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La guerra de los semiconductores, un poliedro de causalidades

El Covid-19 a la geopolítica, las causas de las crisis de suministros y de semiconductores

Este Black Friday ha sido más difícil que otros años el conseguir la Playstation nueva, la Xbox, o el último ordenador del mercado. El día preferido de las compras pre-navideñas supone un porcentaje significativo de las ventas del último cuatrimestre para las industrias de consumo. Sin embargo, este año la cadena de suministros se ha visto afectada por varios cuellos de botella, que provocarán un descenso en stock y menores descuentos en las tiendas. Entre los obstáculos principales se encuentra la crisis de los semiconductores.

No solo la pandemia por Covid-19 ha afectado a la recuperación económica. El disparo del consumo por las políticas expansivas de los países, junto con el atasco del transporte marítimo, que va más allá del bloqueo en el canal de Suez a principios de año, han sido claves para que la escasez sea un problema mundial. La cadena de suministros se ha visto afectada por la hegemonía del modelo just-in-time que evita a toda costa el almacenamiento de stock, y por tanto no puede hacer frente a imprevistos de escasez.

Y la geopolítica también entra en juego en los problemas de escasez generalizada. La guerra tecnológica entre EEUU y China, unida al desabastecimiento de semiconductores necesarios para mantener la producción de dispositivos electrónicos a ritmo, ha provocado que se estén comprando ya los regalos de Navidad para que lleguen a tiempo el 24 de diciembre. “Es geoeconomía porque hablamos de las relaciones económicas entre las potencias basadas en la localización de ciertos recursos y cierta capacidad productiva”, indica Isabel Valverde, analista de El Orden Mundial. 

La guerra de chips es el punto en común que conecta las sequías de Taiwán el cambio climático con los fondos NextGen europeos, los planes Made In China 2025 o las criptodivisas. Las vertientes afectadas son muchas y muy diversas, pero el principal problema se encuentra en los cuellos de botella que ha generado, a los que se suman otros causantes de escasez anteriormente mencionados.

La oferta no ha podido seguir la demanda y el desajuste provocado por la escasez no solo responde al ciclo económico de las crisis, sino que se introduce de lleno en la geopolítica y trae a primer plano la tecnología como factor clave de la hegemonía de potencias a nivel mundial, como es el caso de China.

Microchip de AMD Ryzen | Fuente: Unsplash

Qué es lo que está sucediendo y a quién afecta

Desde electrodomésticos, a ordenadores, consolas e incluso armamento, toda producción de dispositivos electrónicos se ha visto damnificada por la escasez de semiconductores, al ser estos un componente esencial en cualquier aparato tecnológico. Uno de los sectores que más daño ha sufrido por el desabastecimiento de chips es el automovilístico, que prevé pérdidas de más de 210 mil millones de dólares a nivel global, según la consultora AlixPartners.

Para la industria del automóvil, la crisis radica de los cálculos de aprovisionamiento realizados durante la pandemia. Durante el periodo de confinamiento extremo a principios de 2020, los fabricantes de automóviles estimaron una reducción en los pedidos de semiconductores, alegando la baja de demanda por la reducción drástica de los traslados. No obstante, la demanda de coches se recuperó antes de lo previsto, y los fabricantes de vehículos se vieron sin semiconductores para poder producir los automóviles que estaban siendo demandados a nivel internacional. Y sin semiconductores no se pueden fabricar los coches, que cada vez cuentan con mayores componentes tecnológicos, desde los airbags hasta las pantallas multimedia. 

La falta de chips fue provocada por el aumento repentino de producción de dispositivos electrónicos de uso doméstico. Electrodomésticos, ordenadores personales o smartphones fueron productos que aumentaron sus ventas drásticamente, al ser necesarios para continuar conectados durante el confinamiento. Los gigantes tecnológicos comenzaron a encargar más chips, acaparando las producciones a nivel internacional y dejando a industrias como el automóvil sin abastecimiento. Empresas como Ford y General Motors han sido de las más damnificadas y en proceso de aliarse con fabricantes de chips para restablecer su suministro. 

Estas industrias han empujado a las instituciones estatales, en especial en EEUU, para que promueva e invierta en el sector de los semiconductores para poder recuperarse lo antes posible de esta crisis de escasez que se prevé que dure hasta 2022 o incluso 2023, según diversas fuentes. El presidente de EEUU, Joe Biden, ha llegado a tener una reunión con ejecutivos de diversas empresas automovilísticas y tecnológicas hace unos meses, y Biden se ha convertido en representante de la industria. 

