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Luis García Jambrina: «El mejor personaje de Unamuno fue el propio Unamuno»

El escritor de la Saga de los Manuscritos viste con el hábito de detective al célebre intelectual salmantino en el inicio de una nueva saga de misterio

Justo antes de la entrevista, hojeo una revista literaria que he encontrado sobre la mesa de la sala en la que espero a que Luis García Jambrina termine de hablar con otro periodista. En una de sus primeras páginas aparece El primer caso de Unamuno  (Alfaguara), el libro que el autor galardonado con el Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza ha publicado en el inicio de estos años. Leo, en grandes y solemnes letras, las cifras de ventas, que no son pocas, y la promesa de que entre las páginas de la novela el lector hallará un protagonista por el que, de seguro, nos sentiremos atraídos.

Imagen de la portada de 'El primer caso de Unamuno'
‘El primer caso de Unamuno’, de Luis García Jambrina

Un «thriller histórico»

Pregunta: ¿De qué le gustaría hablar en esta entrevista?

Respuesta: Me gustaría que fuese una conversación, más que un juego de preguntas y respuestas. Una diálogo que fluyera entre lo que a mí, por ser el que ha creado la historia, y al entrevistador, por ser el que la ha leído, nos ha sugerido este libro en particular dentro de la gran cantidad de libros que se publican a día de hoy.

P: Justo antes estaba hojeando esta revista y mire, aquí aparece El primer caso de Unamuno. ¿Le parece adecuado que describan la novela como un «fascinante thriller histórico»?

R: No me parece mal, pero hay más que eso. Lo que pasa es que a lo mejor eso que hay de más no tiene tanto gancho. Puede parecer limitante, pero no me molesta. Yo mismo soy lector de thrillers históricos, de thrillers en general, vamos a decir, y creo que hay que dignificar ese tipo de literatura en la que puede haber de todo, como en cualquier otra. En la literatura de vanguardia, por ejemplo, también nos podemos encontrar de todo. En cualquier caso yo considero que uno de los elementos de la literatura que yo hago es el entretenimiento y, cuando lees el libro, pese a que hay más cosas, salta a la vista una confluencia entre un componente de misterio y otro histórico.

P: ¿Y en cuál de los dos se siente más cómodo?

R: Yo siempre he sido un lector de novelas policíacas y negras. Siempre. He seguido más o menos fiel a eso y me he sentido muy cómodo. También en lo que respecta al cine y a las series. Es un campo que me interesa mucho, más incluso que lo puramente histórico, porque dentro de lo histórico hay cosas que no me gustan.

P: ¿Por ejemplo?

R: Yo no quiero hacer novela histórica para blanquear la historia, como hacen algunos en España. Blanquear y exaltar la grandeza de la historia de España es algo que no me interesa. En cambio, sí me resulta interesante que la historia nos enseñe tanto sobre el presente. Ese paralelismo ha estado desde el principio. Todos mis libros se pueden leer en clave actual. También me interesa mucho la historia como juego. Yo creo que la historia no es algo que esté hecho, sino que está por escribir. Como dijo alguien, el futuro ya está escrito y el pasado está por escribir. Me parece que eso convierte a la historia en un campo muy interesante para imaginar y para recrear.

P: Esa posibilidad me recuerda mucho a un libro de Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad, por esas perspectivas distintas que ofrece de nuestro pasado.

R: Es un gran libro, sí. Yo lo utilicé para alguna de mis novelas. Por ejemplo, ese libro rescata un episodio poco conocido en los libros de historia, que es el intento de asesinato de Fernando el Católico que hubo en Barcelona. En el libro de Zweig se recoge un testimonio, que es una carta de un archivero que casualmente vio lo que pasaba y se lo contó a un amigo. Me parece precioso ese episodio.

P: En ‘El primer caso de Unamuno’, esa «historia que no nos cuentan los libros de historia» la veo en las consecuencias que tuvieron las desamortizaciones para los más desfavorecidos.

R: Exacto. El fracaso de la reforma agraria y de la reforma liberal se ven perfectamente. Unamuno era muy consciente de ello. Él había leído libros de economía, sobre la renta, y la propiedad de la tierra y escribió mucho sobre el tema.

P: Cosa que a muchos no les pareció bien.

R: Levantó muchas ampollas. Pero él era una persona insobornable, movida por el intento de encontrar la verdad y decirla. Eso cuesta caro.

Sobre el autor

P: ¿Usted ya había investigado antes la figura del escritor?

