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¿Qué hay detrás de los malos diálogos cinematográficos?

El guion es uno de los elementos más importantes de cualquier obra cinematográfica, a la vez que uno de los más complicados de elaborar. La pericia con la que el guionista hace su trabajo entraña una serie de técnicas complejas -dando cuerpo y forma a la obra- y, como en cualquiera de los ámbitos que componen el trabajo cinematográfico, un toque personal y artístico. Una mezcla de artesano y artista.

Un director de fotografía, también artesano y artista, puede cometer un error en la posición de un foco o en el encuadre de un plano. Este es un problema que tiene cierto margen de error y subsanación, pudiendo recurrir a ajustes en postproducción. De hecho, todas las películas están repletas de fallos de los cuales jamás nos llegamos a percatar. Sin embargo, el guionista posee un menor margen de error y subsanación, además de una amplificación del problema. Si falla en la construcción de una escena o en el diálogo entre personajes, esa equivocación puede afectar a las siguientes escenas de la película -además de a la misma- y su remedio es ciertamente complicado. Si se mantiene el error, este se puede ver amplificado por el resto de elementos cinematográficos -por ejemplo: un mal diálogo filmado con los rostros en primer plano de los actores, resalta notablemente el problema que ya existía sobre el papel- y si se elimina del filme, afecta al trabajo realizado por todo el equipo involucrado en esa escena: maquillaje, peluquería, sonido, fotografía, actores y un largo etcétera. Por eso es tan importante que el trabajo del guionista esté bien hecho y posea el menor número de errores posible.

Dentro de todas las dificultades que poseen los entresijos del guion, el diálogo puede llegar a ser de las más engorrosas. Aunque aparentemente pueda parecer una labor sencilla, la elaboración de un buen diálogo esconde numerosos elementos que el guionista debe tener en cuenta para realizar su trabajo con éxito. Para adentrarnos en ellos es necesario conocer, con antelación, los motivos que llevan a muchos escritores a fallar en este apartado.

La importancia de los conceptos

Antes de realizar un trabajo es necesario comprenderlo. Esto sucede en todos los ámbitos profesionales, incluido el del guionista. Según John Truby (2007), consultor cinematográfico que ha analizado más de 1.000 guiones, “el diálogo es una de las herramientas de escritura más malinterpretada” por los guionistas. Esas interpretaciones erróneas tienen que ver con la función que desempeña el diálogo dentro del guion de una película. Algunos piensan que el diálogo debe soportar el trabajo más pesado del metraje, es decir, constituir la estructura narrativa, consiguiendo así un resultado falso y forzado. Pero según Truby, es más peligroso hacer todo lo contrario, que el diálogo cumpla con lo mínimo. Él añade que “eso se explica con la falsa creencia de que el buen diálogo es una conversación real”. El guionista se equivoca si, por su falta de experiencia o formación, acaba pensando eso. El diálogo siempre es “más inteligente, más metafórico y está mejor argumentado que las conversaciones reales”. Por eso indica que “cuando el personaje menos inteligente habla, lo hace a un nivel muy alto”, más alto que cualquier individuo que, con características similares, lo hiciera en la vida real. Eso se debe a que cada frase recitada por un personaje tiene un motivo y posee una relevancia.

Por eso es importante que el propio guionista tenga claros los conceptos sobre las herramientas de trabajo que debe emplear a la hora de realizar un guion cinematográfico.

El diálogo debe sonar bien

En su libro, Anatomía del guión (2007), John Truby realiza una perfecta analogía entre el diálogo y la música. Según Truby, “el diálogo es mejor cuando combina una serie de pistas a la vez”. Y añade que “el problema con que se encuentra la mayoría de los escritores es que escriben su diálogo en una sola pista, la melodía”. “Un buen diálogo no es una melodía, sino una sinfonía que ocurre simultáneamente en tres pistas principales”. Tras estas afirmaciones, Truby indica que un diálogo de una sola pista es demasiado sencillo y, por tanto, señal de una escritura mediocre. Por ello elabora una clasificación de tres elementos principales: el diálogo narrativo, el diálogo moral y las palabras o frases clave.

El diálogo narrativo es, para el autor, la melodía, la historia que se expresa hablando. Siempre se le ha quitado fuerza y protagonismo al diálogo con expresiones como “una imagen vale más que mil palabras” o “las acciones valen más que las palabras”, pero lo cierto es que hablar es una forma de acción. Otra cosa es que, debido a un mal diálogo, el espectador se aburra.

Otro elemento principal es el diálogo moral, que en el símil musical sería la armonía. Si el diálogo narrativo otorgaba acción, el moral otorga profundidad. Trata de hablar sobre las acciones y los valores, pudiendo llevar a la reflexión de los sucesos que acontecen en el filme. No se trata de los acontecimientos, sino de las actitudes de los personajes ante dichos acontecimientos. Un diálogo entre personajes que intercambian diferentes perspectivas sobre un mismo suceso que haya acontecido en sus vidas les hace reflexionar, cambiar, aprender, crear nuevos puntos de vista y una mayor profundidad a la historia y personajes. Una conversación puede convertirse en el momento más tenso de la película, en el más interesante, en el más revelador o en el más aburrido. Un ejemplo perfecto y reciente es Ari Aster. El joven director hace un uso esplendido de los diálogos, pudiéndose apreciar en su ópera prima: Hereditary. Llegando al ocaso del filme, dos personajes se sientan a cenar juntos. Ambos acumulan una tensión brutal debido a los acontecimientos previamente vividos. Tras unos minutos ponen en común sus visiones y estalla la tensión. La conversación, que se convierte en uno de los momentos más icónicos del metraje, resulta completamente natural, orgánica y realista. Y no solo queda bien hecha, sino que sorprende y resulta más explosiva que cualquier momento de acción.

