En Orfandad, Karina Sosa escribe desde una herida abierta, pero también desde una profunda necesidad de recordar (y de sanar)
La novela, publicada en México en 2024, se construye como un cruce entre lo íntimo y lo colectivo: una narradora que vuelve a su pasado, ese en el que Oaxaca vivió una gran revuelta social. A través de una voz poética y fragmentaria, Sosa traza un mapa emocional de una ciudad marcada por la violencia, el desamparo y la lucha, al tiempo que da cuenta de un proceso interior de sanación.
En esta entrevista, Karina Sosa reflexiona sobre el proceso de escritura de Orfandad, la difusa línea entre memoria y ficción, y la necesidad de narrar las injusticias que siguen repitiéndose en México. Habla también de Oaxaca como territorio literario, de las palabras como refugio y de cómo las flores pueden brotar incluso en medio de la devastación.
Los límites entre la realidad y la ficción
Pregunta: ¿Cuánto tiempo tomó desde que empezaste el libro hasta que lo terminaste?
Respuesta: Siento que empecé a escribirlo en el 2021 de otras maneras, con otra intención. Fue en el 2022 cuando la empecé a escribir formalmente con la idea de que era Orfandad. Se publicó el año pasado en México, entonces, creo que fue un proceso muy rápido, pero también muy vertiginoso. Como cuando estás en un remolino y no sientes tanto las cosas, porque fue un remolino más mental e interior, de remover muchas cosas del pasado.
Que se publicara fue un alivio, ¿sabes? Me hizo estar en paz con la Karina que era en el momento en que escribí esta historia. Obviamente está ficcionada, pero creo que los límites entre ficción y realidad son muy extraños, porque creo que no los dominamos. Yo puedo pensar que una cosa ocurrió de una manera y, en realidad, ocurrió de otra. Creo que siempre estamos diciendo que es ficción o que esta historia ocurrió de otro modo, pero tenemos puntos de vista muy distintos sobre las cosas. Entonces fue un proceso rápido y fue un proceso como un remolino.
P: ¿La novela empezó como una forma de sacar tu interioridad pero acabó convirtiéndose en un retrato de la Oaxaca del 2006?
R: En realidad empezó queriendo ser un trazo sobre una ciudad, una geografía sobre una ciudad, que es Oaxaca. Pero, mientras yo estaba escribiendo eso con otros personajes y con otras intenciones, se fue colando esta historia que yo tenía en mi memoria. Estos personajes fueron apareciendo y fui yo apareciendo como personaje. Mi intención era hacer una biografía sobre Oaxaca. La pregunta de la novela o del texto era cómo una ciudad sobrevive a todo lo que le ocurre. Cómo es que las ciudades se levantan, se reconstruyen, se transforman día a día y cómo sigue su curso.
Entonces, la protagonista era Oaxaca como ciudad y como estado, pero luego acabó convirtiéndose en otra cosa. Fueron colándose personajes y acontecimientos específicos hasta que empezó a aparecer Orfandad y hasta que se transformó en eso, en una visión de alguien que observó esos acontecimientos y decidió que su vida tenía que ir hacia otro lugar para no cargar con todo ese peso que llevaba encima.
P: ¿Te consideras a ti misma un personaje de toda esta historia que relatas?
R: Sí, me considero un personaje y, sobre todo, hacia al final de la novela. Creo que es en donde le di el toque ficticio y decidí ficcionarla mucho más para que se salvara de todo lo que había ocurrido. La relación con mi padre en la vida real es muy cercana y buena, pero decidí ficcionarla porque creo que era lo que necesitaba esa historia en particular.
P: Antes comentabas que los límites entre la realidad y la ficción son muy extraños. Uno de los aspectos más característicos de tu obra es que muchas veces el lector no discierne si lo que relatas ha ocurrido de verdad o si es parte de la ficción.
R: Justo eso me pasa en Oaxaca y en México, en donde yo asumía que se tenía una memoria histórica sobre esto que había pasado. Muchos jóvenes que están leyendo el libro, sobre todo de preparatoria, me preguntan si esto ocurrió, o tienen que consultar en Internet si esto sucedió en realidad. El acontecimiento histórico o social de Oaxaca en el 2006, esta revuelta, pasó. Es algo que me gusta que así sea porque puede salir todo de la ficción de alguien, de la cabeza de alguien y puede encajar con la realidad. Pero también es muy triste y lamentable que no miremos hacia esas injusticias que han ocurrido en nuestro país o en nuestros lugares de vida y que no los recordemos y sigamos permitiendo que se repitan.
