En pleno desierto saudí se alza una asombrosa réplica de la Alhambra de Granada, una réplica que trasciende fronteras y que despierta un sentimiento tanto de admiración como de polémica. Construida por un emir apasionado por la cultura española, esta obra refleja un deslumbrante encuentro entre Oriente y Occidente.
Historia y motivaciones detrás de su construcción
La Alhambra de Granada, conocida y apreciada mundialmente, puede presumir de ser uno de los hitos artísticos más importantes de la orbe. Tanto es así que a finales del siglo XX se puso en marcha un proyecto para la elaboración de una réplica casi exacta en las afueras de Riad, la capital de Arabia Saudí. La construcción de este grandioso conjunto se llevó a cabo en la máxima discreción, habiéndose filtrado escasas imágenes y accedido a ella unos pocos afortunados.
El emir Abdelaziz bin Fahd, hijo del difunto rey Fahd de Arabia Saudí, expresó su interés por la Alhambra e incluso trató de hospedarse en el recinto monumental. Al ser rechazada su petición, ofreció una gran suma de dinero para comprar un terreno y edificar un pequeño palacio en los alrededores. Como esa propuesta también fue rechazada, decidió realizar una réplica casi exacta en pleno desierto saudí. El deseo de este emir requirió una considerable movilización de recursos y una inversión de varios millones, cuyo monto exacto se desconoce.
Del original a la reinterpretación: diferencias arquitectónicas
Más de 10 hectáreas son las que ocupa esta majestuosa versión contemporánea, compuesta por más de 500 columnas, 13 fuentes —incluida una versión de la famosa Fuente de los Leones— y 2.400 metros cuadrados de pavimento. Para su construcción, se necesitaron multitud de empleados y empresas de más de media docena de países. En ella participaron, entre otros, el experto en yeserías Ramón Rubio y unos marmolistas almerienses. En las cúpulas de mocárabes, en cambio, participaron artesanos marroquíes y turcos. Todos ellos firmaron una cláusula de confidencialidad y se comprometieron a no hablar sobre su construcción, para la que se utilizaron materiales de gran calidad. Entre estos destacan el mármol blanco de Macael, la loza de barro de Otura o la cerámica de Talavera.
A pesar de su similitud con el conjunto granadino, se suprimieron algunas obras como el Palacio de Carlos V, la Iglesia de Santa María de la Alhambra o la Alcazaba. Y estas no fueron las únicas modificaciones que introdujo el emir. Por ejemplo, los muros lisos de la Alhambra original se recubrieron en esta con abundante decoración. Asimismo, en el Patio de los Leones se abandonó el suelo de mármol blanco para recuperar el supuesto jardín primitivo. También es importante señalar que en algunas estancias se añadieron elementos cerámicos que no se corresponden con la época histórica, además de habitaciones privadas y un patio de estilo magrebí, que no tiene nada que ver con la Alhambra. Otra cuestión que conviene subrayar es que el bosque que rodea el conjunto arquitectónico procede de Australia al no resistir las especies arbóreas de la Alhambra granadina las elevadas temperaturas del desierto saudí.
Una obra en el centro del debate
Desde que la edificación de la Alhambra de Oriente salió a la luz, se han generado diversas opiniones: algunos la ven como una muestra de apropiación cultural, mientras que otros la interpretan como un simple homenaje al emblemático monumento español. Mientras tanto, el emir disfruta de su residencia oficial. Residencia que solo han tenido la oportunidad de admirar en persona los escasos asistentes que acuden a sus fiestas y eventos sociales.