Por último están las palabras o frases clave, el leitmotiv del diálogo en la película. Se trata de palabras con potencial para, de manera simbólica, otorgar un significado especial. Es una coletilla que se repite durante varios diálogos del filme, de modo que cada vez que se pronuncia cobra un nuevo sentido hasta convertirse en una rúbrica en la historia.

Dificultades añadidas

Además de las diferentes reglas y normas que los distintos autores elaboran en sus manuales de guion, los guionistas cuentan con problemas añadidos como pueden ser la falta de inspiración o la presión de las productoras. La elaboración de guiones siempre incluye un factor artístico clave, en mayor o menor medida, dado que se trata de un trabajo donde la imaginación es su mayor valía. Sin embargo, son numerosas las situaciones en las que un guionista puede quedarse atascado en algún punto de su trabajo debido a la desaparición de la inspiración, insatisfacción con el trabajo realizado -que no posea la suficiente calidad-, las dificultades de añadir un toque personal y artístico o infinidad de problemáticas que pueden surgir durante la elaboración del guion. A estos conflictos habría que añadirles los creados por las productoras. Es común que se marquen plazos de entregas para guiones de películas o capítulos de series de ficción, presionando así al escritor y otorgándole un mayor estrés del que ya podría poseer. Si de por sí es complicado realizar un buen guion cinematográfico, crear buenos diálogos es una tarea de mayor complicación aún.

Por esa razón es habitual encontrar diálogos deficitarios en series de televisión que generan un gran número de horas de contenido en un espacio de tiempo muy corto. Un ejemplo perfecto es The Walking Dead, que obliga a sus guionistas a elaborar 16 capítulos de 50 minutos en cuestión de pocas semanas o meses. El resultado es una serie con diálogos plantilla, que se reutilizan en diferentes momentos de cada temporada y cuya única función es la de rellenar tiempo. Y así llevan una década, utilizando los mismos diálogos y discursos con pequeñas alteraciones de pocas palabras. ¿Por qué? Porque para crear un buen guion hace falta motivación, tiempo y dinero.

Por otro lado, hay series que optan por un desarrollo más cuidado. Es el ejemplo de Peaky Blinders, que emite 6 episodios por temporada y tardan entre uno y dos años en realizarlas. Cuestión de calidad o cantidad. Los propios creadores de Juego de Tronos se dieron cuenta de eso, bajando el nivel de producción. Se pasó de los 10 episodios de la sexta temporada a los 7 de la séptima. Y, para garantizar la calidad de la octava temporada, tuvieron que reducir los episodios a 6 y retrasar el lanzamiento un año más de lo habitual.

Por supuesto, no hay punto de comparación alguno entre la calidad de los diálogos de The Walking Dead con los de Peaky Blinders o Juego de Tronos.

Diálogos buenos y malos

Volviendo al ejemplo de los diálogos de The Walking Dead, son múltiples los fallos que degradan el nivel hasta lo absurdo en las conversaciones que mantienen los personajes. Es fácil reconocer si un diálogo es bueno o malo, salta al oído. Lo complicado es saber por qué y cómo remediarlo. Para distinguir lo que posee o de lo que carece un diálogo, hay que conocer las bases fundamentales:

  • Se define el carácter del personaje: en el diálogo se debe hacer notar la tridimensionalidad del personaje. Para eso tenemos como recurso la forma de hablar, el vocabulario, la actitud que muestran, el trasfondo, etc. Este aspecto es complicado de ver en diálogos de la serie zombie (TWD), al igual que la tridimensionalidad de los personajes. En este caso, un problema de guion -creación de personajes planos- influye directamente en los diálogos que estos mantienen entre ellos.
  • La acción avanza: cuando dos personajes de esta serie (TWD) se sientan para hablar, el mundo se detiene. Ya nada importa, todo lo que tienen a su alrededor desaparece. Pero lo peor no es eso, sino que la conversación entre personajes consiste, generalmente, en contar cosas que ya sabes o innecesarias -no aportan valor alguno-. De este modo, la acción no avanza cada vez que dos personajes dialogan. Todo lo contrario, se detiene en seco. Los diálogos no se pueden convertir en un obstáculo narrativo, sino en una vía de acción más.
  • Reflejo de emociones y conflictos de los personajes: puesto que la mayoría de personajes son planos (TWD), pocos son los que tienen conflictos. Y aquellos que los poseen suelen ser similares al de resto. El personaje no puede crecer porque no tiene problemas reales, de modo que permanece inmutable. Se convierte en un elemento más del escenario. Tampoco poseen propósitos o metas, y si los tienen son demasiado básicos y simples como para interesar al espectador. Por todo esto, y debido a su nefasto guion, los diálogos acaban siendo pesados y temibles. Es necesario que los personajes reflejen sus emociones en los diálogos, pudiendo llegar a empatizar -de forma negativa o positiva- con el espectador. De esa manera comienzas a conocer el interior de ese personaje y a trazar una vinculación con él. También debe poseer conflictos internos y/o externos. De lo contrario, difícilmente experimentará una evolución. Esos conflictos pueden proyectarse o desarrollarse en los diálogos con otros personajes, haciendo conocedor de ello al espectador.

Los diálogos son un arma de doble filo, pudiendo mejorar -bajo un correcto uso- o empeorar -con una mala utilización- el guion y, por consiguiente, la película. Resultan ser una herramienta mucho más compleja de lo que la mayoría cree, teniendo mayor influencia y repercusión sobre la obra cinematográfica.

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