La sociedad avanza hacia nuevas formas adaptadas al momento actual, pero hay algo que va cuesta abajo: el pensamiento crítico
El pensamiento crítico surge de un previo entendimiento de uno o varios temas. Es decir, para que una persona lo desarrolle tiene que haber una consideración de sus partes, ver los diferentes puntos de vista (además de otra variedad de factores), pero hoy en día esto no ocurre. Preferimos vivir en una satisfacción aparente construida por la ignorancia en vez de llegar a una reflexión crítica.
Hoy en día se culpa mucho a las redes sociales que, a pesar de ser cierto, ya que son un factor determinante en la construcción del pensamiento de la sociedad, no son el único. Hay una saturación de información constante de contenidos cortos y muy sintetizados: telediarios, vídeos, anuncios… Hay un agotamiento crónico en la sociedad, las personas están a muchas cosas a la vez y no se paran a entender y visualizar en profundidad los contenidos que consumen o el entorno que les rodea.
Además, en los últimos años, se ha dado una productivización del ocio. Solo se realizan actividades que vayan a tener un beneficio y un resultado rápido y extraordinario. Poca gente trabaja durante meses en perfeccionar alguna habilidad debido a la poca paciencia y a lo acostumbrados que estamos de obtener todo al instante. Hay una crisis del capitalismo y, en consecuencia, de la identidad en la sociedad. Los jóvenes no tienen un futuro asegurado, y las soluciones aparentan ser a muy largo plazo.
En conclusión, estamos en un momento hostil que no solo hace que la sociedad se aísle, sino que se ‘atonte’. A esto se le llama regresión cognitiva colectiva. Debido a los factores que he mencionado antes, suben los niveles de cortisol como consecuencia, y el cerebro entra en modo supervivencia y, por lo tanto, la información que recibe es muy simplificada. Esto puede ser también una herramienta de control por parte de los colectivos dominantes como políticos o figuras importantes. Saben en qué momento nos encontramos y qué es lo que necesitamos oír. De esta manera, las reflexiones sobre estos temas van a ser rechazadas porque no somos capaces de procesar tanta información.
Thomas H. Davenport acuñó el concepto de ‘economía de la atención‘ y encaja a la perfección con el momento en el que nos encontramos. A nosotros se nos premia por consumir rápidamente la información, pero no por comprenderla. La red funciona de esta manera. Tendemos a formular opiniones en base a la información más reciente.
Pongamos que cada información que recibimos tiene forma de iceberg. Aquellas personas que reciben dicha información de manera superficial y efímera, se quedan en la superficie. Quienes investigan, comprenden o divagan entre esta información son los que desarrollan un pensamiento crítico. Repetir y basar opiniones y argumentos en creencias de otras personas no es pensamiento crítico. Para que lo sea, tienen que haber sido procesadas y comprendidas por el individuo que las profiere.
Hace poco leí un tweet que de forma metafórica resume cómo funciona nuestra sociedad estos días. Una persona le dice a otra: ‘amo los gofres’ y esta responde: ‘ah, ¿entonces odias las tortitas?’
El conocimiento es poder. Puedes pasar de la política, de la economía, de la sociología y de otras muchas cosas, pero ellas no pasan de ti, estás en cada una de ellas. Si existe una oportunidad para informarte, consumir contenidos de larga duración, leer, observar nuevos puntos de vista, salir de la zona de confort, hablar con alguien que sabes que no comparte tus opiniones, hazlo. Solo así estarás aprobando la asignatura pendiente de esta sociedad.
