Recientemente asistí al programa de radio ‘Tarde lo que Tarde’ de Radio Nacional, que tuvo lugar en el salón de actos de la Universidad Rey Juan Carlos con motivo de su 25 aniversario. Era la primera semana de la invasión rusa a Ucrania. Ahora se acaba de cumplir un mes.
Allí tuve el privilegio de poder realizarle una pregunta a Ramón Lobo, excorresponsal de guerra curtido en mil y un conflictos puesto que iban a entrevistarle para el programa. Le pregunté qué capacidad de resistencia tenía Ucrania frente a Rusia a lo que me contestó que tarde o temprano el gigante euroasiático vencería.
Sin embargo, me dijo que sí que tenía capacidad para ponérselo muy difícil. Quiso diferenciar dos de los posibles estadios que tiene una guerra: la invasión y la ocupación, es decir, Rusia en ese momento tenía el objetivo de realizar una guerra relámpago y conquistar todo el territorio ucranio -pese a que en primera instancia se hablaba de una “intervención quirúrgica”.
El problema era cómo podría gobernar un país si la mayor parte de la población era totalmente contraria a la idiosincrasia rusa con un odio irreconciliable. Según Lobo, esto sería complicado porque habría una resistencia ucrania y se plantearía una guerra de guerrillas por parte del bando liderado por Volodímir Zelenski, lo cual, por un lado, acarrearía movilizar numerosos contingentes militares para dominar el territorio ya conquistado. Por otro lado, imponer un gobierno títere prorruso para que Putin mantuviera su área de influencia, uno de los objetivos que se presumían, tendría un impacto débil dado que sería fácil de derrocar.
Resistencia y barbarie
Un mes después, las piezas del tablero han cambiado. Ucrania sigue resistiendo. La única ciudad relevante que ha tomado Rusia es Jersón, al sur de dicha nación. Es evidente que el ejército ruso ha avanzado, pero su fracaso también es patente. Las expectativas de conquista eran tan altas debido a la diferencia abismal entre ambos ejércitos.
Hace unos días, el Kremlin manifestó que se centraría en el este, un termómetro de cómo han cambiado sus objetivos tras el avance de la guerra. Desgraciadamente, esas informaciones no han sido nada confiables, como viene siendo costumbre desde las altas instancias rusas, que han impuesto la censura y una política de comunicación propagandística -aunque Ucrania también la está desplegando. El sábado atacaron Lviv (Leópolis) con seis misiles, a 70 kilómetros de la frontera con Polonia. Se interpreta como una reacción a la gira que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, está realizando por Europa con reuniones del G7 o de la OTAN, entre otras.
Lo que no ha cambiado ha sido la barbarie rusa. El ejemplo más sangriento y despiadado es Mariúpol, un enclave estratégico con salida al Mar de Azov al sureste. Los incesantes bombardeos a la ciudad la han reducido a cenizas. Recuerda a localidades asediadas como Alepo (Siria).
La devastación impulsada por el sátrapa de Putin ha violado flagrantemente las reglas de la guerra, el derecho internacional público, lo que le hace acreedor de ser responsable de crímenes de guerra. Se ha atacado zonas civiles deliberadamente e incluso se ha llegado a bombardear corredores humanitarios establecidos. Además del dictador, su camarilla de oligarcas y los más de 70 cargos públicos y militares ya están siendo investigados por el Tribunal Penal Internacional.
Hay que elogiar la valentía de una nación desamparada como es Ucrania, al margen de la OTAN y la Unión Europea. Con todos los peros a cada una de estas organizaciones supranacionales, no se entiende la postura de parte de la izquierda que dice que no hay que enviar armamento. La paz es lo deseable, pero ahora mismo un pueblo está siendo atacado, más si cabe a las puertas de Europa. No hay que ser ingenuo, la sociedad debe realizar una reflexión al respecto.
Por otra parte, hay que destacar el doble rasero de Occidente. Cuando los refugiados eran sirios, no los querían. Ahora que son rubios y con ojos azules, bienvenidos. Todos ellos, independientemente de su raza, etnia o nacionalidad tienen el estatus de personas que huyen de conflictos o guerras. El replanteamiento de la política de migración y acogimiento urge. Hasta entonces, Slava Ukrayini! Heróyam slava! (¡Gloria a Ucrania! ¡Gloria a los héroes!).