Pero la crisis comercial ha elevado su impacto al conflicto a nivel internacional con claros vertientes geopolíticos, acelerando la ya existente guerra tecnológica entre EEUU y China.

Los chips, el bien más preciado en la cadena de valor tecnológica 

Los semiconductores no son ni más ni menos que materiales que se utilizan como aislantes a la vez que conductores según la carga eléctrica que pase por ellos. Son esenciales en la construcción de procesadores y circuitos integrados, también conocidos como chips, por su capacidad de representar el sistema binario a nivel eléctrico. 

La escasez de estos materiales no es el problema causante de la crisis de semiconductores que preocupa al panorama internacional. Estos están compuestos de silicio, uno de los elementos más comunes de la Tierra, con una presencia del 25,7% en la corteza terrestre. Por su abundancia y maleabilidad fue el elegido para la producción de estos dispositivos microelectrónicos. Y si bien China es el primer productor del material, está lejos de ser la figura hegemónica de producción de semiconductores.

Su fabricación supone uno de los procesos más costosos en tiempo y capital de la industria tecnológica. Además, la cadena de valor del proceso de producción está segmentada, dividida y deslocalizada a nivel mundial. Anteriormente, en los años 80 y 90, Japón y EEUU, principalmente, se dedicaban a diseñar y producir los semiconductores. Las empresas contaban con una integración vertical de desarrollo, es decir, realizaban todo el proceso ellos mismos. La década de los 90 supuso un cambio y se empezó a  desvincular el diseño de la fundición o fabricación de los chips. Este último proceso es el que menos rentabilidad trae y del que se desprendieron las grandes empresas del momento. Para suplirlos, nacieron compañías como TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) que se convirtieron en las principales fundidoras de los semiconductores para las compañías que los diseñaban, como Qualcomm o Nvidia .

Así, se produjo una reducción a nicho de una de las partes más importantes del proceso de producción, la propia fabricación. Hoy en día ostentan casi un monopolio solo dos empresas, TSMC en Taiwán y Samsung en Corea del Sur. Intel sigue con la integración vertical, y en China toma fuerza SMIC (Semiconductor Manufacturing International Corporation) con el apoyo del gobierno, pero las dos primeras se reparten el 70% de los suministros de semiconductores a nivel mundial.  Si se eleva a nivel de Estado, entre Taiwán y Corea del Sur, a los que pertenecen respectivamente TSMC y Samsung, concentran el 63% y 18%, es decir, el 80% de semiconductores producidos en el mundo. 

La alta concentración ha sido la principal causa por la que la crisis comercial derivada de la escasez de semiconductores se ha extendido de manera tan significativa. La demanda creciente se ha producido con tal celeridad desde el inicio de la pandemia que los escasos agentes del mercado no son capaces de acelerar su producción. La cadena de valor es muy compleja y hay muchos monopolios en determinados sectores, no solo en la fabricación, sino también en maquinaria. En este caso, solo existe una empresa que fabrique las máquinas necesarias para producir los chips más avanzados, la compañía ASML, establecida en Países Bajos. 

Las principales dificultades del sector de los semiconductores

El problema principal a la hora de intentar posicionarse en este sector es que, en cualquier tecnología punta, pelear por los desarrollos más avanzados es complicado en tiempo y dinero, y son inversiones de riesgo, porque la tecnología caduca muy rápido. Pero son los demandados para la minería de criptodivisas, la producción de computadores de alto rendimiento para altas tecnologías, e incluso para armamento militar, algo que EEUU ve una amenaza si China consigue hacerse con maneras de producir los semiconductores más avanzados, volviendo a la preocupación por la seguridad nacional. 

Representación física de Bitcoin | Fuente: Unsplash

Es en esa desactualización constante del producto en la que se quedaron rezagadas la Unión Europea en su momento y Japón, que en los años 90 ostentaba el 50% de los chips del mundo, pero al no inclinarse por la fragmentación que tuvo el mercado, se ha quedado en un 15%. En la actualidad, para poder mantenerse en vilo en la guerra de semiconductores se necesita el apoyo taiwanés y coreano, principalmente. Ahí es donde se está lidiando la guerra tecnológica entre EEUU y China en estos momentos.   

