Con la victoria en el derbi de los octavos de final de la Copa del Rey, Simeone devuelve al Atleti a la esencia de su filosofía
Día 23 de diciembre del año 2011. Diego Pablo Simeone es presentado en la sala de prensa del Vicente Calderón como nuevo entrenador del Atlético de Madrid. Era su vuelta a casa como el último rayo de esperanza para un equipo que estaba totalmente desahuciado. En sus primeras palabras comenta: «Quiero un equipo fuerte, un equipo aguerrido, un equipo que sea contragolpeador, que sea veloz, lo que nos hizo enamorarnos de esta gloriosa camiseta».
Pues bien, doce años más tarde, cuando el cholismo parecía desvanecerse en la irregularidad, en la indefensión y en la indefinición, de repente esa frase que abrió el camino y que estuvo a treinta segundos de tocar el cielo, volvió a resurgir cual ave fénix para vivir otra noche memorable en el Metropolitano.
El Atleti saltó el jueves al campo con su primera espada deseando rozar el cielo después de una dura derrota en Arabia; con sus pocos, pero fieles guerreros listos para la batalla final y con sus niños dispuestos a comerse el mundo. Los rojiblancos dieron su mejor versión en el partido del año, demostrando que aquellos que hablaban de mesa de operaciones y de nueva decepción, igual se han vuelto a equivocar.

Se vio al Atleti que todo el mundo esperaba desde hace tiempo, el cholista. El que supera al contrario por intensidad; el que vuela por los costados con Lino y Riquelme, que presiona alto con cuatro pulmones de primer nivel como Koke y De Paul; que defiende con el corazón con Witsel y Giménez y que deleita a su afición con otros tres goles para repartir y uno más como especialidad de la casa. No había otra manera de pasar por encima de su vecino vestido de blanco.
El conjunto de Ancelotti resistió como lo que es, una fabulosa banda de rock and roll que paró de tocar solo cuando la batería dejó de marcar el ritmo. No pudo más. Se vació. Solo había que ver a Bellingham al final del partido con las manos en las rodillas intentando recomponerse tras uno de los mejores derbis en los últimos años.
Pero a pesar de lo que pudiera parecer, solo eran unos octavos. Ahora toca el Sevilla, una nueva oportunidad para que los atléticos se acerquen a un metal que en los últimas temporadas parecía estar hechizado y para que Simeone vuelva a demostrar por qué, a pesar de los años, de las derrotas, de los problemas, del agotamiento y de las dudas sigue levantando a la grada cada vez que esprinta por la banda.
Se abre una nueva ventana para volver a las esencias.