Es una desmemoria en la que estamos sumidos, porque pasan muchas atrocidades al mismo tiempo y vamos olvidando una y otra y nos vamos consumiendo en un bloque de desgracias y de injusticias. Podría ser que todo lo imaginó la narradora y podría ser como una pesadilla de la que despierta alguien. Pero muchas de estas cosas ocurrieron.
«Es muy triste y lamentable que no miremos hacia esas injusticias que han ocurrido en nuestro país o en nuestros lugares de vida»
Orfandad, una mirada hacia el pasado
P: ¿Este tipo de historias, como la que has escrito, son importantes para aprender del pasado de cara al futuro?
R: Más que importante, es necesario. Creo tener en cuenta que vivimos en sociedades desiguales e injustas y que tenemos que conocer esas desigualdades, mirarlas y nombrarlas para que dejen de ocurrir en la realidad, para que solo se queden en nuestras pesadillas. Creo que yo necesitaba contarlo para saber, como te decía, una parte de mi existencia, para estar en paz con ella, para no sentir repulsión por esta joven que estaba fervorosamente creyendo en la justicia y teniendo muchas esperanzas y creyendo que algo bueno iba a pasar en su ciudad y en su estado.
Entonces, lo que sí que creo que es necesario es nombrar todas las desigualdades y todas las injusticias desde donde podamos. Desde nuestras trincheras. El mundo cada vez es más injusto, más desigual, más violento, más caótico y más amargo, pero, si la indiferencia nos arropa y nos deja quietos, creo que muchas cosas están perdidas.
P: ¿Ha sido doloroso volver al pasado?
R: En un principio sí lo fue. Ahora, ya va un año desde que se publicó en México, sanando esa parte de mi vida, reconciliándome con ese pasado. Me siento mucho mejor. Creo que fue doloroso porque en la realidad los acontecimientos reales fueron más atroces de lo que pasa en el libro. Hubo mucha gente que murió, a la que asesinaron, que desaparecieron, muchos presos injustamente.
Creo que eso se sigue replicando en este país, en México y que el mundo sigue siendo igual. Es doloroso darnos cuenta de que el mundo es más atroz que todas las ficciones. Creo que por eso es doloroso. Pero creo que siempre tengas una historia de este tipo que contar o no, el pasado siempre es doloroso porque nos confronta con cosas que quisiéramos cambiar de nuestras vidas. Pero me hace muy feliz mirar en ese pasado y ver que tengo las posibilidades de viajar y hablar con gente sobre mi libro. Me hace sentir muy feliz.
«Si la indiferencia nos arropa y nos deja quietos, creo que muchas cosas están perdidas»
P: En todas tus obras publicadas tienes muy presente a Oaxaca. ¿Es para ti importante dar a conocer esta parte del mundo?
R: Sí. Oaxaca es el centro de mi existencia. Creo que las ciudades siempre nos marcan muy fuertemente. Es la identidad. Me gustaría un día escribir un libro sobre lo que significa Oaxaca vista desde muchas miradas. Ese es como mi mayor sueño, mi mayor ambición. Escribir una novela sobre cómo una ciudad nace, se conforma, se construye y después se transforma en muchas otras cosas, como muchas posibilidades. Siento que las ciudades son como estos hoteles que vemos por fuera y nos preguntamos cómo estuvo ahí, cómo fue que llegó a esa plaza o cómo fue que se fue edificando a través del tiempo y no sabemos todos los secretos que hay en su interior o cómo funcionan sus mecanismos. Entonces siento que Oaxaca es eso, como una casita en la que hay múltiples puertas que te llevan a otras habitaciones.
Una novela hecha de murmullos
P: De alguna forma siento que tu novela es como un collage de muchos personajes, casi como una aproximación a lo que sería una novela coral. ¿Querías conseguir este efecto?
R: Me emociona mucho que lo digas porque esa era como mi mayor ambición. Yo quería hacer una novela coral, que es súper compleja. Me acuerdo ahora de esta novela que se llama La región más transparente, de Carlos Fuentes. Yo lo leí muy joven y me acuerdo precisamente de que había una voz que guiaba todo, que es la de Ixca Cienfuegos, que estaba narrando como voz fuerte y las demás eran como rumores. También está El oficio de tinieblas de Rosario Castellanos. Siento que hay muchas novelas corales. En México hay una tradición muy fuerte o en Latinoamérica de escribir estas novelas corales. Creo que es un gran desafío hacerlo.
