La WNBA vive su mayor crecimiento económico, pero el sueldo de las jugadoras WNBA sigue en el pasado
Una nueva era económica está llegando a la WNBA. La liga femenina de baloncesto más importante del mundo ha firmado recientemente un contrato televisivo récord, por valor de 2.200 millones de dólares y que durará 11 años. Gracias a este nuevo contrato a partir de 2026, los ingresos por derechos se dispararán de los, aproximadamente, 45 millones actuales a cerca de 200 millones anuales. Y, sin embargo, las jugadoras seguirán cobrando entre 66.000 y 252.000 dólares al año. Algo no cuadra.
La desigualdad entre la NBA y la WNBA no es nueva, pero cada vez es más difícil de justificar. En una liga que proyecta ingresos de 1.000 millones de dólares para 2025, el sueldo mínimo de las jugadoras WNBA en 2025 seguirá siendo inferior a 70.000 dólares, mientras que en la NBA el mínimo roza los 1,1 millones. Y los máximos ni se comparan.
La lucha por los sueldos WNBA viene desde dentro
Durante el All-Star Game de este año las jugadoras de mayor nivel y más famosas de la liga saltaron al calentamiento con camisetas en las que se leía el mensaje de protesta: “Pay us what you owe us” (“Pagadnos lo que nos debéis”). “Los deportes masculinos tienen un sistema de salarios basado en los ingresos. Merecemos lo mismo”, decía Nneka Ogwumike, una de las voces más respetadas dentro de la liga.

En la NBA los jugadores recibe cerca del 50% de ingresos generados por la liga, mientras que en la WNBA las jugadoras reciben a penas el 10% de los ingresos que generan. Esto es en base a los acuerdos firmados por los jugadores y jugadoras de respectivas ligas, por lo tanto, sí, las condiciones están firmadas, pero en los últimos años el contexto ha cambiado drásticamente.
Es una cuestión de contexto y de participación
Teniendo en cuenta el nuevo acuerdo televisivo y la expansión de la liga en la que se añadirán franquicias en los próximos años (con ciudades como Detroit, Filadelfia o Cleveland) el valor de mercado de las franquicias se eleva. Según las estimaciones, más de 300 millones de dólares de valor. Con una liga que cada año crece, con la llegada de Caitlin Clark o Angel Reese todo sube, las entradas en máximos, la atención mediática también y lo mismo pasa con las audiencias. Todo sube, excepto el salario de las jugadoras.

La liga ha estado perdiendo hasta ahora alrededor de 40 millones de dólares por año, pero eso era sin el nuevo acuerdo televisivo. Ahora, los márgenes se disparan y el reparto sigue igual. En otras palabras, el pastel está creciendo, pero la porción que se llevan las jugadoras se mantiene igual y no crecerá. Ni parece que vaya a hacerlo pronto si no se presiona desde dentro y desde fuera.
Esto no es una queja, es una exigencia legítima
Algunos críticos con las protestas siguen defendiendo que la WNBA no es «rentable», aunque eso fuese cierto (cosa que cada vez es menos), el punto no es el beneficio inmediato, sino la proporción.
Las jugadoras más veteranas de la liga, a día de hoy cobran menos de lo que cobraban jugadores de la NBA de los años 70, teniendo en cuenta los ajustes de los salarios por inflación. Esto pasa en la liga profesional de baloncesto femenino de mayor nivel, una liga más que consolidada, con proyección internacional, apoyos institucionales y ahora mismo un contrato televisivo que multiplica por cinco al anterior. Con este nuevo contrato televisivo, solo un 2 % extra de reparto sería suficiente para multiplicar casi por diez el tope salarial de las jugadoras. Pero ese paso no llega.
Las protestas de no piden que el sueldo de las jugadoras WNBA sea el mismo que los jugadores de la NBA, no piden cobrar mínimo un millón de dólares por cabeza. Están pidiendo justicia dentro del contexto: que si la liga gana más, ellas ganen más. Que si las franquicias se venden por cientos de millones, quienes llenan los pabellones y generan ese interés tengan su parte.

