La derrota del Atlético de Madrid ante el Dortmund el pasado martes pone el punto final a una temporada deficiente. Conservar el cuarto puesto, imprescindible
Seguramente que uno de los muchos pensamientos que rondaron la cabeza de Diego Pablo Simeone nada más caer derrotado el martes en Dortmund haya sido aquella ocasión de Lino fallada en el Metropolitano y que hubiera supuesto el 0-3 en la eliminatoria. ¿Y si hubiera entrado? ¿Y si Morata, cuyo final de temporada está dejando mucho que desear, no hubiera desperdiciado ese regalo que la defensa alemana le sirve en bandeja en la primera parte? Y si… Futuribles imposibles, hipótesis, pensamientos imaginarios que en la cabeza del Cholo parecen servirle como excusa para explicar una dolorosa humillación delante de los miles de aficionados desplazados al Westfalenstadion.
Nadie le creyó, como es natural, pues quiero pensar que el argentino, dolido por la incomparecencia de su equipo en la segunda mitad, no haya podido pronunciar las palabras adecuadas ante una sala repleta de periodistas esperando a rematar la crónica. Quizás el sustantivo adecuado hubiera sido desastre, aunque la palabra suene muy fuerte y no lo vaya a reconocer nunca delante del público. El Atleti abandonó la Champions antes de tiempo, otra vez, y cerró así una temporada gris, simplona, de suficiente raspado si finalmente el equipo acaba la liga en puestos europeos. Algo que todavía no tiene asegurado. Con Griezmann como único faro, Oblak como un oasis en el desierto y Koke como pulmón, es evidente que al Atleti no le da para ganar y al Cholo, tampoco.
La vieja guardia no puede sacar todo adelante por mucho que se quiera insistir en ello. Faltó coraje y corazón. Solo Azpilicueta y Witsel se salvan de la quema en una zaga defensiva que tiembla y cede ante cualquier amenaza que les proponga bailar a un ritmo al que no están acostumbrados. Y sino, que se lo digan a Brandt o Gittens, que sobre el verde no pararon de pedirle al DJ que repitiera la canción de rock and roll. Un concierto al que Nahuel Molina no estaba invitado. Ni ahora, ni durante toda la temporada. Horrible.
Y no, Cholo, no es cuestión de que la «diosa fortuna» no haya aparecido y que la contundencia del Dortmund en su estadio haya sido la clave de la eliminatoria, simplemente te has encontrado ante un golpe de realidad, del que ya te avisó el Athletic en esa Copa del Rey por la que todos los atléticos se ilusionaron; el Cádiz, que humilló al equipo en el Nuevo Mirandilla y del que todo el mundo, salvo tú, parecía ser consciente de que podía volver a ocurrir tarde o temprano.
Pero ahora ya no sirven las excusas, los lamentos y los remordimientos. Es el momento de que el club escoja y se posicione ante dilema más importante de los últimos años. Y la respuesta solo es cuestión de cuánta decisión y valentía existe en esas oficinas: ¿se pondrá el dinero suficiente para hacer una revolución en verano? O mejor dicho, ¿se atreverán Gil Marín y Andrea Berta, ese que nadie sabe cómo habla, a vender a cuatro, cinco o seis jugadores e invertir para que pueda despertar de nuevo la ilusión en el aficionado rojiblanco? Los más optimistas dicen que solo a medias, los más realistas opinan que todo seguirá igual. Otra cuestión, ¿dónde está Veermeren, ese chico que era la gran promesa del centro del campo? ¿Se firmará a Guido Rodríguez? Quién sabe. Pero si el club quiere volver a visitar Neptuno, como el capitán y la estrella francesa anhelan y exigen, quizás sea el momento de comenzar las obras por los cimientos y dejar la decoración, las florituras y los ornamentos para el final. Es tiempo de autocrítica.
