Existen estudios que afirman la relación directa entre la música y las emociones que esta genera en el cerebro
La música es algo fundamental en la vida de las personas. La forma en la que esta influye en la vida de la gente es una relación de diversos factores. El poder que tiene sobre nosotros es tan grande que es capaz de alterar nuestro estado emocional.
El día a día es abrumador. La vida actual es frenética, nunca se para y el ritmo va a más cada día. Por eso, todos hemos sentido la necesidad imperiosa de llegar a casa, y escuchar un poco de música. Con el simple acto de encender los auriculares y poner una canción, nuestras emociones cambian. Parece que esa vida frenética, de la nada se para. La música ha estado ligada al ser humano desde tiempos remotos. Se puede decir que ambos han ido de la mano desde siempre.
La necesidad que sentimos de escuchar música está íntimamente relacionado con la forma en la que nos sentimos. Esto es debido a que la música y la inteligencia emocional están íntimamente ligadas. Esta relación es la que hace que nos decantemos por un estilo musical u otro, dependiendo del estado anímico que se tenga en el momento. Por eso no es lo mismo escuchar un álbum de Carly Rae Jepsen, reina del pop, estando deprimido que estando alegre. Las emociones que se sentirán al escuchar pop estando feliz serán diferentes, que si se está triste.

Relación de la música con las emociones
Realmente, hay una explicación científica por la cual los sonidos y las emociones están ligados. Según estudios, se ha descubierto que ambas comparten la misma región del cerebro, el córtex prefrontal. La función de las emociones a la hora de escuchar estos sonidos es la de transformarlos en algo comprensible para la persona. Por ejemplo, es fácil pensar en las sirenas de la policía. Al escuchar este sonido, se activan las alarmas de precaución y de alerta. Esto es debido a que el cerebro nos hace comprender el significado de ese sonido. Los sonidos son una parte fundamental para poder decodificar el entorno que nos rodea.
La fuerza que tiene la música sobre nuestro cerebro es tal, que es capaz de alterar nuestro estado emocional. Esta tiene el poder de cambiarnos el día por completo. Después de un mal día en el trabajo o en clase, ponerse una buena canción le cambia el ánimo a cualquiera. Esto tiene una explicación, y es que la música tiene la capacidad de activar las estructuras emocionales del cerebro. Es capaz de despertar el núcleo de las estructuras cerebrales, encargadas de crear todo nuestro universo de emociones. Por ejemplo, puede calmar estados anímicos perturbados, como el temor, gracias a las armonías de las canciones.
La relación entre los sonidos y las emociones es muy estrecha. Hay sonidos que nuestro cerebro asocia a diversas emociones. Mientras que los tonos más agudos son percibidos de una forma más alegre, con los tonos bajos pasa lo contrario. Un tono más bajo es asociado como algo triste. Es a causa de esto que, por ejemplo, las canciones de Lana del Rey son asociadas a un sentimiento más solemne. Debido a que su música es más lenta, y predominan los tonos bajos, es más propensa en contextos en los que se esté más decaído.

En el cerebro hay unas áreas específicas que se encargan de la imitación y de la empatía. Estas se activan al escuchar música. En estas áreas es donde se encuentran las neuronas espejo, que actúan reflejando las emociones de los demás como si fueran nuestras. Así, una canción nos puede hacer sentir tristeza, alegría o dolor como si fueran propias. Quizás es por eso que las canciones de Taylor Swift sean tan populares. Podemos sentir la narrativa y el dolor de una ruptura como si nos acabase de pasar a nosotros mismos.
La próxima vez que vayamos a hacer algo tan banal, como elegir la música, tendremos que pensarlo dos veces. Una canción alegre estimulará la producción de los neurotransmisores, como la endorfina. Estos se encargan de que exista la transmisión de información entre neuronas, así como incrementar el optimismo. Así, se estará más predispuesto a la acción y a hacer proyectos. En cambio, estando triste y escoger escuchar una canción lenta hará justamente lo contrario. Por eso, quizás la próxima vez que se esté triste, en vez de retroalimentar esta emoción escuchando Norman Fucking Rockwell de Lana del Rey, tendremos que tirar más por un Teenage Dream de Katy Perry.