R: No me considero un estudioso de Unamuno, ni menos aún un especialista, pero sí que había publicado cosas, sobre todo respecto a claves de su novelística y también sobre sus posibles adaptaciones. Lugo está también en ensayo La doble muerte de Unamuno, que escribí con el cineasta Manuel Menchón. Él fue el primero que investigó lo que tenía que ver con el misterio de su fallecimiento. Desde el principio la intención era hacer una serie, pero lo que él encontró y luego yo completé no cabía en una película. Por eso escribimos ese libro sin el cual no habría salido la novela.

P: ¿Y qué fue lo que le llamó más la atención de ese personaje?

R: Es un personaje muy complejo, muy potente, muy poderoso, con muchas aristas y aparentemente muy contradictorio. Muchas veces he dicho que la gran obra de Unamuno es el propio Unamuno, que se fue construyendo a sí mismo como personaje. Sabía que era la única forma de inmortalidad posible, a través de las obras que escribía. Cuando se construye un personaje, si es un gran personaje entonces cobra existencia real. Es una idea muy unamuniana.

El escritor Miguel de Unamuno
El escritor Miguel de Unamuno

P: En su novela, hay muchos momentos en los que Unamuno dice que hay muchas cosas que hace que, en realidad, no las está haciendo él sino otros Unamunos.

R: Sí. Es que incluso él mismo teorizó mucho sobre la multiplicidad del Yo. Eso me interesaba mucho y es algo que aparece en la novela en muchas ocasiones. Incluso por eso metí también la sublimación de un amor real como origen de su poemario Teresa.

P: De ser cierta la teoría que aparece en la novela, Unamuno se habría acercado a Pessoa en eso de ponerse otro nombre.

R: Y a Machado. Es algo que se ha estudiado mucho. Unamuno, Machado, Pessoa y la construcción de los heterónimos. El que más lejos llega es Pessoa, pero claro, antes fue Unamuno. Él fue pionero en muchísimas cosas en la literatura y esto también me dio muchísimo juego. Era un puzzle de muchas piezas contradictorias. Mira, es muy frecuente escuchar que Unamuno entendía el amor como costumbre. Es verdad, pero deberíamos pensar que si lo entendía como costumbre es porque, por otro lado, seguramente el amor como pasión también era algo que vivió, aunque luego renunciara a ello por la razones que fueran.

P: ¿Por eso aborda en la novela esa reivindicación de los sentimientos como algo necesario, además de la razón?

R: Lo interesante de Unamuno es que hay un momento de su vida, después de la crisis religiosa que tuvo en su juventud, en el que se hace muy racionalista y hasta socialista. Cree en el progreso y cree en que este llegará gracias al progreso material. Pero después llega otra crisis y se produce ese abandono de las ideas socialistas y de la fe en el progreso y en la ciencia. Cada vez va dando más cabida a lo irracional y a las emociones. He intentado transmitirlo en la novela, ese proceso de cambio y transformación a través de la investigación. El personaje de Teresa, esa mujer de la que se enamora, es el motor de ese cambio, ya que le enseña que la razón es limitante y que hay que dar cabida a otros aspectos.

La España Negra

P: Ese conflicto entre lo emocional y lo racional, en una España convulsa por ese rey al que coronaron nada más nacer (Alfonso XIII), lo injusto de las desamortizaciones… ¿Se puede hacer una lectura actual de lo que se muestra en el libro?

R: Yo creo que sí se puede leer en clave de presente, para empezar, ahí en el trasfondo está un problema que sigue vigente, que es la situación del campo, y ya de una manera más concreta el tema de la España vaciada.

P: España desahuciada, que es lo que dice en el libro

R: Sí, es un término más exacto. Eso de vaciada, la verdad que nunca he sabido realmente qué quería decir, pero bueno, en todo caso empezó entonces, empezó como consecuencia de las fallidas reformas y de la fallida desamortización, y ha seguido un poco hasta ahora. En Salamanca lo cierto es que quedaron despoblados bastantes lugares y aldeas, en algunos casos porque el proceso de conversión fue muy radical. Por todo eso surgió el caso de Boada, que me llamó mucho la atención por el trasfondo que tenía.

P: ¿También se mencionan Fuenteovejuna y el caso Matilla?

R: El caso Matilla de los Caños es fantástico y sobre eso sí que no encontré mucha información. Lo intenté: hablé con historiadores, hablé con gente de derecho a ver si me podían conseguir algún permiso. Quería saber en qué había acabado el proceso.

P: En todos esos casos hay un ligero también a otra España de la que ya no se oye tanto hablar, pero que en su momento era muy conocida: la España Negra 

R: Es que es en aquella época cuando surge. Gutiérrez Solana publica un libro y pinta unos cuadros estremecedores al respecto. En el libro se habla de las casas pobrísimas de Boada, y también se puede ver en ese prólogo con el alfarero, que camina de noche con su burro por el pueblo y se encuentra con un cadáver.