Siento que Orfandad está llena de murmullos. Me gusta mucho este efecto porque en 2006 en Oaxaca, cuando hay un plantón en el zócalo o cuando hay una protesta hay muchas voces hablando al mismo tiempo. Sentía que eso tenía que estar de alguna forma en la novela, como esos murmullos ocurriendo al mismo tiempo que tienes que atender para escucharlos y percibirlos.
«Es doloroso darnos cuenta de que el mundo es más atroz que todas las ficciones»
P: En este caso, la voz que une esos murmullos sería la de Karina. De este modo, en tu novela es a la vez un relato íntimo, el de Karina, y un relato colectivo.
R: Sí porque, al mismo tiempo que es mi historia, creo que cada persona que vivió en Oaxaca en 2006, cada personaje tiene una cosa que decir. No se han escuchado muchas voces y la injusticia sigue ahí, pero esta era mi voz y mi visión. Además, como te decía es un relato que está ficcionado. No es que necesariamente haya vertido todo lo que yo pensaba sobre esto. Lo único que yo no quería era hacer algo panfletario. Quería invitar a que quienes se leyeran esta historia a que se preguntaran e hicieran sus propias preguntas y sacaran sus propias conclusiones. Eso era lo que yo quería lograr y de alguna manera se logró. Me alegro mucho de que así haya sido.
P: Oaxaca es una zona del mundo de la que apenas se habla, a pesar de todo lo que sucedió allí. Tu novela genera muchas preguntas y curiosidad en el lector, invita a conocer más sobre su historia. Por lo que veo, perseguías generar este efecto con tu escritura.
R: Sí, lo quería conseguir. Pensaba también en la idea de un mapa. Me gustan mucho físicamente los mapas y pensaba en cómo este mapa se ha transformado. La portada también tiene que ver con la historia. La portada es un mapa antiguo de Oaxaca y en él están insertadas algunas fotografías de la revuelta en 2006. Además, en el centro hay una Donají, que es una mujer con la cabeza cercenada. Es el escudo de la ciudad de Oaxaca. Esta pieza la hizo mi hermana, solo la Donají. Lo demás es del diseño de la editorial.
La Donají, que es este símbolo, tiene mucho que ver con la identidad de Oaxaca. Me parece tan revelador… Es la cabeza cercenada de una mujer que es sacrificada por amor, que aparece en la historia de Donají. Es nombrada en esta leyenda. Se me hacía muy curioso cómo una ciudad puede sobrevivir con ese escudo, de un sacrificio, de una mujer sacrificada. Cómo vamos formando nuestra identidad a partir de la tragedia. Ojalá quienes la lean de este lado del mundo o en otros lugares se hagan preguntas sobre ello, sobre qué es Oaxaca, cómo se ha transformado. Sobre estos personajes que parecen de una pesadilla o salidos de un sueño, pero que tienen vidas propias y que siguen su camino.

P: Hablando de la portada, ¿por qué de este mapa, de esta ciudad en desgracia, emergen flores? ¿Tiene que ver con la regeneración?
R: Sí. Tiene mucho que ver con las palabras. En este caso, la narradora estudia filología, va a estudiar las palabras. Creo que ese estudio le permite encontrar su pasión, que es como analizar la historia de las palabras. Cómo se forma un sonido, cómo un sonido se junta con otro para formar un concepto. Eso serían las flores, las palabras.
«Es una sensación que en México conocemos mucho, la de ser huérfanos de justicia»
P: A lo largo de la obra reflexionas bastante sobre cuál es la importancia de las palabras. Ahora que te puedo preguntar directamente, ¿qué son para ti las palabras?
R: Las palabras son como pequeñas llaves. Me gusta mucho el mecanismo de las llaves. Cómo se crea una llave y cómo gira perfectamente en una chapa. La ilusión de meter este artefacto y que abra una puerta y que te revele un secreto y que te revele algo privado para el mundo. Siento que eso son las palabras, como pequeñas llaves que abren puertas que nos llevan a otros lugares. Esto románticamente, pero las palabras son una manera de construir una casa o un refugio.