Taiwán, epicentro de la geopolítica tecnológica 

La pequeña península, con TSMC como el primer fabricante de chips del mundo en su suelo patrio, se ha convertido en un enclave de interés geopolítico. Es uno de los países más próximo a China y el Partido Comunista quiere “anexionarlo” a la República Popular para el año 2049 . Mientras tanto, es aliado de Estados Unidos y cuenta con su apoyo y provisión militar. Además, es foco de desastres por la crisis climática, como la sequía que ha sufrido estos últimos meses y que ha provocado problemas en la producción de chips, cuando solo TSMC ya necesita 156.000 toneladas de agua diaria para sus procesos. 

En definitiva, Taiwán se muestra como un tercer componente en una guerra que no protagoniza pero que vive entre ambos bandos, y ahora mismo es el punto de máxima tensión geopolítica en el asunto.

Ahora, EEUU intenta reprimir a China en sus esfuerzos de convertirse en una potencia tecnológica a nivel mundial , y China intenta autoabastecerse para conseguir equilibrar su demanda de chips a nivel mundial. Y en ambas estrategias, Taiwán es clave. China es el mayor importador de semiconductores del mundo, con más 350.000 millones en demanda en 2021, un 60% del total mundial, pero solo vende el 7.6% , y por ello ha intentado hacer negocios con TSMC para cubrir su abastecimiento. Mientras, EEUU intenta traer a la propia TCSM, y también a  Samsung, a su territorio, para que construyan allí sus futuras fábricas, y así sea más fácil restringir el acceso a China a las mismas para que no pueda desarrollar los chips más avanzados en su país. Y, “aunque no sea la estrategia más rentable a nivel empresarial en cuanto a localización de fábricas, sí es la más segura en cuanto a seguridad,  “, según Juan Vázquez, analista de El Orden Mundial. 

La estrategia China es llegar a ser la primera potencia tecnológica mundial 

China pasó de centrar su estrategia a nivel internacional hasta 2008-2010 en exportar productos de bajo valor añadido a ser una potencia tecnológica, con planes como el Made in China 2025. Este se enfoca en potenciar diversas tecnologías relacionadas con la llamada 4a revolución industrial , como la inteligencia artificial, la conducción autónoma, el 5G o la computación cuántica. Para todas ellas se necesita una gran cantidad de semiconductores para ponerlas en marcha, en concreto de los más avanzados. Su objetivo es conseguir producir el 70% de los chips que consuman para 2024, y, aunque han conseguido posicionarse en las otras tecnologías desde la publicación del plan Made in China, en semiconductores se siguen quedando atrás. “Quieren expandir su autonomía productiva de chips, como bien esencial de la economía”, según Isabel Valverde. 

Su principal empresa de fabricación, SMIC, cuenta con gran inversión propia y del gobierno, pero solo tiene capacidad de producir los chips de dos o tres generaciones atrasadas. Por mucho que AliBaba haya diseñado circuitos integrados de última generación, no los pueden producir en territorio nacional . Por lo tanto, esta industria es clave para poder desarrollar el resto de tecnologías de su plan Made in China 2025 y así conseguir ser esa potencia hegemónica en tecnología. 

EEUU intenta mantener su hegemonía y Europa, recuperar poder en el sector

Oblea de microchips | Fuente: Unsplash

EEUU le favorece el hecho de que la cadena de valor esté tan fragmentada para hacer presión en los agentes clave y así controlar que China no avance en su objetivo. Ya han ejercido tal presión con las empresas ASML y SK Hynix, que por intereses con EEUU han decidido aceptar la limitación de negocio con el gigante asiático para contentar a EEUU.

Además, la potencia norteamericana está invirtiendo en su propio territorio para afianzar su posición en el sector. El presidente Joe Biden ha aprobado un plan de inversión e infraestructuras de cara a contrarrestar la competencia china, en la que destinará más de 50.000 millones de euros a la industria de los semiconductores, en las que se incluye la  implantación de fábricas de las principales empresas extranjeras, mencionada anteriormente.

Mientras, Europa intenta aumentar su tasa de producción a nivel internacional. Atrás quedó la década de los años 90 en las que llegó a contar con el 44% a nivel mundial, mientras que ahora solo ostenta el 9%. Thierry Breton ha declarado la intención de pasar de ese 9% a 20%, por la “seguridad de suministro”. Lo incluyen como línea de inversión de los Fondos NextGen, pero sin un plan estructurado que guíe esa estrategia, se limita a ser una utopía difícil de conseguir. 

