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‘Delicadas y crueles’, una coreografía perversa y retorcida al más puro estilo ‘Pequeñas mentirosas’

La perfección, esa falsa ilusión

El pasado 14 de diciembre Netflix estrenaba Delicadas y crueles, adaptación de la primera parte de una bilogía conformada por Tiny Pretty Things (nombre de la serie en su idioma original) y Shiny Broken Pieces, escrita por Sona Charaipotra y Dhonielle Clayton, publicada en España por MONTENA. La crítica definía los libros como una mezcla entre Pequeñas mentirosas y Cisne negro. Muchas veces esto es solo una referencia para saber qué te vas a encontrar, pero lo único parecido son dos o tres cosas sin importancia. En este caso, no hay mejor definición.

La serie comienza cuando vemos a una bailarina, Cassie Shore (Anna Maiche, actriz de películas como Ted 2 o Lost in Aroncore), bella cual muñeca de porcelana, bailando en una azotea, segura de cada paso que da, hasta que una figura encapuchada (Pequeñas mentirosas dice hola) la empuja al vacío. Este accidente le abre las puertas de la elitista Archer School of Ballet, academia donde Cassie era la estrella y en cuya azotea tuvo el accidente, a Neveah Stroyer (papel en el que Kylie Jefferson hace su debut como actriz), una joven promesa de ballet de clase baja. La directora del centro, Monique DuBois (interpretada por Lauren Hope, actriz de películas como My Perfect Romance o February), le ofrece una beca para poder pulir sus habilidades y convertirse en la futura estrella. Así, Neveah pasa de bailar en una academia de los bajos fondos a vivir y competir en un mundo lleno de mentiras, traiciones, pasión, lujuria, misterio y amor disfuncional donde la perfección es un requisito que alcanzar, y por el que cada paso que se da hay una puñalada que esquivar.

En esta línea la serie presenta unos personajes que, aun pudiendo considerarse personajes tipo vistos en otras películas y series del mismo tipo, son únicos en su esencia dándole a la serie un aura de originalidad. Cada uno esconde un secreto, un aspecto de su vida que hace que su puesto en la academia peligre y que muestra que el camino y mantener la perfección exigida en un mundo donde lo inmejorable no es suficiente puede llevar al asesinato.

Cassie Shore cayendo al vacío. | Fuente: popsugar.com

Junto a esos personajes, si se desmenuza la serie, casi todas las tramas y acontecimientos se han visto en alguna otra parte, sobre todo en series de la propia Netflix. Sin embargo, es la forma en la que la historia se narra y cómo los propios actores hacen suyos los personajes imbuyéndote en su mundo de salseos y baile, lo que hace que se te olviden esos parecidos y te centres en lo que te están presentando.

Esa presentación es, en general, una gozada. Toda la serie rezuma una elegancia y un estilo impecable acorde con la perfección que se busca en la ficticia academia. Las escenas de baile, los ensayos, los trajes, las estancias de la academia… un lujo para la vista.

En la serie, al igual que en Cisne negro, se busca lo desagradable del baile, el daño físico y mental que producen la ansiedad y la lucha por llegar más alto en un mundo de tal calibre. No obstante, mientras Cisne negro lo presentaba con una morbosidad desagradable, la serie nos lo da en unas escenas donde lo refinado y lo estético casan, un cuadro en movimiento, reflejo de la mente perturbada y dañada de los estudiantes. El precio por jugar a ser dioses, hermosos e invencibles pero con una apariencia frágil y ligera, es grande y se debe pagar.

Así, la serie es una especie de clase de baile donde el espectador se encuentra en medio y los personajes bailan a su alrededor, girando y girando hasta llegar al final, donde se resquebrajan y todo sale a la luz: la perfección es una ilusión en la que prima el desorden y el dolor.

Extracto de una escena de baile. | Fuente: pointmagazine.es

Pero no es oro todo lo que reluce, ya que este caos ordenado da resultados negativos. Mientras que la trama principal se desarrolla de una manera amena y dinámica, hay puntos que flojean. Esto se da, sobre todo, en la profundización de la relación entre los personajes y algunas tramas amorosas. La serie quiere dar a entender que los estudiantes, en especial los estudiantes en los que se centra la ficción, pelean y compiten entre ellos, pero que fuera de la academia son una familia. En cambio, la línea es tan fina que no se distingue a amigo de enemigo, y la etiqueta puede cambiar de una escena a otra sin que te des cuenta. Un voto de confianza que le doy a Delicadas y crueles, porque es mi labor como fan acérrimo de este tipo de series, es que desarrollan el concepto frenemy (amienemigo, en español). Un ejemplo icónico de este concepto es la relación de Gabriella y Sharpay Evans en High School Musical. Se odiaban, pero al final de cada película eran super amigas, una especie de relación amor-odio.

Lo mismo ocurre con las relaciones románticas. Es característico de este tipo de series que todos se líen con todos, pero siempre con una especie de lógica, o por alguna razón que la serie da por arte de magia. Aquí no. Hay veces que se forman alianzas y relaciones sin más, no hay tiempo al shippeo, a la emoción de ver la evolución de la relación, aunque sea medio capítulo. Al igual que una seta, aparece de pronto y no hay más, ya está, o sigues tu camino, o paras y vuelves.

Neveah, June (Daniela Norman, Cats) y Bette (Casimere Jollette, Divergente) en una escena de la serie. | Fuente: showsnob.com/

Esto no ocurre siempre, claro está, como buena serie adolescentes se encarga de darnos en bandeja una buena selección de idilios, amoríos y amistades con los que shippear e imaginarnos fanfics a la altura de 50 sombras de Grey. Esto se debe también a las escenas sexuales que durante los diez capítulos se ven a diestro y siniestro. Si bien llevo hablando de serie para adolescentes, Netflix le da una categoría de +18. La razón es una mezcla de factores a tener en cuenta.

Las actrices y actores son de una belleza normativa bastante alta, lo que da pie a escenas subidas de tono donde la lujuria se une con la elegancia presentando un éxtasis de belleza y erotismo a partes iguales. A esto hay que sumar las subtramas que muestran pinceladas de temas importantes a tratar en una serie dirigida para jóvenes, y no tan jóvenes: el abuso de sustancias, anorexia, bulimia, plumofobia, racismo y acoso se mezclan en el día a día de los personajes que conforman la trama de la serie. No obstante, la serie no se centra en esos temas, o les dan un arco con un desarrollo y un desenlace por el que el espectador puede ver la causa de usar ciertas pastillas o hacer determinadas cosas con su cuerpo. Al ser una serie para jóvenes adultos, se toma la libertad de evitar ese momento de enseñanza que algunas series pretenden transmitir. En este caso se meten dentro de una historia para reafirmar lo dañino y retorcido que es el mundo en el que los protagonistas se encuentran.

Con esto último no quiero decir que esos asuntos se traten a la ligera, o que se vean mal planteados. Al revés, son el fin para plasmar la visión de un mundo turbio y oscuro, pero que ayudan, al menos, a la visualización de determinados problemas.

En definitiva, Delicadas y crueles, es una opción perfecta para amantes de la elegancia y el salseo en una historia llena de baile, secretos y revelaciones. Un cliché que nunca pasa de moda.

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