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La adicción al amor: el porqué y sus peligros

¿Cuáles son las diferencias entre el amor y las drogas? ¿Qué sustancias participan en el proceso del enamoramiento? ¿El amor se acaba? ¿Qué tipos de amor existen?

La dopamina

Presumiblemente, hay dos tipos de adicción a sustancias o a drogas. Por un lado, está la adicción física, que tiene que ver con la dependencia a nivel neuronal. Es decir, es algo completamente fisiológico. Por otro lado, están las adicciones psicológicas, que no están tan ligadas a procesos neuronales como a emocionales. Se podría decir, entonces, que el primer tipo de adicción viene dada por la estimulación del llamado sistema de recompensa de nuestro cerebro, ese del que tanto hemos oído hablar y que consiste en un circuito cerebral por el cual transcurre determinada información y que desemboca en la secreción de dopamina, o sea, “la hormona del placer y/o la felicidad”.

Sí, cuando segregamos dopamina somos felices. El más paradigmático ejemplo de este tipo de adicciones es, quizás, la heroína; aquella temible droga que provoca una euforia desmedida y en algunos casos otros efectos no tan deseables. Pero no hace falta pincharse para experimentar el subidón propio de la dopamina. Una buena canción también te hace saborear el placer y te da la sensación de invencibilidad que todos ansiamos. También tú comida favorita provoca la secreción de dopamina. O un gol de tu equipo, evidentemente. Y unos cuantos likes. Eso sí, en ninguno de los ejemplos ya expuestos esperemos encontrar el nivel de dopamina, es decir, de euforia, bienestar, alegría, placer, etc., que hay en el enamoramiento.

Como una droga, el enamoramiento hace que percibamos la realidad de un modo deformado (por ejemplo, se idealiza al sujeto en cuestión). Como una droga, el enamoramiento logra excluir otras cosas importantes de nuestra vida. Como una droga, el enamoramiento genera dependencia. Entonces, ¿qué nos hace pensar que el enamoramiento no es una droga? 

El enamoramiento

La química del amor

Si se quiere contestar con un poco de acierto a esta pregunta, lo primero que cabe hacer es esclarecer qué entendemos por enamoramiento. Desde luego, sería erróneo otorgar el mismo significado al amor que al enamoramiento. Y, ¿qué es el amor? Seguramente, algo tan abstracto y personal que no merece la pena debatirlo. Ahora bien, ¿qué es el enamoramiento? Eso lo podemos saber gracias a nuestra condición (pese a la incomprensible negativa de algunos y algunas a estas alturas de siglo) de cuerpos en los que diferentes sustancias hacen cosas con nosotros mientras que nos da por pensar que somos libres.

El enamoramiento es, entonces, una reacción química que tiene lugar en diferentes áreas del cerebro pertenecientes al sistema límbico como pueden ser el hipotálamo, la amígdala, el núcleo accumbens, corteza insular, etc. ––zonas en las que, además, se originan los procesos ligados al deseo sexual y la adicción a las drogas propiamente dichas–– y que consiste en la secreción de dopamina en el área tegmental ventral por acción de la feniletilamina (cuya estructura molecular puede encontrarse, también, en el LSD o la morfina). 

La causa de estos procesos varía según el género, ya que los hombres segregan dopamina esencialmente en función del aspecto físico, mientras que en las mujeres entran en juego otros factores como pueden ser el olfato y el tacto. 

Una vez producido este proceso, ¿qué ocurre? Pues, lo que ya sabemos: deseo de intimidad, pérdida de concentración, idealización del otro o la otra… en fin, un desequilibrio hormonal que a veces implica el descenso de la serotonina, lo que a su vez lleva a la aparición del insomnio, a la disminución del apetito o a la pérdida de interés en otras actividades. También, por supuesto, aparece la euforia de estar con el enamorado o la enamorada, la alegría irracional y, lo más, importante, la satisfacción de tener la sensación de que el enamoramiento es recíproco. 

Por suerte o por desgracia, la etapa de enamoramiento o amor pasional siempre pasa. Nuestro cerebro es incapaz de aguantar eternamente esos niveles de desequilibrio, de modo que la dopamina y sus derivados bajan en un plazo aproximado de dos años. Algunos dicen que uno, otros dicen que tres. Es complicado saberlo con exactitud. Por ello, el deseo sexual decae y se empiezan a ver con claridad los defectos de la otra persona, entre otros muchos aspectos poco reconfortantes.

