La aventura de Morata en el Atlético de Madrid ha acabado. Parecía imposible que esta situación llegara a producirse teniendo en cuenta que el club rojiblanco acababa de salir del banco para pagar la deuda que tenía con el Chelsea. Pero sí, la relación Álvaro Morata-Simeone se rompió en Alemania, y ante una separación de este calado, los Atléticos y el propio delantero han tenido claro cuál tenía que ser el desenlace.
Un final que deja con un sabor de boca agridulce a todo el mundo. Dan igual los titulares de periódicos llenos de declaraciones de amor hacia su club y a su entrenador, no importan todos los comentarios en redes sociales aplaudiéndole y felicitándole por su valentía y compromiso dentro del campo, la realidad es que el madrileño abandona “el club de su vida” por la puerta de atrás.
Porque sí, Álvaro se ganó con sus goles y actitud el cariño del Wanda. Nadie puede reprocharle nada en cuanto a su compromiso, sin embargo, si hablamos de rendimiento, hay que decir que cuando todo el mundo esperaba una explosión, lo que se ha producido es una pequeña hoguera. Simeone le prometió la luna, le hizo creer que era el delantero perfecto para el Atlético de Madrid, que iba a ser titular y que iba a triunfar…pero esas palabras que quedaban muy bonitas, finalmente se han quedado vacías de hechos.
Realidades que demuestran que, para Simeone, los números de Morata no significaban nada cuando Diego Costa estaba disponible. Con unas cifras paupérrimas en los últimos años, el delantero hispano- brasileño ha sido capaz de ganarse la confianza del argentino únicamente gracias su glorioso pasado.
Un recuerdo en el que El Cholo se equivoca al confiar. Porque sí, Simeone comete errores, no hay por qué esconderlo. Decisiones equivocadas que quedan resumidas en el partido ante el Leipzig, el día del juicio final, la noche en la que Morata esperaba ser el héroe como en Anfield y acabó por ser su último partido oficial con la rojiblanca.
El club le invitó amablemente a irse para dejar una ficha libre y Morata no tuvo ningún problema en aceptar y decir sí a la propuesta de un viejo amigo. Su reemplazo finalmente será Luis Suárez, un jugador que, si bien es cierto que tiene mejores cifras goleadoras que él, no deja de ser un delantero de 33 años al que el Barcelona no quería quedarse ni un minuto más.
De esta manera acaba un amor de verano, una relación que parecía inseparable, ha acabado con el menos culpable de todos volviendo a casa por Navidad.