Lo pensaba mucho cuando hablaba de mi otra novela, que se llama Caballo fantasma y fue publicada en México en el 2020 por Almadía. Es una novela que cuenta la historia de una madre y una hija. Esta hija no conoce a la madre porque la madre se va de su vida cuando esta niña es muy pequeña, entonces solo se entera de la existencia de su mamá cuando su mamá muere. Ella se da cuenta de que ama la literatura, aunque es arquitecta y no se dedica a la literatura. Se da cuenta de que los libros la salvan de todo el dolor durante toda su vida.
Creo que me encanta esa metáfora para pensar que la literatura o lo que mamamos en el mundo es como una casa que nos arropa o nos contiene. Para mí en este momento eso son las palabras, como pequeños bloques que van formando una casa.
P: ¿Los libros, con todas sus palabras, son llaves hacia el interior de los autores?
R: Los libros son como contraseñas que se van juntando, como partes de una contraseña que se va reuniendo y al final, cuando lees, cuando vas reuniendo cosas, vas conociendo a esa persona. Como que miras un poco su alma.
P: Tanto en Caballo fantasma como en Orfandad exploras la relación de los padres con su hija. ¿De dónde te viene toda esta reflexividad sobre la relación entre padres e hijos?
R: Creo que son temas que siempre nos estamos planteando y que durante ciertas épocas de la vida se mueven y cambian, mutan. Siempre he pensado que quizás, el concepto es cómo mira el mundo una niña. Cómo seres tan vulnerables, cuando eres pequeño eres vulnerable, están frente a estas figuras de autoridad que son la madre y el padre. He pensado mucho en eso. De niña o de joven me gustaba mucho El tambor de hojalata y pensaba en la figura de un niño mirando a sus padres. Mirando a todo lo que le rodea. Creo que de ahí surge este primer impulso de quererme replantear estas relaciones y mostrar que hay muchas maneras de entender al padre o de relacionarte entre padres e hijos.
Una exploración del concepto de «orfandad»
P: En cuanto al título, Orfandad, en un principio parecía que guardaba relación con el alejamiento del padre con su familia, pero, una vez he terminado la novela, me he planteado si realmente hace referencia a algo mucho más amplio, el sentimiento de orfandad en la ciudad.
R: Creo que la orfandad es más bien la sensación que impera en toda la sociedad oaxaqueña, el hecho de que te quedas sin el amparo. Creo que la orfandad es eso, el desamparo, el saberte vulnerable, el saberte lastimado. Creo que en Oaxaca estamos en un momento de orfandad y la orfandad es eso, la orfandad de justicia, de esperanza, de aliento para seguir. Por eso se llama así.
P: ¿Crees que la sociedad oaxaqueña ya ha superado ese sentimiento de orfandad?
R: Creo que es algo que permanece, porque hay mucha gente que murió asesinada de manera muy injusta y trágica. Hubo muchos desaparecidos, muchas atrocidades que no se pueden reparar. Creo que es una sensación que en México conocemos mucho, la de ser huérfanos de justicia. En este momento creo que compartimos con el mundo esta sensación, estar como saltando estos charquitos de sangre y de desgracia que están ahí. Somos una sociedad huérfana de muchas cosas.
P: Una de las ideas más interesantes de tu novela es que, a pesar de que siempre hay una revolución, todo sigue igual. ¿Crees que la historia de los seres humanos se repite? ¿Vamos a permanecer en esa rueda de normalidad-revolución-normalidad-revolución?
R: Ojalá no. Ojalá en algún momento se rompan esos círculos. Pero, creo que por lo menos en la historia de México ha sido así, ha sido cíclico. Me gustaría que eso cambiara, pero estamos engullidos en esas repeticiones y en esos juegos de poder. Siento que somos piezas en las manos de alguien que está moviendo todo. Me gusta pensar que las artes, la literatura, la música, todas las artes y todo lo que nos apasiona rompe con esos roles o con estos juegos. Me gusta pensarlo, pero solo es algo muy romántico. Creo que sí, la historia es cíclica.
P: ¿El arte son las flores?
R: Sí. Creo que todos deberíamos en algún momento mirar con pasión cómo nacen las plantas y cómo sobreviven a todo. Cómo, a pesar de nosotros mismos y de nuestra voracidad, las plantas, las flores, los árboles y las semillas germinan y siguen buscando abrirse paso.
P: En cuanto a los personajes, me ha llamado especialmente la atención que incluyeras la muerte del Papa Juan Pablo II. ¿Qué relación guarda exactamente su muerte con el resto de la novela?