EEUU contra China, una disputa tecnológica desde tiempos de Obama

Este conflicto viene desde el gobierno del presidente Barack Obama. Durante ese periodo ya incluyeron a empresas chinas en la conocida entity list, la lista negra de empresas con las que no se puede negociar desde EEUU sin el permiso del gobierno. Las compañías que entran en esta lista son consideradas como aquellas que atentan contra la seguridad nacional. Posteriormente, Trump llevó la lista negra un paso más allá, con la detención de la directiva de Huawei, Meng Wanzhou en suelo canadiense y el veto a SMIC y a Huawei. 

Ahora Biden, junto con las inversiones previstas, está tratando de bloquear acuerdos entre empresas y China, además de añadir nuevas empresas a esa lista negra,  En teoría, las restricciones se fundamentan en la salvaguarda de la seguridad internacional, y son los argumentos que dan de forma pública, pero la propia guerra tecnológica es un elemento influyente.

 El discurso generalizado en EEUU es que China es un enemigo que intenta implantar su modelo a nivel mundial y busca la hegemonía del mundo, a través de estrategias como la expansión de las redes 5G de Huawei, o el supuesto espionaje de la red social TikTok. Y como el punto débil de China es la provisión de semiconductores, EEUU está enfocada en mermar su abastecimiento.

Esto no significa que exista un bloqueo absoluto contra China, es más, siguen teniendo acuerdos en distintas cuestiones como las relacionadas con el medio ambiente, e incluso en materia comercial hay empresas chinas que encargan a EEUU y viceversa. Pero si el acuerdo facilita de cualquier manera crecimiento de China en suministro de chips, es donde EEUU bloquea. 

La guerra tecnológica no ha provocado la escasez de chips, pero sí se ha acelerado

La guerra tecnológica no ha sido tanto una causante de esta escasez de chips sino que, más bien, se ha visto acelerada por la crisis de semiconductores. Biden admite que tiene que competir con China y que para ello necesitan de la política industrial. Esta estrategia “no se veía desde periodos de la postguerra”, y ha revivido, según Vázquez, en cierta parte influenciado en la manera de gobernar de China. Esta se nutre de ese apoyo estatal al sector privado, porque ahora mismo no hay inversor privado capaz de costear inversiones en el sector de chips sin el apoyo estatal.

Aunque China lleva una década intentando escalar en el terreno de los chips, es uno de los que más a avanzado en los últimos años y previsiblemente tendrá una posición más importante en el futuro que ahora, necesita sortear el bloqueo de EEUU. En otra vertiente, el monopolio de Taiwán junto a Corea se van a mantener en el corto plazo, “según el ciclo económico y el impulso del consumo que se está viendo en un giro para salir de la crisis del Covid”, según Juan Vázquez. Las empresas están invirtiendo en capacidad instalada para producir más, y en cierto modo, los monopolios crecerán con ellas. 

Las crisis de suministros diversos se suceden

La escasez de chips tiene un ejemplo anterior en el que apoyarse a nivel de análisis geoeconómico que es el del material sanitario. También sufrió cuellos de botella en la cadena de suministro, y se hubo de recurrir a potencias extranjeras para abastecer otras naciones. Este fue detonante para los atascos de transporte marítimo por las gestiones de urgencia derivadas, e hizo que la prensa especializada estuviera al tanto de la inminente crisis de semiconductores que se iba a provocar. La irrupción en la prensa generalista es lo que ha provocado el pánico a nivel consumidor y empresa, que se están  aprovisionando de más de lo necesario, y que “han provocado que incluso TSMC necesite auditar a sus clientes para que no compren de más”, como indica Juan Vázquez.

Mientras, la guerra tecnológica entre EEUU y China se sitúa en un pico por la escasez de chips, pero para cuando se solucione, esta seguirá presente. No se sabe ni cuándo será la recuperación de la crisis comercial, ni cuándo se relajará el conflicto entre ambas potencias. “El tiempo lo dirá, pero pero avanzamos hacia deslocalización a largo plazo”, según Isabel Valverde. Ahora mismo, lo único cierto es que los chips tardan más de 20 semanas en llegar. Y se recomienda comprar ya los regalos de Navidad, sobre todo electrónicos, por si no llegan a tiempo. 

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