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La maldición de Tutankamón

Según la leyenda, existe una antigua maldición asociada a las momias y tumbas de los faraones egipcios: quien se atreva a alterar el descanso de estos cuerpos embalsamados será alcanzado por la desgracia, la enfermedad e incluso la muerte. Una muestra de ello fue la desdicha que acechó a aquellos que hallaron la tumba de Tutankamón, un hito indiscutible de la egiptología.

La misteriosa muerte de Tutankamón y el hallazgo de “cosas maravillosas” que asombraron al mundo

No existen documentos que detallen las condiciones en las que murió Tutankamón, lo que ha provocado un amplio debate y numerosas investigaciones. Sin embargo, se considera que su muerte fue probablemente consecuencia de la combinación de varios trastornos debilitantes, una fractura en la pierna provocada por una posible caída y una infección severa de malaria.

La tumba del faraón Tutankamón fue descubierta en el Valle de los Reyes en noviembre de 1922 por el arqueólogo y egiptólogo Howard Carter. El hallazgo contó con el apoyo económico de lord Carnarvon, un aristócrata británico que, al igual que Carter, sentía un gran interés por el Antiguo Egipto. La tumba —luego catalogada como KV62— no da la impresión de haber sido concebida para un faraón, sino más bien para un noble. Parece haber sido adaptada con prisa dada la prematura muerte de Tutankamón, quien falleció a los 19 años de edad.

Fotografía del momento en que Howard Carter abre la capilla funeraria donde se encontraba la momia del faraón Tutankamón
Momento en que Howard Carter abre la capilla funeraria donde se encontraba la momia del faraón Tutankamón | Fuente: Wikimedia Commons

«… Cuando Lord Carnavon preguntó ansiosamente: «¿Puede ver algo?», todo lo que pude hacer fue decir: «Sí, cosas maravillosas».». ― Howard Carter

Por fortuna, el sepulcro permaneció oculto durante más de tres mil años, conservando gran parte del ajuar funerario. La magnitud del descubrimiento fue tan grande que la máscara funeraria de oro de Tutankamón terminó transformándose en un emblema representativo del Antiguo Egipto. Junto a esta, se encontraron otras piezas como «dos figuras negras de tamaño natural de un rey, una frente a la otra como centinelas, con faldellín y sandalias de oro, armados con un mazo y un báculo y llevando sobre la frente la cobra sagrada como protección». Una de estas estatuas representaba el ka de Tutankamón. Esta es una parte inmaterial que se une al ser humano y lo acompaña durante toda su vida.

Muertes y accidentes tras el hallazgo

Poco tiempo después del descubrimiento de la tumba, a lord Carnarvon lo encontraron muerto. Murió en 1923 a causa de una septicemia (infección en la sangre) provocada por la infección de una picadura de mosquito en el rostro que se agravó al afeitarse. Esta infección se complicó con neumonía, lo que resultó mortal en una época en la que no existían la penicilina ni otros antibióticos. Se dice que en el momento exacto de su muerte su perro lanzó un aullido terrible y murió fulminado. Por supuesto, ni dicha advertencia existía ni la mascota de lord Carnarvon presintió la muerte de su amo. Sin embargo, poco más necesitó la prensa inglesa para airear las leyendas de la maldición de los faraones.

Archivo:Howard Carter, Lord Carnarvon y Lady Evelyn Herbert en la tumba de Tutankamón.jpg
Howard Carter, Lord Carnarvon y Lady Evelyn Herbert en la tumba de Tutankamón | Fuente: Wikimedia Commons

Tras este inesperado acontecimiento, siguieron otros más. El hermanastro del aficionado aristócrata, Audrey Herbert, quien había asistido a la apertura de la cámara real, murió de forma repentina al regresar a Londres. Arthur Mace, encargado de dar el último golpe al muro para acceder a la cámara, falleció poco después en El Cairo sin causa médica clara. Sir Douglas Reid, responsable de radiografiar la momia de Tutankamón, enfermó y murió dos meses más tarde tras volver a Suiza. La secretaria de Carter sufrió un infarto mortal, y su padre se quitó la vida al conocer la noticia. Asimismo, un profesor canadiense que examinó la tumba junto a Carter murió de un derrame cerebral poco después de regresar a El Cairo. El propio Carter falleció como consecuencia de un cáncer varios años después de haber concluido su trabajo en la tumba.

Rumores, prensa sensacionalista y nuevas tragedias

Durante las décadas de 1960 y 1970, las piezas del Museo Egipcio de El Cairo se enviaron a varias exposiciones temporales en museos de Europa. Los directores del museo que autorizaron estos traslados fallecieron poco tiempo después, y los periódicos ingleses aprovecharon la situación para difundir la maldición, relacionándola incluso con algunos incidentes menores que sufrieron los pasajeros del avión que transportó las piezas a Londres.

La última persona vinculada a la maldición fue Ian McShane, que había sido elegido para interpretar a Carter en la película La maldición de Tutankamón (1980). Sin embargo, antes de iniciar el rodaje, sufrió un accidente automovilístico que le fracturó gravemente una pierna, lo que obligó a sustituirlo en la película por Robin Ellis.

Mito mediático y difusión de la maldición

La explicación más aceptada sobre la maldición de los faraones es que fue un invento de la prensa sensacionalista de aquel tiempo. Un análisis reveló que, de las 58 personas que estuvieron presentes durante la apertura de la tumba y el sarcófago de Tutankamón, solo ocho fallecieron en los doce años posteriores, mientras que el resto vivió muchos años más.

No existe una persona específica a la que pueda atribuir la creación del mito de la maldición del faraón, pero sí hubo un escritor que contribuyó enormemente a difundirlo. Y no se trataba de un autor cualquiera, sino de uno de los más célebres de su tiempo: Arthur Conan Doyle. El novelista afirmó sin reparos que la muerte de lord Carnarvon fue consecuencia de la maldición de la tumba. Esta fue una afirmación descabellada y sin pruebas, pero procedía nada más y nada menos que del padre de Sherlock Holmes.

El análisis científico que desmonta la leyenda

A pesar de la popularidad de la leyenda, no hay evidencia científica que respalde la existencia de la mencionada maldición del faraón. A comienzos del siglo XX, la ciencia no contaba con los avances que tenemos hoy, por lo que muchos no encontraron otra explicación más lógica que la de un supuesto hechizo protector. Sin embargo, investigadores actuales sugieren que, detrás de lo que entonces se interpretaba como una maldición, podría encontrarse la presencia de un tipo de hongo.

Investigaciones recientes de tumbas egipcias antiguas han identificado la presencia de bacterias patógenas de los géneros Staphylococcus y Pseudomonas, así como mohos como Aspergillus niger y Aspergillus flavus. Esta es una teoría que respalda el especialista en microbiología Raúl Rivas de la Universidad de Salamanca en su La Maldición De Tutankamón Y Otras Historias De La Microbiología. También es común que, tras su apertura, estas tumbas se conviertan en refugio de murciélagos, cuyo guano puede transmitir histoplasmosis.

La leyenda de la maldición del faraón probablemente surgió de una mezcla de supersticiones, hechos fortuitos y exageraciones difundidas por los medios. En el Antiguo Egipto, las creencias religiosas y mágicas configuraban una parte esencial de la vida, por lo que no resulta extraño que se pensara que los faraones pudieran resguardar sus tumbas con maldiciones. A pesar de todo, Howard Carter siempre creyó que «todo espíritu de comprensión inteligente se halla ausente de esas estúpidas ideas».

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