R: Creo que fue como un guiño a la idea de pensar al padre de la narradora como alguien que tiene este fervor por la justicia y cómo lo busca desde dos lugares. Primero cuando es muy joven lo mira con esta ilusión mientras escucha al Papa y luego rompe con eso porque entra a la universidad y cree que algo va a cambiar desde lo académico. Después de eso lo rompe buscando él mismo esa justicia. Pero creo que más bien es como un guiño personal a las creencias de mi padre, que justo tiene que ver con eso, con su manera de entender la religión, luego romper con eso y luego entender la justicia como otra cosa.
Además, en ese momento estaba tomando cursos de historia del arte y me gustaba mucho todo este simbolismo de la tradición judeocristiana y quería ahondar en esto. Pero es una tarea muy gigantesca, hablar de todos estos símbolos, de toda esta historia del arte y solamente lo puse así, como un guiño.
P: Además, la muerte del Juan Pablo II tuvo lugar en 2005, poco antes de que todos los acontecimientos de Oaxaca ocurrieran. Se va “el padre” y después todo se desmorona.
R: Una rama muy importante de la Iglesia se llama la Iglesia de los pobres. Entonces, tiene que ver en Oaxaca con la visita del Papa Juan Pablo y con un mensaje que da y está en un fragmentito en la novela. Después de eso, en el 2006 de hecho, una rama muy de izquierdas de la Iglesia acogió a todos los perseguidos políticos y a mucha gente. Por eso creo que también está ahí.
P: Sobre el resto de los personajes, has decidido no caer en el maniqueísmo, en el buenos contra malos. Todos los personajes son muy complejos, tienen sentimientos profundos y debilidades. ¿Fue difícil acercarte a los personajes más complejos de la novela como el gobernador, el exgobernador, la procuradora…?
R: Yo estaba muy enganchada con la idea de cómo mostrar de manera macabra a alguien que yo asumía macabro hasta que entendí eso: somos personas en un mundo con contrastes. Ellos estaban cumpliendo una función en la que ellos creían fervorosamente. Ese juego de equilibrio fue quizás complejo. Lo noté cuando estaba editando la novela junto a mi editora, leyendo la novela, haciendo la reescritura, limpiando… Pensaba en eso, en los contrastes. Estábamos jugando papeles. Karina siento que es como un pez empujado o impulsado por la corriente de las cosas que le están ocurriendo, pero los otros si que saben bien, han tomado posesión de sus papeles, entonces tienen que responder fielmente a ellos. Creo que están solo respondiendo a eso en lo que ellos creen y por eso son así.
Karina Sosa y Orfandad, como el Bosco y el Jardín de las delicias
P: Hay además distintos personajes que representan distintas cosas de esa época. Están aquellos que representan el poder, los que representan la revolución y los que representan el sufrimiento. ¿Buscabas dar una visión global a tu novela?
R: Sí, muchos personajes los miré conviviendo cercanamente con ellos y decidí ficcionarlos porque no me corresponde a mí contar su historia. Yo solamente quería mostrarlos, hacer como pincelazos sobre ellos. Como en esos cuadros grandes en donde hay pequeñas sombras. Por ejemplo, el jardín que hizo el Bosco, El jardín de las delicias, tiene pequeños trazos que son tan pequeñitos. Luego hace otros que son más grandes, otros que están en el centro… Todos están involucrados en esa locura. Creo que eso es lo que uno intenta hacer cuando escribe, generar estos contrastes y cómo el mundo está lleno de estos seres.
P: ¿Por qué decidiste que tu novela diera tantos saltos espaciales, en vez de hacer un desarrollo en un tiempo lineal?
R: Eso tiene que ver con mi dispersión más bien. Soy una persona muy dispersa. Si lo hacía cronológico me iba a perder. Creo que era muy académico para mí hacerlo cronológico. Por eso decidí saltar y pensar en esos cambios de tiempo y usar ese recurso que es el diario y en mover de un lado a otro las cosas.
P: ¿Los diarios son escritos tuyos de verdad o son ficticios?
R: Tiene que ver con lo que yo recordaba, con la reescritura de mis recuerdos. Mis diarios originales se perdieron. Estos sí los intenté ordenar cronológicamente y luego ponerlos salteados dentro de la novela.
P: ¿En qué proyectos estás actualmente?
R: Estoy escribiendo una novela sobre Oaxaca.
P: ¿También de ficción?
R: Es una ficción. Es una historia de amor y tiene mucho que ver con Oaxaca.

