Desde septiembre hasta hoy, estos últimos meses han estado marcados por importantes acontecimientos en el mundo de la moda, que han firmado precedente de cómo vestiremos la próxima primavera-verano 2026
Todas las firmas de moda, por su origen español, su relación con nuestro país en sus desfiles o su cambio de directores creativos, han sido una gran aspiración.
Claro Couture
El desfile de septiembre de 2025 se consolidó como uno de los momentos más magnéticos de la temporada al presentar Rosé Noir. Esta colección dialoga con el pasado desde una mirada hedonista y profundamente contemporánea. La firma trazó un puente entre el lujo exuberante de los años 20 y la elegancia descarada de los 90. Es la prueba que demuestra que el exceso, si está bien medido, puede convertirse en el mayor gesto de sofisticación.
La presentación se movió en un territorio híbrido y sugerente: a medio camino entre un cabaret art déco y el backstage eléctrico de una fiesta con tacones. Una propuesta que celebra la feminidad, donde las curvas se exaltan, las siluetas acarician el cuerpo y la sensualidad se presenta como un lenguaje natural. Hablan de una belleza más genuina, consciente de sí misma, segura y disfrutada.
Avance de los colores tendencia 2026
La paleta cromática reforzó este imaginario delicado y poderoso a la vez: tonos empolvados como rosa pálido, verde menta o amarillo vintage convivieron con los códigos esenciales de la casa —el blanco, reservado a sus icónicos vestidos de novia, y el negro, reinterpretado como uniforme definitivo de la invitada perfecta—. Una armonía cromática que suaviza el exceso sin restarle carácter.
En cuanto a siluetas, CLARO Couture propuso un armario completo que transita del día a la noche con naturalidad. Para el día, mini vestidos estructurados, blazers de cintura marcada y pantalones de corte impecable. Para la noche, una sucesión de vestidos que van del minimalismo satinado al bordado escénico más teatral. Los tejidos —popelines, muselinas vaporosas, croché bordado con cristales y crepés de seda satinados— aportaron textura, movimiento y una sensación constante de lujo táctil.
Los detalles elevaron la propuesta: galones bordados a mano con cristales, acabados minuciosos y un brillo contenido que evocaba deseo sin caer en la ostentación gratuita.
Carolina Herrera por primera vez en septiembre en Madrid
A golpe de aguja e hilo Wes Gordon se dejó el corazón por conseguir que el legado español fuera el sello de todos sus diseños. Además dio protagonismo a firmas españolas para crear una simbiosis perfecta entre diseñadores que saben hacer las cosas a la perfección. Ha sido la primera colección principal presentada fuera de Nueva York y tan solo la tercera pasarela internacional en los 44 años de historia de la firma.
El Madrid del Siglo de Oro, con sus trajes de capas y su negro impoluto, hasta la movida madrileña con las siluetas bien marcadas por hombreras y cinturones. Los excéntricos colores amarillos cítricos y fucsias, muy propios de nuestro Almodóvar fueron protagonistas. Todo estaba ideado bajo una misma premisa: Madrid es icono porque siempre se reinventa.
La paleta cromática fue un poema visual. Rojo Herrera, rojo Almodóvar, rojo Madrid. Una fusión que habla de intensidad, de lazos de unión, de cine, de vida, de ese dramatismo español que siempre roza la belleza absoluta. Junto a ellos, amarillo azafrán, violeta caramelo, negro gráfico y un rosa eléctrico inolvidable.
Colaboraciones con firmas españolas
Palomo Spain reimaginó la camisa de lineas puras Herrera –símbolo absoluto de la firma– con volantes dramáticos, mangas escultóricas y ecos de sastrería antigua cordobesa. Un encuentro entre el teatro andaluz y la pureza neoyorquina. Fue simplemente sensacional.
¿Quién nos hubiera dicho que nuestro regional traje de chulapa iba a ser alabado por todo el mundo? Ni disfraz ni cliché: elegancia contemporánea, así lo ha reintentado Wes Gordon. Los lunares de las chulapas, las mangas, los escotes cuadrados, los cortes goyescos…todo revisado con una mirada moderna que nunca pierde el alma madrileña.
Con un sólo estampado, representó a Madrid en primavera. El motivo principal de la colección florecía por tres formas orgánicas que se bordaron y se estamparon. El clavel, flor más representativa de la capital y emblema de belleza. La violeta, homenaje a los caramelos tradicionales de la ciudad, que se recrea bordados tridimensionales de lo más imponentes. Y por último la rosa de nuestra querida Rosaleda del Retiro, símbolo de cómo Madrid transforma su herencia cortesana en un espacio abierto y público y se muestra a través de maxiestampados.
Cuando parecía que no podíamos quedar más impresionados, vemos a lo lejos aparecer la mítica geometría de Sybilla, vestida en los clásicos negros y rosos de Carolina Herrera. Ahí descubrimos cómo dos estilos completamente opuestos, si dialogan entre sí, dan lugar a una de las colaboraciones más especiales hasta la fecha.
Carolina Herrera y su importancia a lo largo de los años
Carolina Herrera ya dictó sentencia hasta sobre cómo teníamos que llevar el pelo, y no iba ser menos en esta ocasión. Todas las modelos, con sus moños bajos muy estirados, lucieron imponentes diademas acolchadas negras. Si es verdad lo que la diseñadora decía, “la moda es para complacer al ojo y las formas y proporciones son para el intelecto”, esa tarde cultivamos todo a la vez.
Este desfile ha sido para los apasionados de la moda un boto de confianza a Madrid. Una conversación entre dos mundos que, en realidad, siempre habían estado conectados. La elegancia atemporal de Carolina Herrera encontró en la capital su escenario más natural: una ciudad que vibra, que inspira, que emociona y que nunca pasa desapercibida.
Balenciaga: Prêt-à-porter Primavera/Verano 2026
Señaló el inicio de una nueva era para la maison con el estreno de Pierpaolo Piccioli como director creativo, un nombramiento que despertó enorme expectación en la industria. No se trataba solo de un cambio de nombre, sino de un giro conceptual y emocional tras años en los que Balenciaga había sido sinónimo de provocación, ironía y ruptura constante.

La importancia del desfile reside, en primer lugar, en el cambio de lenguaje. Piccioli introdujo una visión más humana, poética y centrada en la silueta, recuperando la noción de elegancia, artesanía y emoción sin renunciar al ADN de la casa. Fue un Balenciaga menos ruidoso y más introspectivo, donde el volumen, el color y la construcción cobraron protagonismo desde una sensibilidad contemporánea pero refinada.
Además, el desfile funcionó como un puente entre herencia y futuro. Piccioli rindió homenaje a Cristóbal Balenciaga a través de proporciones arquitectónicas, tejidos nobles y un profundo respeto por el patronaje, demostrando que la modernidad también puede construirse desde la memoria. Esta relectura fue clave para reposicionar la marca en un momento en el que el lujo busca autenticidad, profundidad y permanencia.


