La pasada madrugada del sábado 3 de julio, el joven de 24 años Samuel Luiz fue asesinado tras recibir una brutal paliza a grito de maricón. La noche anterior, celebrando el fin de las restricciones en el ocio nocturno en Galicia, Samuel salió de fiesta con sus amigos, y habiendo superado esa noche sus expectativas, el joven decidió salir al día siguiente a El Andén, uno de los pubs de moda de A Coruña.
Alrededor de las 2:50 de la madrugada, Samuel salió a fumar con una amiga e hicieron una videollamada con otra contándole cómo había transcurrido la noche. Fue entonces cuando un chico y una chica, creyendo que Samuel les estaba grabando, se acercaron a él y le gritaron «O paras de grabar o te mato, maricón». Los jóvenes intentaron apelar que estaban haciendo una videollamada pero Samuel empezó a recibir puñetazos y el móvil cayó al suelo. Su amiga intentó defenderle y trató de separarlos pero la chica la apartó agresivamente. En ese momento un joven apareció en la escena pidiendo que lo dejasen, y la pareja se marchó.
Samuel pidió a su amiga que buscase su teléfono que se había caído al suelo durante la paliza. Ella accedió con el objetivo de calmar a su amigo pero, cuando quiso volver, el joven había sido acorralado por un grupo de alrededor de 12 personas que, bajo insultos homófobos, lo agredieron sin parar hasta acabar con su vida. Este hecho ha desencadenado una oleada de movilizaciones por parte del colectivo LGTBIQ+ pidiendo que se haga justicia.
La lucha debe seguir
El asesinato de Samuel no es un caso aislado. Es una de los tantos casos de homofobia que aún se dan en nuestro país en pleno siglo XXI, por muy socialmente avanzado que creamos que es.
Hay quien cree que el mes del orgullo no es necesario. Pero es que aunque hayamos evolucionado en aspectos tanto legales como sociales con respecto al pasado, aún hay gente como Samuel a la que matan por ser quien realmente es. Aún hay parejas con miedo a ir de la mano o darse besos por la calle por temor a que les miren, insulten, increpen o maten como lo hicieron con Samuel. Por mostrarse como es y por no esconderse de ello.
Aún hay jóvenes que son repudiados porque sus familias no quieren una hija bollera o un hijo maricón. Que tienen miedo a salir de un armario socialmente impuesto por el qué dirán. Porque a la gente le importa demasiado el género de quien te gusta o te deja de gustar.
Aún sigue habiendo niños y niñas que reciben bullying en la escuela por su forma de ser, los gustos que tienen. A los que se les califica de nenazas o marimachos en función de si son chicos o chicas por no cumplir con unos roles de género absurdos que se han impuesto y que nada tienen que ver con tu orientación sexual.
Porque la ropa y la estética como tal sigue teniendo género para muchos. Y que Bad Bunny se vista de mujer para un videoclip o que tu artista favorito siendo hombre se pinte las uñas es súper reivindicativo pero si lo hace tu colega es un mariquita. Porque que dos chicas se besen es sexy pero entre dos hombres qué asco. Porque sigue habiendo armario y porque la gente sigue teniendo miedo de salir de él por si después entra en una tumba.
Odio ante la libertad
Está claro que estamos avanzando mucho y que a día de hoy existe mayor libertad para vivir y expresar tu sexualidad y que los derechos que el colectivo LGTBIQ+ está obteniendo cada vez son más. Pero es que es justo ese progreso que debería ser la norma y no un insulto el que incomoda a muchas personas que no quieren perder su situación de privilegio y prefieren quedarse anclados en el pasado.
Mientras unos tratan de revolucionar para evolucionar crecen los discursos de odio y las agresiones contra quien ama y reivindica libertad para ser quien quiere ser. Quieren seres sumisos, reprimidos y atrapados en armarios, y para ello siembran miedo y odio en las calles. Y la respuesta ante esto no debe ser el doblegarse sino plantar cara y decir que basta ya. Porque nadie puede decidir por ti ni debe haber ninguna norma que te imponga lo que debe de gustarte, cómo te tienes que sentir o cómo te tienes que comportar en función de unos genitales determinados con los que te ha tocado nacer. Porque ser tú mismo no tiene por qué darte miedo.
Justicia para Samuel y para todos
Que maricón de mierda fuese lo último que Samuel escuchase antes de que le matasen dice mucho de la sociedad en la que vivimos. Porque los maricones existen, siempre han existido y existirán, le pese a quien le pese. Y el hecho de que Samuel lo fuese y no se avergonzase de ello, porque no debía hacerlo, no tenía que haberse convertido en ese grito de odio que tuvo que escuchar antes de morir. Porque el amor se vive y se disfruta y no se combate con odio ni palizas, aunque homosexual no solo se es cuando uno está enamorado.
Lo que le ha pasado a Samuel es una salvajada de la que hay que hacer justicia y buscar y condenar a sus culpables. Y luchar por él y por todos los que no pueden ya sea por su entorno, porque están en un armario o porque también les han asesinado. Intentando cambiar conciencias y tratando de hacer más fácil el camino de aquellos que vienen detrás. Enseñando que absolutamente nadie puede decirte cómo tienes que ser, sentir o a quién tienes que querer.