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Vivimos en Internet, pero infravaloramos a quienes lo sostienen

Cuando las marcas dependen de las redes pero no respetan a quienes las gestionan

Vivimos en la era más digitalizada de la historia. Las marcas nacen en Instagram, se legitiman en LinkedIn, venden en TikTok y gestionan crisis en X. La reputación de una empresa puede construirse —o destruirse— en cuestión de horas a golpe de comentario, story o trending topic. Y, sin embargo, los puestos de Community Manager, Social Media Manager y profesionales de redes sociales siguen estando sistemáticamente infravalorados. Esta contradicción no es casual, pero sí profundamente preocupante.

Contenido en portátil ı Freepik

Durante años, la gestión de redes se ha percibido como algo “intuitivo”, casi amateur. Si sabes usar Instagram, sabes llevar redes”, “esto lo puede hacer cualquiera” o “solo es subir posts son frases que siguen escuchándose en empresas que, paradójicamente, basan gran parte de su negocio en el entorno digital. Esta simplificación ignora por completo la complejidad real del trabajo.

Un Community Manager no solo publica contenido: gestiona comunidades, protege la reputación de marca, interpreta métricas, modera conflictos, entiende algoritmos, traduce valores corporativos a lenguaje digital y actúa como primera línea de atención al cliente. Un Social Media Manager diseña estrategias, define objetivos, coordina campañas, analiza datos y toma decisiones que impactan directamente en ventas, visibilidad y posicionamiento. No es improvisación: es estrategia, análisis y comunicación.

La infravaloración se refleja claramente en tres aspectos: salarios bajos, sobrecarga de funciones y falta de reconocimiento. Muchas ofertas piden un “CM” que sea a la vez diseñador, copywriter, estratega, analista, fotógrafo, videógrafo y especialista en ads… todo por un sueldo que no se corresponde ni con la responsabilidad ni con el impacto del puesto. En otros departamentos esto sería impensable.

Resulta irónico que, en un mundo donde lo digital ya no es un complemento, sino el núcleo del negocio, quienes lo gestionan sigan siendo tratados como perfiles secundarios. Nadie cuestiona el valor de un departamento financiero o legal, pero sí el de comunicación digital, hasta que llega una crisis, una caída de engagement o una polémica mal gestionada. Entonces, de repente, el CM sí era importante.

Quizá el problema esté en que el buen trabajo en redes no siempre se nota de forma inmediata, pero su ausencia sí. Cuando una marca comunica mal, responde tarde o no entiende a su comunidad, el daño es visible. Cuando lo hace bien, parece fácil. Y lo que parece fácil, se infravalora.

Es hora de cambiar esta narrativa. Profesionalizar, respetar y valorar los puestos de Community Manager y Social Media Manager no es una cuestión de ego profesional, sino de coherencia empresarial. No se puede apostar por lo digital mientras se menosprecia a quienes lo hacen funcionar. Porque en un mundo totalmente digitalizado, ignorar el valor de estos perfiles no es solo injusto: es una mala estrategia.

 

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