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Yemen: cuatro tragedias, un mismo país

Desde hace unos días circulan con fuerza por las redes sociales ciertas imágenes que pretenden resumir la situación de Yemen. Una cuestión que como siempre, pese a su buen objetivo como es la difusión de información, lleva a su vez a intentar explicar una crisis compleja de forma muy reduccionista. Este tipo de posts están muy direccionados a un resultado: crear conciencia. Sin embargo, es evidente que, para poder realizar eso con eficacia, se requeriría de una investigación individual más profunda sobre Yemen, puesto que esta crisis es tan insondable como los daños y heridas que está creando en el país. La República de Yemen se enfrenta a una cuádruple tragedia: guerra, hambruna, cólera y COVID-19. Es la comprensión de cada una de las circunstancias de Yemen por separado, y el impacto sobre el país,  lo que permite dotarlas individualmente de la gran carga que mantienen para con él.

Mapa político de Yemen, vía Dreamstime

En medio del tsunami de las primaveras árabes, el proceso revolucionario arraigaba en Yemen con fuerza. Los yemeníes exigían un cambio mientras el mundo árabe temblaba. Su entonces presidente, Alí Abdalá Salé, fue forzado a ceder el poder a Abd Rabbuh Mansur al-Hadi en noviembre de 2011. Esta transición de poder estuvo marcada por el hambre, desempleo masivo y un movimiento separatista en el Sur del país. Su consecuencia fue la guerra.

Podría decirse que la lucha armada comenzó en 2004, pero la cuestión es que el conflicto yemení se ha ido endureciendo con los años. Actualmente se pueden distinguir ciertos bandos: principalmente los hutíes y la coalición militar dirigida por Arabia Saudí; pero también son cruciales: por el sur, el movimiento independentista del Sur creado a partir del menosprecio social y económico tras la unificación sumado a una clara diferencia ideológica. Y, grupos terroristas como Al-Qaeda, que aprovechan la situación de inestabilidad para expandir su territorio. Es destacable aquí la involucración de Estados Unidos por su interés en la lucha contra el terrorismo yihadista, que lleva a cabo en ese territorio a través de drones.

En 2014, los hutíes tomaron el control de la capital de Yemen, y durante el año siguiente lograron imponerse en el resto del país. Sus victorias forzaron a al-Hadi a huir a Arabia Saudita. Desde allí, obtuvo apoyo y ayuda de dicho país y de Estados Unidos. La coalición liderada por Arabia Saudí impuso un bloqueo marítimo y aéreo que impidió la ayuda humanitaria con el pretexto de bloquear los suministros a los rebeldes. Actualmente se ha cerrado el acceso a bienes básicos para los civiles.

Cientos de yemeníes participan en una protesta contra la coalición militar árabe en el país, en Saná; vía ElDiario.es

Al hablar de Yemen, hablamos de un conflicto interno, pero internacionalizado. Comprender la situación en Yemen implica abarcar las intenciones y acciones de los actores internacionales, guiados por intereses geopolíticos y económicos -principalmente por el petróleo-. Bab al Mandeb, el golfo de Adén y la Isla de Socotra. Estas tres localizaciones son la clave para comprender el miedo de Arabia Saudí a que el movimiento hudí se haga con el control de la zona: la gran mayoría de las exportaciones del golfo pérsico que transitan por el canal de Suez, transitan también por el golfo pérsico. En el año 2013 se estimó que a diario aproximadamente 3.8 millones de barriles de petróleo crudo transitaron a través de esta vía fluvial en dirección a Europa. Para evitar que los hutíes controlaran la zona, Arabia Saudí formó una coalición militar formada por todos los países del Consejo de Cooperación del Golfo: Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar -con la excepción de Omán- y otros de la liga árabe como Egipto, Jordania, Marruecos, Sudan y Somalia.  Sin embargo, exagerar el papel de Arabia Saudí implica minimizar el papel directo que juegan Estados Unidos y Reino Unido en la habilitación y el apoyo del conflicto, además de facilitar la violencia; y esa reducción sería un error. Arabia Saudí ha de ser comprendido, a mi parecer, más bien como un Estado proxy.

