La resistencia antimicrobiana se ha instaurado con discreción en nuestro entorno, pero esta silenciosa amenaza de salud global cobra relevancia a velocidades alarmantes
El pasado 26 de septiembre, en la 79.ª Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas, líderes de las grandes organizaciones internacionales se reunieron para discutir cómo combatir el preocupante problema que advierte con cobrar 39 millones de vidas en los próximos 25 años.
Dicha asamblea ha coincidido temporalmente con la reciente publicación del análisis más exhaustivo sobre el impacto social y sanitario que ha tenido la resistencia antimicrobiana en los últimos 30 años.
Se trata del estudio publicado el mes pasado en la revista The Lancet, realizado con la ayuda de más de 500 investigadores, en el que que hacen un análisis de la mortalidad por resistencia antibiótica durante las últimas tres décadas (1990 a 2021) y, por otra parte, nos da a conocer cómo se prevee que evolucione la situación hasta 2050. Las conclusiones a las que llegan en este estudio no son alentadoras.
Antes de nada… ¿qué es eso de la resistencia antimicrobiana?
La resistencia antimicrobiana ocurre cuando bacterias, hongos o virus que previamente eran susceptibles a un antimicrobiano dejan de responder a este fármaco. Esto lleva a que las infecciones por estos microorganismos, ahora resistentes, sean dificiles (o imposibles) de tratar, aumentando el riesgo de expansión y de que se generen cuadros más graves. Cuando el patógeno del que hablamos es una bacteria, nos referimos a «resistencia antibiótica».

La adquisición de resistencia es, en realidad, un proceso natural de los microorganismos, pero que empeora por el mal uso que se está dando a los antibióticos. Debido a su capacidad de multiplicarse rápido, las bacterias tienen probabilidad de que, en una de estas divisiones, tengan una mutación al azar que les confiere un “arma” contra el antibiótico. Con este nuevo escudo, espada o hacha se vuelven “resistentes” al fármaco.
Al usar un antibiótico, nos deshacemos de aquellas bacterias que sí son susceptibles a este fármaco, pero en el cuerpo quedan aquellas más fuertes que han conseguido armarse contra él y serán más dificiles de tratar. Un uso incorrecto del antibiótico, por no seguir el tratamiento completo o tomarlo sin necesidad, facilita que las bacterias resistentes (que además pueden compartir estas “armas” de resistencia con otras bacterias), vayan tomando posiciones en nuestro cuerpo y puedan causar enfermedad en nosotros o en las personas a las que se les transmitan.
¿Qué panorama le espera al mundo en los próximos 25 años?
Para ilustrar los resultados de su investigación, los autores del artículo de The Lancet describen tres posibles escenarios para hacer el pronóstico. El primero es al que se refieren como “el más probable” y, bajo este marco, preveen que en los próximos 25 años tengan lugar 39,1 millones de fallecimientos atribuidos a la resistencia antibiótica y 169 millones asociados con ella.
Esto implica que el número de muertes anuales originadas por la resistencia antibiótica en el mundo ascendería en un 50% para 2050 con respecto a 2019 (de 1.27 a 1.9 millones de muertes anuales), siendo las personas mayores de 70 años las más afectadas por este incremento. Se toma 2019 como año de referencia para evitar la confusión que podría derivarse de la situación excepcional de la pandemia durante 2020 y 2021, que hizo que disminuyeran las muertes por infecciones no COVID-19 durante este periodo gracias a las medidas de distanciamiento social, higiene de manos y uso de equipamiento de protección personal.
El segundo escenario hipotético al que hacen referencia es aquel que ocurriría si se desarrollasen nuevos antibióticos para un grupo de bacterias, lo cual permitiría evitar 11 millones de muertes. Un número sorprendente, pero que queda pequeño al lado de las 92 millones de muertes (incluyendo tanto las muertes atribuidas como las asociadas a la resistencia antibiótica) que podrían evitarse en un tercer escenario: aquel en el que se consigue una mejora en la calidad de la atención sanitaria a las infecciones y un mayor acceso a los antibióticos, especialmente en los países de renta baja y media. Estos son precisamente los objetivos que conciernen a las organizaciones internacionales y la razón por la que se han reunido en Nueva York el mes pasado para sumar esfuerzos contra el preocupante pronóstico.
¿Puede prevenirse este desenlace?
Los objetivos que plantean en la declaración resultante de la asamblea no son sencillos. Se han propuesto reducir en un 10% las muertes asociadas a la resistencia antibiótica para el año 2030, tomando como referencia los 4.95 millones de fallecimientos que hubo en 2019 asociadas a esta causa.
Se trata de un objetivo desafiante que, según el artículo de The Lancet, será difícil de alcanzar sin esfuerzos conjuntos en el desarrollo de nuevos fármacos, la prevención y tratamiento de infecciones graves, así como un mejor acceso a los antibióticos. Estiman que, de no tomar estas medidas, el límite establecido se rebasaría en 150.000 muertes.
Con el fin de nadar en contra de esta predicción, la asamblea celebrada este septiembre hace una llamada a las estructuras de gobernanza local, nacional y global, aspirando a que todos los países desarrollen e implementen un plan multisectorial contra la resistencia antibiótica con mecanismos y metas propias nacionales.
