Con Ciudadanos agonizando y dando sus últimos coletazos, los electores acudirán a las urnas este 2023 sin una alternativa sólida que ocupe el complicado espacio centrista de España.
En unos días se abrirá un nuevo curso político con la llegada del 2023. Un curso político caracterizado por la convocatoria de unas elecciones que estarán marcadas, de nuevo, por la ausencia de un partido de centro que aspire a ser pieza clave en el devenir de la política española. La caída en desgracia de Ciudadanos, tras varias crisis y ahora envuelto en una disputa casi fratricida por su liderazgo, no hace otra cosa que poner de manifiesto la fragilidad de los partidos que se ubican en el centro del espectro político nacional.
«El centro político existe. Muchos españoles necesitan votar centro»
La primera problemática bien podría ser la de definir un espacio que ya de por sí se presenta, a priori, como abstracto o indefinido. Muchos han llegado a dudar incluso de su existencia. Albert Rivera llegó a confirmar la existencia del mismo, ante otro nuevo descalabro, en su discurso de despedida como líder de Ciudadanos: “el centro político existe. Muchos españoles necesitan votar centro”. Si bien es cierto que el primer partido que ganó unas elecciones en democracia fue la UCD –esencial para la historia de la democracia al construir un puente entre la dictadura y democracia-, su periplo en política fue breve también, ya que el conglomerado de partidos que encabezaba Adolfo Suárez se disolvió dos años más tarde de la dimisión del expresidente abulense en 1981. Una dimisión provocada por el acoso y derribo por parte de derecha e izquierda por tratar de posicionar el partido en un lado u otro.
Posteriormente, el intento del propio Suárez, con la creación de CDS, por recuperar el centro poco después de su salida de UCD, y la iniciativa de Rosa Díez con UPyD en 2009 han sido otros ejemplos del agujero negro al que se han expuesto aquellos que se han proclamado representantes del centro político en nuestro país. Margaret Thatcher dejó una frase que bien pueda representar el principal escollo de esta posición: “Estar parado en el medio del camino es muy peligroso; puede ser golpeado por el tráfico de ambos lados.”
El error que le costó 2,5 millones de votos a Ciudadanos entre abril y diciembre de 2019 es evidente: no pactar con Pedro Sánchez –presuponiendo ingenuamente que éste estuviera por la labor- cuando ambos sumaban un total de 180 diputados. Tomar esa decisión era complicada, y más si has basado tu campaña electoral en desbancar a Sánchez de la Moncloa, como fue el caso de Cs. Pero, en este caso, se traicionó uno de los principios por los que se fundó el partido: actuar de bisagra entre los dos principales partidos para que no apoyaran sus mayorías en las formaciones independentistas.
Un afán pragmático, más que ideológico
El castigo que los electores “centrados” impusieron al partido naranja presupone cuál es uno de los requisitos que se le exige a un partido que abandera el centro político en clave nacional. Pero más allá de eso, al votante de centro se le distingue un afán pragmático más que ideológico, por lo que es más complicado de persuadir. Estos electores necesitan un programa político realista, que se articule a partir de políticas racionales que mejoren la vida de los ciudadanos. De ahí, que los últimos proyectos centristas que alcanzaron la política nacional partieran de manifiestos rubricados por intelectuales, es decir, gente que se le reconoce una costumbre por la reflexión, y no aceptan paternalismos ni argumentos sentimentalistas.
UPyD no caló en el imaginario político de la sociedad española, y Ciudadanos erró cuando lo tenía todo a favor para darle sentido a su existencia. A partir de aquí, el clima político actual no alumbra ninguna otra iniciativa que represente una alternativa sólida para esos votantes que huyen de la confrontación y apuestan por el consenso, en un contexto en el que una crisis institucional, como la vivida en las últimas semanas, no ha hecho otra cosa más que abroncar todavía más el debate público.
