llevado a la biblioteca para su evaluación. Si se consideraba de valor, el original quedaba en los archivos y se entregaba al propietario una copia exacta, acompañada de una compensación económica.

Además, se han reconocido grandes nombres entre los científicos que pisaron esta gran biblioteca: Euclides, el padre de la geometría, quien parte de su obra, Los Elementos, estuvo escribiendo bajo estos techos; Arquímedes, otro de los más grandes genios de la antigüedad por su descubrimiento del principio de la flotación o la creación del tornillo de Arquímedes, que cambiaron el transcurso de la humanidad, disfrutó del enriquecimiento intelectual de este centro; y Eratóstenes, quien, durante su estancia, fue la primera persona en calcular la circunferencia de la tierra.

El fin de un símbolo

Si este centro adquirió tanta importancia, ¿cómo pudo desaparecer para caer en el olvido? ¿Qué fue lo que sucedió exactamente? Esta es la cuestión que se ha quedado sin resolver, y sobre la que surgieron los principales mitos de la Biblioteca de Alejandría. Su destrucción se relata en diferentes ocasiones, a lo largo de cientos de años.

Nos deberíamos remontar al año 47 a.C. para conocer la primera versión al respecto. Aquí toma protagonismo Julio César, quién, durante un enfrentamiento, provocó un incendio en la biblioteca tras quemar la flota egipcia en el puerto más cercano. Las llamas se extendieron hasta el Museion y la biblioteca fue destruida.

Incendio de la Biblioteca de Alejandría | Fuente: Hermann Göll

Siguiendo con la caída del imperio ptolemaico de Egipto en manos de Roma, la ciudad alejandrina entró en una inexorable decadencia, junto a su famosa biblioteca. A pesar de que aún provocaba atracción entre los eruditos, dejó de existir el interés en la corte real por continuar dotándola.

La vida cultural de Alejandría comenzó a decaer con las diversas crisis en los siglos II y III d. C., como la peste Antonina o las graves usurpaciones y conflictos, lo que también afectó a la conservación de los libros.

En el siglo IV se proclamó el cristianismo como religión oficial del imperio, siendo este suceso otra de las principales razones a las que se atribuye la destrucción de la biblioteca. Este centro contaba con obras de paganismo clásico, lo que provocó que muchos nuevos seguidores del cristianismo dejaran de consultarlos. Las leyes promulgadas contra el paganismo también dieron rienda suelta a la provocación de ataques contra templos e instituciones paganas. Entre estas situaciones conflictivas, se dio la conocida muerte de Hipatia de Alejandría en manos de una horda de cristianos, una de las últimas representantes de la tradición filosófica alejandrina, cayendo uno de sus más valiosos pilares.

La invasión árabe es el último de los relatos a la que se achaca su desaparición. En el año 640, Egipto fue arrasada por un ejército árabe comandado por Amr ibn al-As, el general que, cumpliendo con la tradición, siguió las órdenes del califa Omar, quien proclamó: «Si esos libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si se oponen al Corán, deben ser destruidos”.  Fuentes árabes confirman los hechos, e incluso una de ellas añade que los libros se utilizaron como combustible para los baños de la ciudad. Otros grandes historiadores lo desmienten, dando pie a que, cuando llegaron, sólo encontraron sus ruinas, sin rastro de lo que, en su día, fue uno de los mayores centros del saber.

Manteniendo su prestigio

Su ausencia se mantuvo hasta 1989, cuando surgió un nuevo ambicioso proyecto cultural que pudo cumplirse gracias a la colaboración de diversos países árabes, europeos y americanos: una nueva Bibliotheca Alexandrina. En el año 2002 se abrieron las puertas a un nuevo edificio circular de 32 metros de altura, albergando más de 20 millones de libros, y con capacidad para hasta 2.000 lectores; honorificando el recuerdo eterno una de las mayores huellas de la humanidad.

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