Unas elecciones para Extremadura, pero sin extremeños
Antes de que pienses que esta columna de opinión será una excusa para expresar lo que opino políticamente déjame decirte que, más allá de todo eso, mi único objetivo aquí y ahora es hablar de Extremadura, la comunidad autónoma en la que me crié durante dieciséis años.
Como probablemente sepáis, recientemente se han confirmado los resultados electorales de las elecciones a Extremadura del 21 de diciembre, en las que el Partido Popular ha obtenido 29 escaños, el PSOE 18, Vox 11 y Unidas por Extremadura 7. Las conclusiones son fáciles: el bipartidismo se rompe, los extremos suben, el PSOE obtiene los peores resultados en la historia de Extremadura y Guardiola no consigue la mayoría absoluta, dependiendo una vez más de Vox.
Personalmente, no he tenido la suerte de votar en estas elecciones, porque ya no estoy empadronada en mi municipio. Sin embargo, lo que quiero trasladar es que aunque hubiera tenido la oportunidad, no hubiera sabido a quién votar. No porque no tenga un candidato favorito o porque sea «desafecta», si no porque he perdido completamente la esperanza por el avance de mi comunidad.
Sentirse desamparado como ciudadano es un sentimiento que compartimos muchos extremeños, y que nos condiciona a la hora de votar. No tener un partido que te represente porque consideras que todos harán lo mismo se ha vuelto un pensamiento común. Porque desde que tengo uso de razón, gobernase quien tuviera que gobernar, en mi localidad solo ha existido un médico de guardia, del que dependen mínimo 3 localidades más.
Los extremeños llevamos años esperando a que los partidos políticos cumplan sus promesas. Años esperando a un servicio digno de trenes, una mejora en nuestros bosques para evitar incendios, y a un mayor reconocimiento y servicios por ser una Comunidad Autónoma que aporta hasta un 7.7% del PIB de ganadería y agricultura a nivel regional, por encima de la media nacional.
Trasladar la política nacional a las comunidades autónomas es un craso error que, a mi juicio, muchos partidos cometen. No se puede hacer política nacional en una comunidad autónoma porque no es equiparable.
Un candidato por Extremadura no debería dar el mismo discurso en nuestra Asamblea que su homólogo en el Congreso de los Diputados. Porque alguien que se presenta por una Comunidad Autónoma tiene que ofrecer un discurso adaptado a la misma. Un discurso que hable de las necesidades de los extremeños, de lo que falta, de las mejoras que se pueden realizar, de la despoblación, de la falta de tecnologías e infraestructuras.
Estas elecciones se han llevado un presupuesto estimado de unos 7 millones de euros, según Expansión. Un gasto del que se ha tenido que encargar la Junta de Extremadura. Y no estoy diciendo que no fueran necesarias, porque si al partido que gobierna no le aprueban los presupuestos, los extremeños deben poder volver a elegir. Pero la realidad es que quizás no estamos empleando eficazmente nuestros recursos. 7 millones de euros que alcanzan casi la cifra de los presupuestos que había propuesto anteriormente Guardiola para los extremeños.
A mí, como extremeña, me entristece que esto sea lo mejor que pueden ofrecernos. Y ahora, hablando desde una perspectiva mucho menos crítica y más personal, he de confesar que como ciudadana me gusta pensar que la política está hecha para nosotros: los ciudadanos.
Yo sí creo en la política, y en la facultad que esta tiene para cambiar las cosas y favorecer a la ciudadanía. Sin embargo, también sé distinguir cuando este juego hace que sintamos que, «salga quien salga, en Extremadura poco va a cambiar». Por eso y nada más, hablemos de Extremadura y de lo que necesitamos los extremeños.
