La nueva película del director Alex Garland se estrenó el 18 de abril remodelando lo que se conoce como cine bélico
Acción, corazón y realismo puro se entremezclan para crear Warfare. Basado en una historia real, pretende ir más allá de una simple película de acción, dejando un mensaje alto y claro sobre la naturaleza de la guerra
Si el director Alex Garland sabe hacer algo, son películas centradas en la campañas militares. La idea de esta película se creó mientras cocinaba su éxito Civil War. Durante el rodaje conoció a quien sería su codirector en este filme, Ray Mendoza, un veterano de los Navy SEALs que se adentró en la industria cinematográfica tras combatir en la guerra de Irak. Entre sus trabajos destaca el de asesor militar en Call of duty. Garland también ha hecho sus pinitos como guionista en 28 días después (2002), La Playa (2000) o Ex Machina (2015), esta última como director.
Una guerra que es explorada en Warfare y que quiere hacer visible la historia real que Mendoza vivió junto con sus compañeros. Formada a través de los recuerdos de los excombatientes, lleva a la vida un momento que marcaría la historia de aquellos que lo vivieron.
La idea inicial era hacer una película que sirviera de guía para aquellos combatientes que después del trauma que les ocasionó la guerra tenían lagunas sobre los sucesos. Mendoza deseaba contar la historia, aunque nunca esperó que llegase a tener tanto presupuesto.

Un largometraje personal
El contraste entre la primera y la segunda escena establece el tono del filme. La acción se centra en un batallón de Navy SEALs, la principal fuerza de operaciones especiales de la armada de Estados Unidos. Durante la guerra de Irak son enviados a una misión de reconocimiento en un barrio residencial. Sin embargo, la situación se complica rápidamente: quedan atrapados en la casa de unos civiles y deberán luchar por su supervivencia en un entorno hostil.
Para materializar Warfare dotándola de realismo y autenticidad están respaldados por un reparto que encarna el pulso actual del cine. Entre ellos destacan Joseph Quinn (Los 4 fantásticos), Kit Connor (Heartstopper), Cosmo Jarvis, Taylor John Smith, Will Poulter (El corredor del laberinto), Noah Centineo, Charles Melton o D´Pharaoh Woon-Tai.

Un jarro de agua fría
Ensalzándose como la antítesis de las películas bélicas que enaltecen el honor, el patriotismo y el sacrificio, Warfare rediseña el significado del heroísmo. Este se deriva en conservar la propia vida y la del compañero. En un prodigioso ejercicio de cine, Garland y Mendoza trasladan la crudeza de la violencia al espectador de una manera sencilla: convirtiéndolo en uno más del pelotón de batalla.
La película aborda un tema de candente actualidad, en un mundo sacudido por conflictos constantes y debates sobre cómo hay que enfrentarlos. Sin embargo, lejos de adentrarse en cuestiones geopolíticas, la obra se limita a retratar con brutal honestidad la aspereza del campo de batalla, sin ningún ápice de épica o de glorificación.

Quizás sea precisamente esa cercanía con la realidad lo que otorga a Warfare su estremecedor realismo, enfocándose no en grandilocuentes discursos, sino en el impacto físico y emocional de la guerra: en las emociones, en las sensaciones, en los miedos y en las heridas invisibles (y visibles) que marcarán para siempre a los combatientes.
Lejos de tratar el tema con delicadeza o distancia, de convertirlo en un viaje épico como otros filmes, la película se sumerge de lleno en la cotidianidad dentro de la guerra, en la calma tensa que precede al estallido de violencia, y en cómo, en cuestión de segundos, la vida puede dar un vuelco irreversible.
Esta precisión, que se acerca casi a la de un documental, muestra el estricto punto de vista de los soldados norteamericanos lejos de casa, pero no cae en la deshumanización del otro bando, mostrando pinceladas que dejan un mensaje claro y bastante simple: la barbarie, el desconcierto y la despersonalización que conlleva la guerra.