Un reto mayúsculo considerando que, por el momento, solo el 11% de los países tiene un fondo dedicado a la implementación de dichos planes en su presupuesto nacional. Este es el motivo por el que se han propuesto conseguir, por medio de cooperación internacional, 100 millones de dólares que servirían para financiar los planes de acción en un mínimo del 60% de los países antes de 2030.
Distribución desigual del problema
Tal y como reconocen en la declaración, si bien la resistencia antimicrobiana afecta a personas de todas las edades y países, su carga recae desproporcionadamente sobre los países en vías de desarrollo y aquellos en situaciones más vulnerables, haciendo esencial la realización de esfuerzos conjuntos, solidaridad global y cooperación internacional. No puede olvidarse, de todas formas, que sigue siendo la falta de suministro de medicamentos el problema que más vidas cobra en estos países.
Las regiones que se prevee que tengan la tasa más alta de mortalidad en 2050 por resistencia antimicrobiana son:
- Asia del Sur
- Hispanoamérica y Caribe
- Sudeste Asiático, Asia Oriental y Oceanía
Esto no significa que los países de renta alta estén exentos de este problema. De hecho, solo en España, según el Registro del Conjunto Mínimo Básico de Datos (CMBD), se contabilizan alrededor de 3.000 muertes por resistencia antibiótica cada año.
Personas, animales y plantas: un problema de todos
Entre las conclusiones más importantes de la reunión se encuentra la necesidad de que sanidad, agricultura y ganadería trabajen juntas contra el problema. Por esta razón, el acuerdo ha sido acogido por la llamada “Alianza Cuatripartita”, compuesta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA).
La prevención en la base
En lo que respecta a la sanidad humana, considerando la importancia de la prevención de infecciones, el objetivo es que el 100% de los países tengan suministro de agua, saneamiento y servicios de higiene y residuos en todos las instalaciones de atención médica y que un 90% cumpla los requisitos mínimos de prevención de infecciones y programas de control de la OMS para 2030.
La vacunación, si bien es una de las muchas medidas que deben tomarse, se trata una parte esencial en la respuesta contra la resistencia antibiótica, ya que previene infecciones y reduce así el uso de los antibióticos. Así lo ha manifestado el director de la Organización Mundial de la Salud, Dr Tedros Adhanom Ghebreyesus, al señalar que “el abordaje de la resistencia antimicrobiana empieza previniendo las infecciones y la vacunación es una de las herramientas más poderosas para lograr esto (…) prevenir es mejor que curar”.
De hecho, en una comunicación publicada por la OMS este 10 de octubre, señalan que si se lograse desarrollar y usar de manera óptima vacunas contra los 23 microorganismos que estudian en su informe, podría reducirse el número de dosis utilizadas de antibióticos en un 22%, lo cual contribuiría notablemente en la lucha contra la resistencia antibiótica.
Ganado y agricultura sumando a la resistencia
La razón por la que la ganadería está implicada en el problema es el uso extendido de antibióticos en el ganado, que promueve el crecimiento al evitar que los animales enfermen por infecciones. Esto hace que se seleccionen microorganismos resistentes en los animales que podrían pasar, por la cadena alimenticia, a los humanos.
Con respecto a la agricultura, entre otras preocupaciones, nos encontramos el creciente problema de la resistencia antifúngica. Las infecciones fúngicas (aquellas causadas por hongos) afectan a 6.55 millones de personas cada año, considerando únicamente las formas invasivas (de todo el organismo). Existe un arsenal limitado de tratamientos antifúngicos, del cual el grupo de los “azoles” es el más utilizado.
Hasta tiempos recientes, la resistencia que se veía a estos fármacos normalmente estaba presente en pacientes que habían tenido tratamientos largos de azoles, lo cual explicaría que los hongos hayan podido desarrollarla. Sin embargo, ha habido un aumento en la aparición de hongos resistentes en pacientes sin contacto previo con antifúngicos. Esto, sumando a la aparición de especies resistentes en la tierra y plantas en lugares donde se utilizan agro-químicos, nos hace pensar que los fungicidas pueden estar seleccionando resistencia y que estos microorganismos estén pasando a los humanos.

Por eso, en la declaración de la «Alianza Cuatripartita», aspiran a reducir significativamente la cantidad de antimicrobianos usados globalmente en el sector agri-alimentario antes de 2030, entre otros, invirtiendo en salud animal y agraria para prevenir y controlar infecciones, reduciendo la necesidad de uso inapropiado de antimicobiandos.
Por último, destacan la importancia de cuidar los factores ambientales que afectan al problema, evitando, por ejemplo, la descarga de antimicrobianos y sus desechos al medio natural.
La solución que lo abarca todo: One Health
El problema de la resistencia antimicrobiana parece no dejar ningún sector intacto. Requiere, tal y como señalan en la declaración, un abordaje integral que podría resumirse en las palabras “One Health”: el enfoque que reconoce la interdependencia entre la salud humana, la salud animal y el medio ambiente, y promueve la colaboración interdisciplinaria para mejorar la salud global.
Si bien puede parecer un problema abrumador, si cada sector e individuo se implica y hace la parte que le corresponde, estaremos avanzando a grandes pasos contra la resistencia antimicrobiana, y luchando para que no nos quite esos 1.8 años de esperanza de vida que se estima perder globalmente para 2035.