Además, habíamos dicho que las dosis extras de dopamina en grandes cantidades generan dependencia. Sería lógico pensar que el cerebro se ha acostumbrado a no tener que esforzarse en fabricar aquello que tan fácilmente le ha estado llegando. De modo que necesitamos retomar esa sensación de recompensa. Eso explicaría por qué tanta gente busca continuamente la primera pasión del enamoramiento, aunque sea con muchas personas diferentes. Los yonquis de la dopamina proveniente del enamoramiento dejan de ser conscientes acerca de por qué hacen lo que hacen, simplemente actúan por instinto. 

¿El amor genera dependencia?

Es importante abrir un pequeño paréntesis para mencionar las cuestiones pertenecientes a las adicciones de carácter psicológico (véase la distinción hecha en el primer párrafo). Más allá de todos estos procesos fisiológicos ––pese a que todo está relacionado––, existe la posibilidad de desarrollar dependencia emocional. Esta se da como consecuencia de diferentes factores que trascienden lo individual. Por ejemplo, por cosas tan naturales, comunes, y de las que nadie debe avergonzarse, como la falta de autoestima, el miedo a la soledad o la no consolidación de una personalidad firme (esto último puede ser algo más preocupante según se alcanza cierta edad). 

Dichos factores pueden llevar a la necesidad de validación por parte de la otra persona que, a su vez, desemboca en aspectos poco agradables como la ansiedad, la necesidad de control y la obsesión por la pareja. También a la necesidad de estar siempre con alguien. Aunque, claro, aquí entran en juego otras cosas. Por ejemplo, es bien sabido que el ser humano necesita del afecto del prójimo para vivir, y que la soledad no es algo para nada positivo, por lo que la cuestión se vuelve ambigua. Sin embargo, eso es otro debate que no tiene cabida en un artículo sobre aspectos fisiológicos. Cierro paréntesis. 

El fin del amor

Antes del paréntesis nos habíamos quedado en los perjuicios de volverse adicto o adicta a la dopamina que viene del enamoramiento. Hemos quedado en que esta se puede acabar, con una misma persona, en un período aproximado de dos años. Y después se termina la pasión, se pierde parte del deseo, la realidad se presenta con sus cosas buenas y sus cosas malas, y las mariposas del estómago empiezan a verse como lo que en verdad son: insectos en nuestras entrañas. Y, aun así, no está todo perdido, aún queda una última hormona salvadora del amor (no del enamoramiento): la oxitocina. 

A esta milagrosa hormona se la llama “del amor” porque no se encarga de la pasión ni del deseo, sino del vínculo, del afecto. Este neuropéptido se genera en el hipotálamo y es vital para gozar de bienestar, generar empatía y crear vínculos afectivos.En la mujer existen tres momentos de liberación de altos niveles: el orgasmo, el parto y la lactancia. Los dos últimos resultan esenciales en la creación del vínculo entre la madre y el bebé. 

La oxitocina también es la responsable de esa sensación agradable que te recorre el cuerpo cuando recibes una sonrisa sincera, o cuando te dan un abrazo de verdad. 

Volviendo a las parejas, los niveles de oxitocina que se crean durante el enamoramiento se pueden mantener mediante cuidados tan básicos como la confianza y la comunicación. 

La oxitocina también terminará por desaparecer, pero puede que lo que se ha creado mientras tanto permanezca. Y si no, es mejor ser adictos a la oxitocina que a la dopamina. Al menos la segunda no hace que vayamos buscando continuamente, como tristes gallinas sin cabeza, la inmortalización de lo caduco.

Triángulo del amor de Sternberg

Dice el reputado psicólogo Robert Sternberg que son tres los aspectos que necesitamos para llegar al amor consumado––el mejor de los amores, según él––: Intimidad, Pasión y Compromiso. ¿Es esto compatible con lo que se ha dicho hasta ahora? ¿no tendemos inevitablemente hacia el amor sociable (aquel que mantiene la Intimidad y el Compromiso, pero pierde la Pasión)? Bueno, este artículo en ningún caso pretende lograr conclusiones. La única tentativa del mismo es la presentación de unos hechos objetivos. ¿Son contradictorios estos hechos? No lo sé, quizás sí. Lo más probable es que otros datos externos contradigan lo aquí expuesto. También es probable que nuestra propia experiencia lo haga. Pero si el amor es algo, es contradictorio. Así que, como la contradicción es intrínseca al amor, que cada cual lidie como pueda con sus contradicciones.

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