Estados Unidos no participa oficialmente en la coalición militar liderada por Arabia Saudí, pero desde el inicio del conflicto ha proporcionado armas, apoyo logístico y de inteligencia a la coalición árabe y ha apoyado al gobierno del presidente. Limitar su rol en un conflicto de este calibre a mero proveedor de armas -dentro de la cardinal importancia que esto tiene- sería poco acertado. Al igual que el rol de Reino Unido, quien tiene entrenadores, asesores y personal militar británicos literalmente en las salas de operaciones sauditas -solo hace falta atender al MODSAP-.

Yemen está en guerra, pero sus ciudadanos no luchan por su vida únicamente en el campo de batalla, sino cada segundo que no tienen qué comer o de dónde beber. La hambruna asola Yemen. Según la FAO, 65.000 personas ya se encuentran en etapas avanzadas de hambre y privación extrema de alimentos. La ACNUR detalla que 24,1 millones de personas -80% de la población- necesitan ayuda humanitaria y 20 millones de personas sufren inseguridad alimentaria. De entre los vídeos que están circulando por Internet en estas fechas, destaca el que muestra a yemeníes comiendo hojas cocidas para poder alimentarse y sobrevivir. Esta situación se dio a conocer en 2018, cuando la agencia rusa de noticias RT compartió en las redes sociales imágenes de tal acción llevada a cabo por los residentes de la aldea de Aslam, ubicada en la provincia noroccidental yemení de Hajjah, tras un ataque recibido de Arabia Saudí.

Yemeníes cocinando hojas en la aldea de Aslam, vía HispanTv

La situación de los yemeníes empeora por momentos, la guerra no parece tener fin, la hambruna se agrava y una epidemia de cólera invade Yemen. En un país en el que la infraestructura vital es destruida diariamente por la brutal guerra, el número de afectados por el brote de cólera se multiplica día a día. Una epidemia que parece tan simple de evitar, pues es posible prevenirla a base de lavarse las manos con agua limpia, beber agua limpia y comer alimentos que hayan sido cocinados o hervidos es, sin duda, todo un reto para los yemeníes. Porque el agua limpia es un lujo en Yemen, porque desde hace meses que a los empleados municipales de Saná no se les paga y eso provoca que la basura se acumule en la calle, porque el sistema de agua está dañado, porque los hospitales están sobrepoblados y porque la escasez de alimentos ha llevado a una malnutrición que les expone a un mayor riesgo de infección.

Y entonces llegó la COVID-19. Los casos en el país comenzaron a multiplicarse rápidamente provocando numerosas muertes. Según la ONU el sistema del país de ha derrumbado, los hospitales carecen de camas y de medicamentos teniendo que rechazar a personas enfermas. Además,  el país se enfrenta a la pandemia con una de las tasas de prueba más bajas del mundo -según el Comité Internacional de Rescate-, Yemen solo realiza 31 pruebas por millón de ciudadanos.  A la guerra, la hambruna, la epidemia de cólera y la pandemia COVID-19 se le suma una quinta cuestión que de nuevo, pone a Yemen al borde del precipicio: las agencias internacionales de ayuda se están viendo obligadas a abandonar los programas críticos, millones de sobrevivientes viven en campamentos donde la agencia de refugiados de la ONU advirtió que pronto perderán su ayuda y apoyo, pues la ONU ya ha aclarado que las tres cuartas partes de los programas de ayuda respaldados por sus agencias en Yemen tendrán que cerrarse en semanas sin más fondos.

Yemeníes en el hospital tratados por COVID-19 en Adén, vía El País

Así, aunque un milagro hiciera desaparecer al cólera mañana, la guerra seguiría asolando al país, la hambruna seguiría cobrando indiscriminadamente millones de vidas y la COVID-19 permanecería entre los habitantes de Yemen. Sin la posibilidad de conseguir los alimentos adecuados, la salud de la nación será mucho peor en el futuro. La huella mortal de la COVID-19, del cólera, de la guerra y de la hambruna seguirá creciendo, y sus consecuencias construirán una sociedad frágil y cansada por la guerra en los años futuros.

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