Una reinterpretación que deja de lado la faceta terrorífica del vampiro más famoso para centrarse en su parte más romántica
La película, dirigida por Luc Besson (El quinto elemento, Kamikaze), se presentó en el Festival de Sitges 2025. Está protagonizada por Caleb Landry Jones (Tres anuncios a las afueras), Zoë Bleu (Signs of love) y Cristoph Waltz (Malditos Bastardos, Frankenstein). Se trata de una nueva versión que toma la obra escrita por Bram Stoker y a su icónico personaje para darle un giro inesperado. Esta vez el relato se centra contar la historia de un Príncipe Vlad locamente enamorado y, por ello, atormentado.
La historia romántica que humaniza al monstruo
El director declaró en una entrevista para Le Parisien que no se consideraba un fan del cine de terror o del personaje de Drácula. Pero, para él, la historia nunca se había centrado tanto en el elemento romántico que la rodeaba, lo que le pareció un interesante punto de vista y le llevo a crear esta nueva versión.
El filme se centra en la historia de amor del príncipe Vlad II, el Conde Drácula, y su mujer, Elisabeta. Se presenta su relación como un romance ardiente e intenso que se ve amenazado por la guerra. El conde debe atender a sus responsabilidades e ir a luchar en una guerra en nombre de Dios, lo que le separa de su amada mujer. Por ello, pide a Dios que proteja a su mujer mientras él lucha en su nombre.
Sin embargo, mientras Elisabeta huye del lugar para evitar la sangrienta guerra, es sorprendida por una emboscada y, pese a que el príncipe intenta salvarla, termina muriendo en sus brazos. Es entonces cuando él, debido a la profunda ira que lo consume por su pérdida, renuncia a Dios y lo maldice. Pero, como castigo por su ofensa, se ve condenado a no poder morir y a vagar por la Tierra alimentándose de sangre.
Durante su condena, su amor no desfallece y dedica todos sus esfuerzos a intentar reencontrarse con su amada. El Conde está seguro que un alma tan pura como la de Elisabeta podrá reencarnarse. Y no pierde la esperanza hasta que la encuentra, tras 400 años.
Una interpretación diferenciada pese a las referencias a la versión clásica
A lo largo de la película puede comprobarse que, pese a su intención de diferenciarse de sus predecesoras, esta adaptación respeta mucho la imagen que se tiene en la cultura popular del famoso chupasangre. Un ejemplo de esto es la versión demacrada del Conde que presenta la película, una clara referencia a cómo se le presentó en la mítica Drácula, de Bram Stoker de Francis Ford Coppola.
Además, esta nueva reinterpretación puede incluirse en una estética gótica romántica, también muy similar a de la película de Coppola. Y, para contribuir a este tipo de ambientación se suma la música del filme, a cargo de Danny Elfman, colaborador habitual de las películas de Tim Burton. Pero, pese a las referencias, este es un relato diferente y único.
La principal diferencia es que esta vez Drácula no es solo el antagonista que llega para aterrorizar a los personajes y al público. En este relato el vampiro es el protagonista principal y, como tal, se le presenta como un ser con sentimientos y un profundo dolor que proporciona al monstruo una humanidad nueva y fresca.
Puede que esta táctica humanizadora busque hacer reflexionar sobre quién son realmente los monstruos. Si son estas figuras míticas o la propia humanidad con los actos atroces que comete. En este caso, es la guerra lo que separa a Vlad de su amor y la religión lo que le condena y luego decide si es digno de redención.
Y esta historia no es la única que se centra en dar voz y sentimientos a criaturas que solo habían sido presentadas como seres aterradores. Y es que esto es una tendencia de lo más actual, como ha demostrado Guillermo del Toro en su última adaptación de Frankenstein. En esta última, sus protagonistas, interpretados por Jacob Elordi y Oscar Isaac, se debaten entre la aberración y la humanidad en igual medida mientras se presenta una relación de paternidad emotiva, difícil y profunda que equipara a ambos personajes como iguales.
En esta versión de Drácula ocurre algo parecido. El príncipe Vlad es solo un alma atormentada que sufre por amor y quiere recuperar a quien ha perdido. Y, verdaderamente, ese es un sentimiento de lo más humano. Porque, ¿quién no ha sufrido por amor?
