La miraba a través de la ventana.
Era hermosa.
Su cuerpo reposaba tranquilamente de lado, solo la subida y bajada de su pecho era prueba de que vivía. El sonido de la radio la despertó y vi como sus párpados se separaban poco a poco dejando ver los ojos más hermosos que había visto en mi corta vida. Cuando los ojos se abrieron por completo me miró por una décima de segundo y, sonriendo, salió de la cama. Corría hacia el baño ágilmente, con sus preciosas piernas, al igual que una bailarina que empieza su acto.
Era hermosa.
Poco a poco, sin darme cuenta, me había ido resbalando varios centímetros de la ventana. Pero me daba igual, escuchar el canto de su voz que ahogaba el sonido del agua corriendo por la ducha era una de las mejores cosas que me iba a pasar en mi vida, después de haber visto su sonrisa. Todo lo que veía me gustaba, pues todo era de ella y me recordaba a ella: un libro medio abierto en la mesilla de noche, un abrigo rojo apoyado en la silla del escritorio enfrente de mi ventana, una puerta entreabierta por donde se podían ver mangas y cajas de zapatos, un oso de peluche descansando en una de las patas de la cama…Pero la visión de la habitación se detuvo cuando ella entró nuevamente. Ya no podía ver nada más.
Era hermosa.
La veía ir de un lado para otro mientras entraba por la puerta medio abierta, recogía un mini estuche de maquillaje, el libro…lo metía todo en un bolso, se ponía el abrigo rojo y acto seguido salía por la puerta. No me había dado cuenta, su belleza paraba el tiempo, pero me había ido resbalando más aún, y antes de que se cerrara la puerta por completo yo caía más rápido conforme alcanzaba el final, hasta que el suelo paró mi caída. Mientras desaparecía la vi. Salía con un paraguas azul y su abrigo rojo. Estaba feliz. Un hombre se acercó a ella y se besaron. Debería haberme puesto furioso, pero en el beso había amor. Lo contemplé maravillado mientras mi corta vida llegaba a su fin.
Era hermoso.
Era hermosa.