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Neruda también escribió su ‘Derecho de vivir en paz’

La obra de Neruda clama contra los abusos de Nixon en Vietnam

Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena es la última obra que el poeta publicó en vida. En ese aciago 1973 en el que una dictadura militar asesinó a su compañero, Salvador Allende, Pablo Neruda giró sus ojos hacia Vietnam, compadecido de su lucha contra el invasor norteamericano. 

Es de sobra conocida la canción El derecho de vivir en paz del cantautor chileno Víctor Jara. Menos lo es este libro de su compatriota Neruda. Ambos -atrevámonos a decirlo- poetas le cantan al país de Ho Chi Minh, asolado por las tropas estadounidenses y sus bombardeos de napalm. El de Parral, en el que sería el último año de su vida, le dedica este libro a al oprimido pero resistente pueblo vietnamita y, a su vez, al chileno, esperanzado por el gobierno socialista de Allende.

Contra Richard Nixon

Lyndon B. Johnson y Richard Nixon fueron -tras los mandatos de Eisenhower y Kennedy– los máximos responsables de la intervención estadounidense en Vietnam. Aunque Nixon parece haber pasado a la historia en algunos relatos como el magnánimo gobernante que retiró las tropas del país asiático, su papel no fue tan bondadoso. En un discurso el 3 de noviembre de 1969, decía: «Rechacé la recomendación de finalizar la guerra retirando de inmediato todas nuestras fuerzas».

El ejército del napalm y el agente naranja, de los campos de prisioneros y el Rolling Thunder, de la guerra «para instaurar la paz», pretendía pasar a la historia como un libertador. Más de 3 millones de vietnamitas murieron en este conflicto, tanto combatientes como civiles inocentes. Las violaciones de DDHH y crímenes de lesa humanidad por parte de EEUU han sido ampliamente documentados y Richard Nixon, en lugar de retirar las tropas inmediatamente, decidió seguir presionando a las fuerzas Norvietnamitas.

Incitación al nixonicidio

Neruda encuentra en la poesía un método de combate, una manera de luchar contra las injusticias. En el prólogo dice: «No tengo remedio: contra los enemigos de mi pueblo mi canción es ofensiva y dura como piedra araucana». El poeta se recrea en el paralelismo entre la resistencia del pueblo vietnamita y la reciente victoria del socialismo chileno. Y previene del fuerte impacto que pueden tener sus poemas: «Ahora, firmes, que voy a disparar!».

«Pueblos que Nixon, el analfabeto, ni siquiera de nombre conocía y que mandó matar con un decreto». Para el poeta araucano, el presidente es un claro criminal de guerra sobre el que aplica todos sus sentimientos hacia la política bélica estadounidense. Tal y como lo hiciera antes Jara, Neruda denuncia los métodos genocidas del «Tío Sam»: «Así Nixon comanda con napalm: así destruye razas y naciones: así gobierna el triste Tío Sam: con asesinos desde sus aviones».

Un prisionero del Viet Cong interrogado en Thuong Duc (1967). | Fuente: David Epstein.

La venganza del yanqui

En 1970, la Unidad Popular, de la que Neruda formaba parte como miembro del Partido Comunista, consiguió ver a Salvador Allende como presidente de Chile. Como fue demostrado más tarde, el propio Richard Nixon ordenó a la CIA evitar la investidura del socialista. La inteligencia yanqui ideó dos planes. En uno la derecha forzaría unas nuevas elecciones en las que Frei sustituiría a Alessandri y, habiendo fallado, el segundo consistiría en generar una inestabilidad social que obligase al ejercito a intervenir. Prácticamente Nixon estaba dispuesto a causar un golpe de estado.

Resulta entendible -incluso dejando Vietnam al margen- la animadversión que Neruda mostraba hacia Nixon. De hecho, con la necesaria visión histórica, podría llegar a considerarse que, en este libro, el poeta señala y ataca al que más tarde sería su verdugo y el de Salvador Allende. El segundo fue asesinado el 11 de septiembre de 1973 y el primero, según recientes estudios, fue envenenado el día 23. La intervención de EEUU en el Golpe de Estado de Augusto Pinochet ha sido ampliamente demostrada.

Elogio de la revolución chilena

Más allá de lo que pasase después de la publicación del libro, en él Neruda canta a sus compatriotas con orgullo. Dice «hoy que el rostro de Chile se agiganta, cuando echamos atrás tantos dolores, te necesito, mi joven hermano, joven hermana». Llama al pueblo de Chile a cooperar entre sí por el bienestar del país. El idealismo y la esperanza están presentes en cada uno de sus poemas: «creo que con tu mano y con mi mano, frente al malvado y contra sus castigos, llenaremos la Patria de regalos sabrosos y dorados como el trigo».

Queda meridianamente claro que Neruda -aunque le persiga el estereotipo- siempre escribió poemas de amor. Todas sus obras, desde las más políticas o reactivas, hasta las más históricas o experimentales, están escritas con un interés amoroso: a una mujer, al arte en sí mismo o, sobre todo, a su pueblo. «Amo la paz por variadas razones: una es porque el canto del trabajo se une al color solar de los limones», dice. Mira al futuro con la ilusión de un amante: «todo lo hace el amor y los amores del pueblo en su batalla».

Salvador Allende junto a Pablo Neruda. | Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.

Poeta del pueblo

Durante toda su vida, pese a ser fundamentalmente recordado por Veinte poemas de amor y una canción desesperada, la obra de Pablo Neruda ha estado comprometida con la realidad social. Ya en 1937 compuso España en el corazón, un poemario en el que cantaba a la valentía del pueblo español contra el ejercito franquista. Su Canto General es un intento épico por recolectar la esencia histórica de toda América Latina, un homenaje a los pueblos del continente.

En este poemario, vuelve a quedar clara la figura de Neruda -controversias aparte- como defensor poético del pueblo. Sus versos son balas contra la opresión, sus poemas denuncias que buscan salvar al inocente. Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, porque así se llamaba en realidad, no sólo es uno de los poetas más universales en nuestra lengua, sino uno de los más combativos. No pudo estar más acertada la Academia Sueca cuando le otorgó el Nobel «por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente». Al final será cierto lo que canta Silvio Rodríguez y «al buen revolucionario sólo lo mueve el amor».

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