Cuadro 'Las chicas chicas de Claudia', de José Gutiérrez Solana
Cuadro ‘Las chicas chicas de Claudia’, de José Gutiérrez Solana | Fuente: Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

P: Y en todo ese contexto tan duro para la gente del campo, ¿qué papel juega una ciudad de provincias como Salamanca?

R: Yo creo que la ciudad es la que se beneficia un poco de la situación y se va forjando toda una casta. Ya no son los aristócratas sino los ricos propietarios. Algunos incluso tienen fábricas, como el propietario de las tierras de Matilla de los Caños, que antes hablábamos de ese caso. El caso es que estos ricos propietarios viven tranquilamente en la ciudad. Van al casino, se reúnen entre ellos.

P: Hay un libro en Cataluña, Els que manen (Los que mandan), que cuenta la historia de las cincuenta familias más poderosas en esa comunidad autónoma. Lo interesante es que, aún que retrocedas doscientos o trescientos años en su árbol genealógico, te das cuenta de que en ningún momento dejaron de mandar y que llevan todo ese tiempo manteniéndose en el poder. ¿En Salamanca ocurre lo mismo?

R: Claro. Algunas de las ganaderías que se crearon entonces, muchas de ellas de Torobravo, son un buen ejemplo. Cuando yo llegué a Salamanca, oí hablar de la cuernocracia. La gente que mandaba eran los grandes ganaderos de la provincia, que se reunían en ciertos sitios como la Plaza Mayor. Algo de eso todavía sigue siendo Salamanca, o por lo menos yo eso es lo que he visto.

Dentro de los personajes

P: Acaba de mencionar algo curioso que es su llegada a Salamanca. De momento ha escrito sobre Fernando de Rojas y Miguel de Unamuno, los cuales coinciden con usted en el hecho de ser salmantinos de adopción, por decirlo de algún modo, y no de nacimiento.

R: Para mí ese componentes muy importante. Yo me identifico mucho y proyecto mucho de mí en esos personajes, tanto en Rojas como en Unamuno. El primero estudió allí y lo más normal es que se hubiera quedado como catedrático, aunque no se le permitió por converso. En cuando al segundo, Unamuno va a dar clase allí se supone que de forma temporal. Trata de opositar a Madrid pero al final se acaba quedando en la que al final se convierte en su ciudad fetiche. Yo llevo ya cuarenta y tantos años viviendo en Salamanca, pero es que además encuentro un refugio en su universidad. Si Salamanca no tuviera universidad sería una ciudad muy distinta a la que es.

P: También se ve esa identificación cuando equiparas la investigación académica a la detectivesca

R: Tienen mucho en común. La búsqueda de la verdad, que generalmente está escondida y hay que buscarla en los archivos, en las pistas o huellas, en los interrogatorios. El estudio que hice sobre la muerte de Unamuno se ha estudiado incluso como modelo de investigación criminal. De hecho, me invitaron a una charla de un máster de análisis de la conducta criminal. Te digo más: Unamuno ya era un detective porque perseguía la verdad y nunca se conformaba con la verdad oficial y los lugares comunes. Siempre miraba más allá, por ejemplo, con la etimología y el origen de las palabras, que puede ser muy reveladora, como nos enseñó Nietzsche. Al final, la realidad está configurada lingüísticamente.

P: ¿Y la ‘realidad unamuniana’ o el ‘lenguaje unamuniano’, fueron metas difíciles de alcanzar?

R: Me ayudaron mucho todas las cartas suyas que me leí, que fueron muchísimas porque ahí es donde está el Unamuno más espontáneo, más fresco y dicharachero. Es ahí donde se le ocurrían muchas de sus ideas que más adelante desarrollaba en un artículo o en un libro.

Tocan a la puerta. El siguiente periodista ya ha llegado y no queda tiempo para más preguntas. Solo me permito preguntarle por algunas dudas personales sobre algunas descripciones que encontré en el libro y me han recordado que también yo he sido un recién llegado a una ciudad. Es una parte más del libro, me digo. Están el argumento y el trasfondo histórico. Están Unamuno y Luis García Jambrina. Estoy yo, el lector, que sin darme cuenta también he dejado entre esas páginas una parte de mí mismo. Le doy las gracias al autor por dedicarme su atención y él, educadamente, me da las gracias también. Casi hemos logrado eso de conversar, aunque quizá yo he hablado de más. Es lo último que me dice.

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