A sus 87 años el cineasta neoyorquino redondea su filmografía con una oscura comedia hablada en francés
El último trabajo de Woody Allen, ovacionado en el Festival de Venecia, resalta el azar como elemento esencial en la cotidianeidad humana.
Woody Allen admite que se le hace pesado el proceso de rodaje. Él disfruta escribiendo el guion y, sobre todo, eligiendo la banda sonora que acompañará el film. Ante todo, es un contador de historias y su brillante sentido del humor lo eleva a uno de los mejores artistas del siglo pasado.
Porque en la presente centuria Allen ha dejado esperpentos tan olvidables como Vicky Cristina Barcelona o A Roma con amor. Aun así, no hay humorista capaz de igualar sus geniales diálogos habitualmente grabados en un ático de Manhattan. Sus textos publicados, principalmente en The New York Times y The New Yorker y recopilados en Sin plumas, Pura anarquía o el más reciente Gravedad cero, son historias tan absurdas que consiguen ganarse al lector.
Pese a su bajón artístico -y su cancelación en Estados Unidos- Woody Allen ha dejado su huella en las últimas décadas con Match Point y Midnight in Paris. La primera escena de Golpe de suerte recuerda al inicio del drama que rodó en Londres. Esta vez, cruza el Canal de la Mancha y regresa a París.
Comedia con trazos de cine noir
Alain Aubert (Niels Schneider), periodista y escritor, sorprende a su antigua compañera del liceo, Fanny Fournier (Lou de Laâge), justo enfrente de su lugar de trabajo. El azar, la pelota de tenis y la red de Match Point, convierte un encuentro fortuito en una relación en la que intervendrá Jean Fournier (Melvil Poupaud), esposo de Fanny.
Su mundo es el de la opulencia parisina, en el que no hay cosa que importe más que las apariencias y los modales. En un extracto social lleno de cretinos que presumen de sus últimas vacaciones o sus siguientes destinos, Fanny detesta el comportamiento controlador de su marido y, al igual que el propio Allen, las escapadas de fin de semana al campo. La nula satisfacción emocional en su matrimonio hará que el acercamiento al universo de Aubert, irónico y nostálgico, se convierta en un oasis dentro del engañoso lujo.

En las continuas escapadas de Fanny Fournier a los idílicos parques de París junto a Aubert, Woody Allen gira al lado oscuro. Olvidándose de su habitual comedia romántica. En el destierro a Europa, el director de Annie Hall devuelve el brillo a una de sus películas con una historia de espionaje y asesinato que haría sonreír a Hitchcock por su ingeniosa ejecución. A falta de un personaje contemplativo como el de James Stewart en La ventana indiscreta es Melvil Poupaud quien, a diferencia de Schneider, escupe sobre la suerte y la casualidad. El personaje que define su trabajo como hacer más ricos a los ricos tendrá un final que bien podrían haber escrito los hermanos Coen.
En su particular incursión al cine negro, explorado ya en Match Point, Woody Allen deja una de las últimas secuencias de la película en la que Fanny Fournier confirma las hipótesis de su madre (Valérie Lemercier) y descubre el papel jugado por su esposo en toda la trama de espías. Alternando París con el campo, lo urbano y lo rústico, Allen concluye su película número 50 demostrando que lo habían sepultado demasiado pronto.